Lectura orante del Evangelio en
clave teresiana: Marcos 4,35-40
“Él me dio grandísima luz” (Vida
30,4).
‘Vamos a la otra orilla’. La oración es un encuentro con Jesús en la interioridad. Esta conciencia
“de que vive Dios en mí” (V 23,1) es el comienzo de la nueva vida. En lo
secreto de nuestro corazón Jesús siembra energías de compasión hacia los otros.
Solo entonces somos de verdad. La vida nueva de Jesús nos hace dejar la indiferencia
hacia los otros para pasar a la cultura del encuentro. No oramos para poner a
Jesús de nuestra parte, sino para ponernos de parte de Él. Mientras más nos
unimos a Jesús, más nos llama a salir de nosotros mismos e ir a la otra orilla al
encuentro del pueblo que está esperando el Evangelio. No es fácil dar este
paso. A Teresa de Jesús le costó mucho entenderlo y darlo. “Sea el Señor alabado que me libró de mí” (V 23,1).
Se levantó un fuerte huracán, las
olas se rompían contra la barca. El viento fuerte y el
oleaje acontecen mar adentro. El miedo a ser personas nuevas se levanta como
una ola que amenaza nuestra barquilla. Parece que todo está en contra de que
acontezca en nosotros un nuevo nacimiento. De ahí la tentación de quedarse en
tierra, en la propia orilla, pensando de nosotros como siempre lo hemos hecho,
con las pautas de comportamiento que nos marca el ambiente. Teresa de Jesús
supo mucho de este forcejeo cuando se sintió llamada a ser ella de verdad. “No hay virtud de mujer que no tengan por
sospechosa” (CE 4,1).
‘Maestro, ¿no te importa que nos
hundamos?’ ¿Cómo aprender a vivir como personas a pesar de
los miedos? “Comencé a temer” (V 23,2), dice Teresa. “Pues estándome sola, sin
tener una persona con quien descansar, ni podía rezar ni leer, sino como
persona espantada de tanta tribulación y temor de si me había de engañar el demonio,
toda alborotada y fatigada, sin saber qué
hacer de mí” (V 25,17).
Se puso en pie, increpó al viento
y dijo al lago: ‘¡Silencio, cállate!’ Jesús nos empuja, nos
ama de verdad. El encuentro con Él y con nosotros es un mismo proceso de
liberación. Los miedos se van rompiendo a medida que crece nuestra confianza en
Él. Teresa de Jesús no halló fácilmente quien la entendiera, muchos se burlan
de ella, la contradicen. Sin embargo, busca quien le haga de espejo, necesita
encontrar la luz en la humanidad de otros hombres y mujeres. “Está todo el
medio de un alma en tratar con amigos de Dios” (V 23,4). “En todo me parecía
hablaba en él el Espíritu Santo para curar mi alma, según se imprimía en ella”
(V 23,16). “Dejóme consolada y esforzada,
y el Señor que me ayudó para que entendiese mi condición” (V 23,18).
‘¿Quién es éste? ¡Hasta el viento
y las aguas le obedecen!’ El yo desgarrado por tantos
temores y contradicciones no se siente desamparado. Alguien está cerca, no nos
abandona. De esta sabiduría nueva nace la creatividad y fortaleza para ir a la
otra orilla. ¿Quién es el que ha obrado este cambio? “Yo soy y no te
desampararé; no temas… Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con
fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y luz que en un punto vi
mi alma hecha otra… ¡Oh, qué buen Señor y
qué poderoso!... Sus palabras son obras. ¡Oh, válgame Dios, y cómo fortalece la
fe y se aumenta el amor!” (V 25,17-18).
FELIZ
DOMINGO - CIPE – junio 2015