sábado, 30 de abril de 2016

Domingo sexto de Pascua


Lectura orante del Evangelio: Jn 14, 23-29 
“¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor, desciende sobre mí para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo! Que yo sea para Él una humanidad suplementaria en la que renueve todo su Misterio” (Beata Isabel de la Trinidad).
‘El que me ama guardará mi palabra’. En la Pascua ponemos los ojos en María, la mujer en la que ha resucitado el Amor. Ella nos enseña a guardar en el corazón la Palabra de Jesús. Guardar la Palabra, amar Jesús y dejarnos guiar por el Espíritu es lo mismo. Cada mañana abrimos el oído para escuchar a Jesús: palabra de amor del Padre que no se agota nunca. Es lo primero que hacemos: llenarnos de vida, permitir que el amor de Jesús se siembre en nuestro surco y, así, caminar con la Palabra dentro. Espíritu Santo, guarda la Palabra en nuestra interioridad.  
‘Y mi Padre lo amará’. María es la mujer que se sabe mirada por el Padre; en ese encuentro amoroso está su dignidad. Con María aprendemos a orar, que es dejarnos mirar por la ternura entrañable del Padre. Nuestra vida, tan zarandeada y tan frágil, encuentra asiento en la relación de amor que el Padre mantiene con nosotras/os. El Espíritu Santo nos quita el miedo a amar y a ser amadas/os. Espíritu Santo, enciende en nosotras/os la llama del Amor.  
‘Y vendremos a él y haremos morada en él’. María experimenta la compañía amorosa de los Tres; su vida es un espacio habitado por el Misterio de la Trinidad. Los Tres: presencia que vence toda ausencia, inhabitación que rompe lejanías, relación mutua. La Trinidad es la respuesta a la soledad que pesa sobre todo ser humano. Los Tres cercanos, sin irse nunca de nosotras/os, esperando el encuentro. Pase lo que pase, Ellos están siempre. La revolución más apasionante es la que ocurre en el corazón humano habitado por la Trinidad. Amarte, Trinidad. ¡Qué gran suerte!  
‘El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo’. Acoger a María es acoger al Espíritu Santo, el que enseña todo acerca de Jesús y mantiene vivo su recuerdo en la humanidad. El Espíritu es la memoria viva de Jesús, completa lo que Jesús comenzó. El Espíritu está en quienes siguen y aman a Jesús; siembra claridades en la noche, canta canciones nuevas cuando todo parece terminar; ora en nosotras/os, nos hace testigos de misericordia, abre espacios a la nueva humanidad. El Espíritu anima para siempre nuestra vida. Espíritu Santo eres único, irrepetible, sabiduría, amor.   
‘Que no tiemble su corazón ni se acobarde’. Jesús se despide con el don de la paz. Puede más su fidelidad que nuestras dudas, tensiones, zozobras, miedos. Podremos vivir aquí lo que Él vivió porque el Espíritu caminará con nosotras/os. Es hora de atrevernos; Jesús sigue a nuestro lado, no sentiremos su ausencia. Nada hay hoy más responsable ni más lúcido que creer en Él y actuar en coherencia con el Evangelio de la compasión y misericordia. María es fuente de vida, dulzura y esperanza para el camino. Sentimos tu paz, Jesús, tu fortaleza. Gracias.
¡Feliz Pascua de Resurrección! CIPE – Mayo 2016

domingo, 24 de abril de 2016

Domingo quinto de Pascua



23 abril 2016
Lectura orante del Evangelio: Juan 13,31-35
“Voy a la luz, al amor, a la vida” (Beata Isabel de la Trinidad). 
‘Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él’. Jesús se hizo el último de todas/os por compasión hacia el ser humano desvalido. Se despojó de su gloria para vestirse y vivir como nosotras/os. Mostró con su vida, con sus gestos y parábolas, el rostro del Padre, siempre compasivo y misericordioso. Salió cada mañana a invitar, a los que estaban en las cunetas del mundo, al banquete de bodas. Se hizo nuestro amigo y nos comunicó la gozada de Padre que tenemos. Hizo suyos nuestros fallos, curó nuestras heridas con su amor crucificado. Se atrevió a soñar un mundo nuevo con mucha ternura y compasión en sus entrañas. Embelleció nuestras vidas cansadas, todo lo llenó de su pascua liberadora. Ahora es el momento de darle gloria con la gloria que Él nos ha dado. Ahora es el momento de unirnos, con el corazón ensanchado, al Padre y al Espíritu y danzar para Jesús. Ahora es el momento de descubrir su gloria en nosotras/os, para gloria del Padre. Ahora es el momento de vestir de gloria y dignidad a las/os desnudas/os, de compartir el pan con quienes pasan hambre, de dar visibilidad a quienes no cuentan. ¡Ahora! Gloria a ti, Señor, Jesús.  
‘Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unas/os a otroas/s’. Jesús nos deja, para hoy, la alegría del amor, como don y tarea. Nos regala el don del Espíritu, que es la fantasía del amor, para que nos guíe a la verdad completa: al amor compasivo y misericordioso. ¿Nos atrevemos a vivir así? Dios es amor y se muestra como Dios amando con ternura. Nosotras/os, por puro don, somos amor; esta es nuestra identidad más profunda. Si nos amamos, Jesús está con nosotras/os. En un escenario de cansancio, el amor es riqueza de pensamiento, creación nueva, experiencia de Dios en esta hora, compasión ante todo sufrimiento. Gracias, Jesús, por la música del amor.  
‘Como yo les he amado’. Nos acercamos a Jesús para mirar su corazón roto y descubrir cómo nos ha amado. Jesús es un enamorado de cada una/o de nosotras/os. Sale a buscarnos, se alegra cuando nos encuentra, goza alentando en nosotras/os las semillas de bondad que le recuerdan al Padre. Jesús ama dándose hasta el extremo para que tengamos vida; ama para levantar nuestra esperanza caída. Su amor, hecho servicio y lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir al ser humano, es digno de fe. Su amor alegra el corazón del Padre y el nuestro. Espíritu Santo, enséñanos a amar.   
‘La señal por la que conocerán que son discípulos míos, será que se aman unos/as a otras/os’. La señal de que somos amigas/os de Jesús está en el amor que damos y recibimos unas/os de otras/os. Nuestra mentalidad no nos lo pone fácil, pero solo el amor rompe la cadena del odio y la indiferencia. Si hoy nos decidimos a amar como Jesús, brillará la luz en la oscuridad y habrá alegría, quienes sufren ya no sentirán solas/os. Jesús nos llama a extender por el mundo este perfume. Cuando amamos, nada se pierde, ningún/a pobre se pierde, ninguna dignidad humana queda pisoteada. No hay tiempo que perder: el amor nos espera ahora. El amor es la lengua que todo el mundo entiende. Jesús, hemos conocido tu amor y hemos creído en él.
¡Feliz Pascua de Resurrección! CIPE – Abril 2016

domingo, 17 de abril de 2016

Domingo cuarto de Pascua


Lectura orante del Evangelio: Jn 10, 27-30
“¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándote, quiero ser toda oídos a tu enseñanza para aprenderlo todo de Ti” (Isabel de la Trinidad). 
‘Mis ovejas escuchan mi voz’. El Espíritu mantiene vivo el recuerdo de Jesús en nosotras/os; nos permite abrir cada día la mente y el corazón a la novedad inagotable de Jesús. El Espíritu nos abre los oídos para escuchar la palabra, llena de vida, de Jesús, que toca las raíces del corazón; nos enseña a caminar en libertad y verdad. Al dejarnos guiar por el Espíritu y optar por escuchar a Jesús comienza el camino apasionante de la oración, sintonizamos con la Buena Noticia de Dios. Jesús, ponemos en el centro de nuestras comunidades tu Palabra viva, concreta e inconfundible. Tú eres nuestro único Señor.  
‘Yo las conozco’. Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre. Nos conoce, se relaciona con nosotras/os, tiene tiempo para amarnos, nos da vida en abundancia. El camino andado con Jesús y la vida compartida con Él hacen que su presencia sea cada vez más viva en nosotras/os. Su conocimiento amoroso es la respuesta a todas nuestras preguntas. Tú nos conoces, Jesús. Nos conoces para que te amemos. Siempre tienes tiempo para nosotras/os.   
‘Ellas me siguen’. Vivimos de verdad cuando decidimos libremente seguir a Jesús, cuando ponemos en Él los ojos. Jesús es nuestro centro y nuestro guía. Pretender ser cristianas/os sin seguir a Jesús es imposible. Seguir a Jesús es atrevernos a vivir como Él. Jesús nunca se vuelve una costumbre, algo ya sabido; ofrece vida y novedad a manos llenas. Al seguirle, aparece la cruz; un seguimiento que no cuesta nada, no vale nada. Seguir a Jesús es asumir el cuidado de la humanidad, de la creación. La oración es la estrategia del Espíritu que nos permite acercarnos a Jesús, escuchar su palabra, seguirle cada día con alegría, hacer el bien como Jesús lo hizo, enfrentarnos a la vida y a la muerte con la esperanza con que Él se enfrentó, acercarnos a las/os desvalidas/os como Él se acercó. Espíritu Santo, enséñanos a vivir la vida como una aventura fascinante: la de seguir a Jesús.
‘Yo les doy la vida eterna’. Jesús sabe la necesidad que tenemos de vida verdadera, y Él es y da la vida. Cuando cultivamos su presencia en medio de nosotras/os nos toca su vida, como un río de alegría. No hay que esperar al más allá para vivir en plenitud; Jesús nos regala vida, aquí y ahora. Ninguna muerte tiene más poder que su vida. Podemos cantar en medio de la prueba, danzar también en los tiempos más sombríos, agradecer siempre, atrevernos a vivir su vida que es la nuestra. Jesús no está en crisis. Jesús, tu vida bulle en nuestras entrañas, se desborda en la entrega.     
‘El Padre y yo somos uno’. Jesús es el fiel reflejo de la bondad del Padre, vive en comunión plena con Él. Conocemos al Padre al vivir con Jesús; al amar a Jesús, el Padre vive en nosotras/os. Te alabo, Padre, manantial inagotable de vida. Te alabo, Jesús, vida entregada en gratuidad. Te alabo, Espíritu Santo, vivificador de toda vida.
¡Feliz Pascua de Resurrección!

CIPE – Abril 2016

domingo, 10 de abril de 2016

Domingo tercero de Pascua


Lectura orante del Evangelio: Juan 21,1-19
“Jesús es Camino real, Camino luminoso” (Beata Isabel de la Trinidad).  
‘Es el Señor’. Solo la presencia de Jesús da sentido a nuestra vida de discípulas/os, a nuestra misión de anunciadores del Evangelio. La ausencia de Jesús nos deja sumidas/os en la noche. Por eso, cuánto bien nos hacen quienes lo reconocen y señalan con pasión de enamoradas/os, son centinelas de la mañana. Cuánto bien nos hace descubrirlo en la oración mientras escuchamos su Palabra y tratamos de amistad con Él. ‘Es el Señor’. Su presencia nos llena de alegría. Jesús, Tú eres nuestro Señor, tú eres nuestra vida.
‘Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?’ Esta pregunta que hace Jesús a Simón nos la hace a cada una/o de nosotras/os: ‘¿Me quieres?, ¿me quieres?’ El Amor quiere ser amado. El amor a Jesús es lo que da valor a nuestra vida cristiana, a nuestra oración. No está la cosa en pensar mucho, ni siquiera en hacer mucho, sino en amar mucho. Lo decisivo no es el activismo sino el cuidado de la presencia de Jesús en medio de nosotras/os. Jesús se acerca, nunca se cansa de nosotras/os; olvida el desamor con que le hemos negado tantas veces, no da a nadie por perdido, nos ofrece de nuevo la aventura de amarle. Gracias, Jesús, por preguntarnos por lo esencial.
‘Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero’. ¡Qué hermosa confesión de amor! La hacemos nuestra. Afortunadamente, gracias a Jesús, las/os pecadoras/es podemos volver a enamorarnos de Él. El amor verdadero no engaña. El amor verdadero es humilde. El amor verdadero brota de los ojos deseados que llevamos dentro dibujados. El amor verdadero se manifiesta en el abandono confiado. El amor verdadero da sentido a la oración. Jesús, tú nos conoces, tú sabes que te queremos.
‘Apacienta mis ovejas’. En el encuentro con Jesús, Él siempre nos invita a acompañar y cuidar a los demás. Solo en Jesús, en la escucha de su Palabra, se alimenta nuestra fuerza evangelizadora. ‘Apacienta mis ovejas’. Apacentar es llevar en los labios un relato de salvación, es tener como meta la compasión. Apacentar es escuchar el latido de otros corazones y abrir en ellos brechas para que entre la vida de Jesús. Apacentar es amar de tal modo que Jesús pueda cuidar de todas/os. Apacentar es sanar las heridas del mundo con la misericordia de Jesús. Toda misión apacentadora se fundamenta en el amor de Jesús, recibido y dado gratuitamente. Cuando experimentamos la mirada amorosa de Jesús sobre nosotras/os, encontramos fortaleza para cuidar la vida de las/os pobres, las/os pequeños, las/os enfermas/os. Jesús, pones tu misión en nuestras manos. ¿Por qué confías tanto en nosotras/os?
‘Sígueme’. ¿Por qué nos llama Jesús a seguirle? ¿Acaso no nos conoce y sabe de qué pasta estamos hechos? No es hora de buscar razones que expliquen por qué nos llama. La llamada a seguir a Jesús siempre es gratuita, siempre es posible. La belleza está en el camino, en poner nuestros pies en sus pisadas mientras escuchamos su Palabra. Te seguimos, Jesús. Vamos contigo. Tú vienes con nosotras/os. ¡Qué alegría!  
Feliz Pascua de Resurrección – CIPE, Abril 2016