sábado, 18 de julio de 2015

Domingo décimo sexto del tiempo ordinario



Lectura orante del Evangelio en clave teresiana: Marcos 6,30-34
“¡Oh caridad de los que verdaderamente aman a este Señor y conocen su condición! ¡Qué poco descanso podrán tener si ven que son un poquito de parte para que una alma sola se aproveche y ame más a Dios, o para darle algún consuelo, o para quitarla de algún peligro! ¡Qué mal descansará con este descanso particular suyo! Y cuando no puede con obras, con oración, importunando al Señor por las muchas almas que la lastima de ver que se pierden” (Fundaciones 5,5). 
Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús. Escena entrañable para la oración, personal o de grupo: volver de las tareas para estar a solas con Jesús, tener con Él un encuentro sereno; contarle cómo nos ha ido por el camino; hacer de ello un hábito diario. ¡Qué maravilla! ¡Y tan alcance de la mano! “¡Oh Jesús mío!, cuán grande es el amor que tenéis a los hijos de los hombres, que el mayor servicio que se os puede hacer es dejaros a Vos por su amor y ganancia y entonces sois poseído más enteramente” (Exclamaciones 2,2).    
Le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. ¡Qué profundo misterio! Jesús está con el oído abierto para escuchar nuestra voz y contemplar nuestro rostro. Así engrandece nuestra nada. ¡Cuánto le interesan nuestras cosas! Está enamorado de nosotros y la dolencia de amor solo se cura con la presencia y la figura. Tratar de amistad con Jesús, contarle la vida en confianza y verdad, mirarle y decirle nuestro amor, eso es la oración. Jesús, Tú siempre me esperas. ¿Qué te contaré hoy?
Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco. No basta con lo que hemos hecho y lo que hemos enseñado. No basta con transmitir la mirada de Dios sobre la humanidad. Nuestro corazón necesita también ser mirado y amado. Jesús lo sabe y nos lleva a un sitio tranquilo. Él es el sitio tranquilo. El verdadero descanso acontece en la interioridad habitada. Él es el ameno huerto deseado, donde la vida se recrea y se personaliza la experiencia. Él es la presencia que nos embellece y nos hace ser. Te necesito, Jesús. ¡Qué suerte poder estar contigo! Vámonos a ver en tu hermosura, entremos más adentro en la espesura. 
Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma. La oración nos lleva de nuevo a los caminos, es misionera. Lo escuchado y compartido con Jesús no es solo para nosotros. Fuera, hay muchos que buscan vida verdadera y tienen hambre de escuchar la gracia. Con la mística de los ojos abiertos, miramos al mundo de frente, continuamos los pasos de Jesús y Él viene con nosotros. La oración se asoma en la enseñanza compasiva, en la sensibilidad antes los signos, en la comunicación del Evangelio, en la comunión de todos los amigos de Jesús. Ven, Espíritu Santo. Llena mi vida de Jesús. Dame fuerza para salir y comunicar a mis hermanos, que son los tuyos, la verdad y la vida que he encontrado en tu fuente.  
CIPE – julio 2015