viernes, 31 de agosto de 2012

CAMINO DE SANTA CRUZ (1)



Monseñor Proaño es un referente muy importante para nuestra Iglesia de San Miguel de Sucumbíos. Hombre de una profunda espiritualidad y de un gran amor a los más pobres, especialmente a los indígenas del Chimborazo. Muy cercano a nuestra Iglesia. Nos acompañó en varias ocasiones en las  Asambleas de Pastoral. Y con su sencillez, su espiritualidad, su opción decidida y valiente por los más pobres, aprendidas y vividas en sus momentos de oración, en sus encuentros con los indígenas del  Chimborazo y confirmadas por el Vaticano II, Medellín y Puebla, iluminó y ayudó a poner las bases de nuestro Proyecto Pastoral. Al cumplirse los 24 años de su Pascua queremos rendirle un homenaje y un recuerdo agradecido, al tiempo que  le pedimos que siga iluminando y acompañando el caminar de nuestra Iglesia Latinoamericana que quiere ser fiel al Proyecto de Jesús y a los pobres. Y unimos su Pascua a la Pascua de nuestro hermano Jesús Arroyo, en el segundo mes de su despedida.

(Este es un rinconcito en internet donde encontrarnos todos aquellos que tenemos un pedacito de nuestros corazones habitando en el hogar Santa Cruz) 
Monseñor Proaño
La Iglesia de los Pobres en Ecuador es fiel reflejo de lo que el Papa Juan XXIII hablaba de “una palabra viva de la realidad” sobre la cual la teología debía reflexionar. La Iglesia Liberadora emergió años antes del Concilio Vaticano II cuando identificó al indio como el más pobre de los pobres. El inspirador de esta Iglesia fue Monseñor Leonidas Proaño.

Introducción
Hace 40 años el Papa Juan XXIII inauguró el Concilio Vaticano II para reflexionar sobre “una teología que partiera de la palabra viva de la realidad de nuestros pueblos” y América Latina empezó a hablar de la Teología de la Liberación con una iglesia que tuviera “opción preferencial por los pobres”. Así emergió la Iglesia de los Pobres y en Ecuador sucedió algo singular: comenzó ese trabajo seis años antes, identificando al indio como el más pobre de los pobres. El adelantado que animó su proceso de liberación fue monseñor Leonidas Proaño Villalba.

Nacido el 29 de enero de 1910, en un hogar pobre de San Antonio de Ibarra, fue nombrado obispo de la Diócesis de Riobamba, al sur de Quito, el 18 de marzo de 1954. Allí encontró una población mayoritariamente indígena, abatida por un 80% de analfabetismo, miseria y abuso.

Convencido de que “Una contemplación, una espiritualidad, que no estén enraizadas en la misión liberadora de Cristo no son auténticas”, empezó su trabajo en 1956: un año después de que se diera la Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Río de Janeiro; seis años antes del Concilio Vaticano II; 12 años antes de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín que consagró los principios de la Teología de la Liberación; y 23 años antes de que la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla concretara la misión de la Iglesia de los Pobres.

Evangelización, alfabetización y reparto
El Concilio Vaticano II, de 1962 a 65, confirmó la visión de Monseñor Proaño, y lo llevó a formar, en Riobamba, las Asambleas Cristianas. Éstas realizaban una evangelización a domicilio, con lecturas bíblicas comentadas y respondiendo a las preguntas del pueblo: primero en hojas sencillas, después usando las Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador (ERPE) creadas en 1962 para que el indígena tenga acceso a la educación.

En 1964 la dictadura militar dictó la primera ley de reforma agraria, que en la práctica no se aplicó cabalmente, y monseñor Proaño creyó que era hora de empezar a hacer justicia. En 1965 entregó a los indígenas dos grandes haciendas de su Diócesis: Monjas-Corral y Zula.

La “Carta Roja” preocupa
Después de concluido el Concilio Vaticano II, monseñor Proaño mantuvo reuniones en la Conferencia Episcopal, después con los sacerdotes y equipos misioneros que ya estaban formándose en Riobamba y propuso “la iglesia que queremos”. La nueva orientación fue anotada en “la carta roja” que circuló por 1966. Se llamó así, el documento, porque, “por cuestiones tipográficas salió escrito con tinta roja”, dice el párroco de Guasuntos, Pedro Torres, que por pedido de monseñor estuvo antes en Alausí y Tixán. A este “cura subversivo”, colombiano, nacionalizado ecuatoriano en julio de 2002, le acusaron de propiciar invasiones de haciendas cuando los conflictos no eran más que el resultado de un reparto injusto. Chimborazo, al sur de Quito, es una provincia con alta población indígena y la tierra se concentraba en pocos terratenientes dueños de las haciendas que explotaban al indio que las trabajaba.

La “carta roja”, agrega, “terminó con los privilegios, los títulos, el dominio territorial para construir una Iglesia del Pueblo de Dios, de la comunidad. Esta ofrecería los ministerios (servicios) eclesiales mediante los equipos pastorales y no únicamente el párroco”.

La idea se fortaleció durante la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín, 1968, cuando se dijo: “la pobreza de tantos hermanos clama justicia, solidaridad, testimonio, compromiso, esfuerzo y superación para el cumplimiento pleno de la misión salvífica encomendada por Cristo”.

Y comenzaron a preocuparse Estados Unidos y el poder local, según se deduce de un dato de Francisco Enríquez: “En 1969, Nelson Rockefeller realizó una gira por América Latina y en su informe expresó, entre otras preocupaciones, su creciente inquietud ante el proceso de radicalización de la Iglesia, luego de la Conferencia de Medellín. Como recomendación para su gobierno propuso la promoción y fortalecimiento de las sectas religiosas conservadoras”.

La Teología de la Liberación fue rechazada por instancias de poder porque planteaba la participación del pueblo en el proceso de cambio social. Es así como la entendieron las tres dictaduras: la civil de José María Velasco Ibarra, y las militares de Guillermo Rodríguez Lara y la Junta de Gobierno (“los triunviros”) que proceden a reprimir a quienes la practican.

(Continuará)

jueves, 30 de agosto de 2012

Al cumplirse el segundo mes de la Pascua de Jesús Arroyo


Queremos compartir con todos ustedes el testimonio de Tony el Suizo, el día de hoy en que recordamos tristemenmte el segundo mes de la partida de nuestro querido amigo y profeta Jesús Arroyo ocd.
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Indonesia, 01. Julio 2012


Aquí en la lejana Asia me he enterado hoy de la despedida de nuestro querido hermano Jesús. No es la primera vez que Jesús y yo nos despedimos, y ojalá por ello sea un poco menos doloroso.
Mi nombre es Toni el Suizo, y soy un puentero de los pobres. Comencé mi largo camino en Lago Agrio, después del terremoto en 1987, a la edad de 19 años.
Hoy, 25 años más tarde existen ya 570 puentes colgantes para un millón y medio de campesinos pobres y valientes. Son campesinos musulmanes aquí en Indonesia, budistas en Birmania, Camboya y Laos, y cristianos en Ecuador y América Latina. Pero el amor es el mismo, y el sacrificio también.
Este servicio tuvo un buen comienzo gracias al ejemplo de amor y sacrificio que me dieron allá en Lago Agrio este mismo Jesús Arroyo, el Obispo Gonzalo, y los hermanos y las hermanas de la Misión.
Comenzaron por darme posada, alimento, amistad y música. Y cuando enfermo de la malaria - no una vez sino dos - fueron ellos quienes me pusieron de pie de nuevo.
Fueron ellos quienes en su internado y en su colegio educaron a mi fiel colega soldador Walter Yánez. En 1992, al salir de Lago Agrio hacia el resto del Ecuador, escuchamos en la radio de nuestro viejo camioncito las siguientes palabras de Jesús, al micrófono de su querida Radio Sucumbíos.  Palabras que me han acompañado ya 20 años. Hasta aquí, en las afueras de Jakarta en Indonesia.
Gracias de todo corazón, querido hermano y amigo Jesús!

Tony

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Despedida Lago Agrio 1992 Tony El Suizo
[AUDIO]

Mis experiencias con la Teología de la Liberación


El pasado 2 de julio, el Santo Padre, Benedicto XVI ponía al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe a Monseñor Gerhard Ludwig Müller, hasta ahora obispo de Regensburg. Queremos compartir hoy con nuestros amigos y amigas parte de un artículo publicado por Amerindia el 23 de diciembre de 2008, que recoge el pensamiento de Mons. Müller sobre la Teología de la Liberación.
El artículo completo lo pueden encontrar en
 
23.12.08 - América Latina
Gerhard Ludwig Müller, Obispo de Regensburg


La teología de la liberación está para mí unida al rostro de Gustavo Gutiérrez. En el año 1988 participé junto con otros teólogos de Alemania y Austria y por invitación del actual director de MISEREOR, José Sayer, en un curso con esta temática, que tuvo lugar en el ya entonces famoso Instituto Bartolomé de las Casas. En aquel momento yo llevaba ya dos años enseñando Dogmática en la universidad Ludwig-Maximilian de Munich.

Como profesor de Teología me eran naturalmente familiares los textos y los representantes conocidos de este movimiento teológico, surgido en Latinoamérica, pero sobre el que se discutía en todo el mundo, sobre todo a raíz de las observaciones en parte críticas de la Comisión Internacional de Teólogos de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de las declaraciones en 1984 y 1986 de la Congregación misma, presidida por el cardenal Joseph Ratzinger, nuestro actual Papa Benedicto.

Lima: Seminario sobre la Teología de la Liberación
Con el seminario dirigido por Gustavo Gutiérrez se produjo en mí un giro de la reflexión académica sobre una nueva concepción teológica hacia la experiencia con los hombres para los que había sido desarrollada esa teología. Para mi propio desarrollo teológico ha sido decisiva esta inversión en el enfoque de prioridad de la teoría a la práctica hacia un proceder en tres pasos “ver, juzgar, actuar”.

Los participantes en ese seminario llegábamos abarrotados de innumerables conocimientos sobre el origen y el desarrollo de la teología de la liberación y por eso discutimos ante todo sobre el análisis de la situación a la que se le reprochaba una ingenua cercanía con el marxismo. Nos eran familiares (1) las declaraciones de la Conferencia del episcopado latinoamericano de Medellín y Puebla. De ahí el debate de si en esas declaraciones se pretendía hacer del cristianismo una especie de programa político de liberación, en el que, en determinadas circunstancias, se tolerara incluso la violencia revolucionaria contra personas y cosas. Algunos sospechaban que la teología de la liberación servía para legitimar la violencia terrorista al servicio de la legítima revolución, mientras que otros la usaron como argumento para ese fin.

Lo primero que nos enseño Gustavo fue a comprender que aquí se trata de teología y no de política. En línea con las grandes encíclicas sociales de los papas también marcó de forma clara la diferencia entre teología de la liberación y ética social católica. Mientras que la ética social se fundamenta en el derecho natural y pretende asegurar las bases de un estado social y justo apoyándose en los principios de personalidad, subsidiaridad y solidaridad, en el caso de la teología de la liberación se trata de un programa práctico y teórico que pretende comprender el mundo, la historia y la sociedad y transformarlos a la luz de la propia revelación sobrenatural de Dios como salvador y liberador del hombre.

Cómo se puede hablar de Dios ante el sufrimiento humano, de los pobres que no tienen sustento para sus hijos, ni derecho a asistencia médica, ni acceso a la educación, excluidos de la vida social y cultural, marginados y considerados una carga y una amenaza para el estilo de vida de unos pocos ricos.

Esos pobres no son una masa anónima. Cada uno de ellos tiene un rostro. Cómo puedo yo como cristiano, sacerdote o laico, bien sea en la evangelización o en el trabajo científico- teológico, hablar de Dios y de su Hijo que se hizo hombre y murió por nosotros en la cruz y dar testimonio de Él, si no quiero construir otro sistema teológico junto al ya existente, sino decirle al pobre concreto, cara a cara: Dios te ama y tu dignidad imperdible tiene su fundamento en Dios. Cómo se hace concreta la consideración bíblica en la vida individual y colectiva si los derechos humanos tienen su origen en la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios.

Mi estancia en Perú en 1988 no sólo está ligada al seminario con Gustavo Gutiérrez, en el que vi claramente cuál es el punto de partida teológico de la teología de la liberación, sino también al encuentro vivo con los pobres de los que habíamos hablado. Durante algún tiempo vivimos con los moradores de las barriadas pobres de Lima y después también con los campesinos de la parroquia de Diego Irrarazaval en el lago Titicaca. Desde entonces he estado otras quince veces más en Perú y otros países de Latinoamérica, a veces meses enteros durante las vacaciones de semestre en Alemania. Mi participación en cursillos teológicos especialmente en los seminarios de Cuzco, Lima y Callao, entre otros, estuvo siempre acompañada de largas semanas de trabajo pastoral en las regiones andinas, especialmente en Lares en la archidiócesis de Cuzco. Allí los rostros adquirieron un nombre y se convirtieron en amigos personales, experiencia ésta de Comunión universal en el amor a Dios y al prójimo, lo que debe ser la esencia de la Iglesia católica. Finalmente supuso para mí una profunda alegría cuando en el año 2003, en Lares, en la archidiócesis de Cuzco, siendo ya obispo, pude administrar el sacramento de la Confirmación a jóvenes a cuyos padres conocía ya desde hace tiempo y a los que yo mismo había bautizado.

De ahí que yo no hable de la teología de la liberación de forma abstracta y teórica ni menos ideológica para halagar al grupo eclesial progresista. De igual modo tampoco temo que ello pueda interpretarse como falta de ortodoxia. La teología de Gustavo Gutiérrez, independiente del ángulo desde el que se mire, es ortodoxa porque es ortopráctica y nos enseña el adecuado actuar cristiano porque procede de la verdadera fe.
 
Una lectura breve del libro “Beber en su propio pozo” (2) pone de manifiesto que la teología de la liberación se fundamenta en una profunda espiritualidad. Su sustrato es el seguimiento de Cristo, el encuentro con Dios en la oración, la participación en la vida de los pobres y los oprimidos, la disposición a escuchar su grito por la libertad y el esplendor de los hijos de Dios; es participar en su lucha para poner fin a la explotación y opresión, en su ansia por el respeto de los derechos humanos y su exigencia de participación justa en la vida cultural y política en la democracia. Se trata de la experiencia de que no se es extraño en el propio país, sino que la Iglesia y el Estado quieren ser cobijo y garantes de la libertad espiritual y cívica. La meta es el inicio y el acompañamiento de un proceso dinámico que quiere liberar al hombre de su dependencia cultural y política.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Derecho a la réplica


 Tomada de la edición impresa del Miércoles 29 de Agosto del 2012 (ENLACE)

Redacción Actualidad
Señores:
Diario EL TELÉGRAFO

Quiero iniciar estas líneas presentándome, porque en medio de tantas y tan falsas afirmaciones, todas ellas realizadas a modo de anónimos o a través de mensajes virtuales mal intencionados y sin quien se haga responsable de ellos, yo Padre Jorge Mario Naranjo, superior provincial de los Carmelitas Descalzos de Colombia y Ecuador, quiero hacerme responsable de lo dicho a través de este escrito que está motivado por dos artículos que conocí y que fueron publicados por ese medio informativo los días 29 y 31 de julio del presente año y que llevan por título: “Lago Agrio vive las secuelas del conflicto entre grupos religiosos” y “Puerto Aguarico es el epicentro del conflicto entre religiosos”. 
 Quiero al respecto hacer algunas precisiones, nunca con el ánimo de ahondar en un conflicto que entre hombres y mujeres de fe no puede justificarse, sino con el ánimo de dar claridad a sus muy respetados lectores.
En primer lugar quiero decirles que el conflicto presentado en el Vicariato de Sucumbíos no es un conflicto entre Heraldos y Carmelitas Descalzos sino entre dos modelos diferentes de Iglesia: una de ellas fundamentada en los movimientos comunitarios, los ministerios laicales y los procesos de construcción colegial  que trata de dar vida al modelo de Iglesia Pueblo de Dios propuesto por el Concilio Vaticano II (ISAMIS: Iglesia de San Miguel de Sucumbíos), y el otro fundamentado en prácticas sacramentales y vivencias devocionales lideradas, animadas y administradas más desde la jerarquía eclesial que desde las bases laicales.
 Estos dos modelos entraron en conflicto porque aunque ambos están en comunión con la Iglesia Católica, son muy diferentes y la implementación del segundo implicó para el Vicariato desconocer y eliminar el modelo que se venía implementando por más de 40 años. Esto significa que el conflicto va más allá de una comunidad y una congregación que los encarna y anima. Prueba de ello es que desde hace ya muchos meses ni los Carmelitas Descalzos ni los Heraldos están en la zona y el conflicto continúa, como se pudo evidenciar con el episodio violento sucedido el pasado 11 de julio, que cabe aclarar que no fue un supuesto incidente como ustedes afirman, fue un hecho real y constatable ya que las autoridades del lugar pueden confirmarlo.
En este contexto y habiendo leído muy detalladamente lo que ustedes publican en ese par de artículos, pido muy respetuosamente que se le informe a sus lectores:
1.       Que desde el mismo día que  la Santa Sede, no la Conferencia Episcopal Ecuatoriana como ustedes afirman, pidió la salida de los misioneros Carmelitas de Sucumbíos, los misioneros se encuentran fuera del Vicariato.
2.       Que desde ese momento ningún miembro de nuestra Comunidad de Carmelitas Descalzos ha pronunciado juicio público alguno contra los Heraldos del Evangelio ni sus simpatizantes y mucho menos comentarios que los vinculen con actos delictivos.
3.       Que los Carmelitas Descalzos no “competimos por el control de esa zona estratégica” como lo afirman en el subtítulo del artículo publicado el día 31, porque desde que los Carmelitas llegamos a esa región ecuatoriana en 1928, el único interés que hemos tenido es el de promover integralmente a sus habitantes.
4.       Que ningún miembro de nuestra Comunidad, ni en el pasado ni en el presente, ha impartido doctrina alguna a grupos subversivos colombianos o grupos armados de cualquier índole.
5.       Que nunca la Comunidad de Carmelitas Descalzos se ha lucrado de los dineros recaudados para la realización de obras civiles o para la ejecución de proyectos sociales en el Vicariato. Ponemos a disposición nuestros estados contables y financieros  para que una auditoría externa los revise y dé la claridad requerida al respecto.
6.       Que nunca los Carmelitas, quienes ya no estamos en el Vicariato, hemos amenazado a ciudadanos del Vicariato o de cualquier otro lugar del territorio ecuatoriano, es por ello que invitamos a quien tenga pruebas de lo contrario a que levante una acusación formal ante los entes legales respectivos; de igual manera rechazamos enfáticamente este tipo de prácticas, vengan de donde vengan, porque las consideramos delincuenciales y no se pueden admitir por más nobles que sean los objetivos que se busquen con ellas.
7.       Que nos duele profundamente lo que está sucediendo en el Vicariato y oramos para que las enemistades desaparezcan y la reconciliación llegue al corazón de cada uno de los hombres y mujeres de fe que lo integran.
8.       Que si bien el modelo de iglesia liderado por Monseñor Gonzalo López y los misioneros Carmelitas Descalzos (Isamis), como responsables de la encomienda misionera recibida de la Santa Sede, y llevado a cabo conjuntamente con los sacerdotes diocesanos, religiosos y religiosas de varias congregaciones religiosas, los ministerios y comunidades de la iglesia de Sucumbíos, y algunos movimientos eclesiales, en comunión con la iglesia ecuatoriana, y por lo mismo en comunión con toda la Iglesia Católica, como todos los modelos y procesos, es perfectible, seguimos creyendo que es un modelo que obedece al sentir de la Iglesia expresado en Concilio Vaticano II, está en comunión con los documentos emanados de las Conferencias Episcopales Latinoamericanas y tiene su fundamento en el Evangelio. 

9.       Que apoyamos y respaldamos con nuestra oración el trabajo pastoral que viene liderando Monseñor Paolo Mietto, administrador actual del Vicariato, y hacemos un llamado a todos los que radicalizan sus posturas para que obren conforme a la fe que profesan.


P. Jorge Mario Naranjo M., ocd
Provincial Colombia – Ecuador
Bogotá Colombia, Agosto 11 de 2012