Lectura orante del Evangelio: Lucas 10,25-37
“Ignorar el sufrimiento
del hombre significa ignorar a Dios” (Papa Francisco).
‘¿Qué tengo que hacer
para heredar la vida eterna?’ Nos ponemos al aire del Espíritu; Él nos
enseña a personalizar la Palabra que da vida en abundancia. Hacemos nuestras
las preguntas del escriba: ‘¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?’
y ‘¿cuál es mi prójimo?’ Nos abrimos a Jesús sin miedos paralizantes, dispuestas/os
a escuchar su respuesta aunque nos descoloque. Entramos en relación con todo. Oramos. María, vuelve a nosotras/os tus ojos
misericordiosos para que en ellos veamos a Jesús.
‘Amarás al Señor con
todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo’. La respuesta de
Jesús a nuestras preguntas viene al momento. La vida plena está, no solo en
conocer el amor, sino, sobre todo, en saber amar. Solo el amor es digno de fe. El
amor es la verdad más honda, la que Dios, al mirarnos, ha dejado dibujada en
nuestro corazón. Amar es lo más nuestro, nuestra verdad más verdadera, el
examen que nos harán a la tarde de la vida. Y lo que Dios ha unido: amar a Dios
en el corazón del prójimo y amar al prójimo con el corazón de Dios, que no lo
separe nuestro yo egoísta. María, recrea
en nuestro corazón la fuente del amor: a Dios y a los prójimos.
‘Un hombre… cayó en
manos de unos bandidos… dejándolo medio muerto’. Jesús va más allá de las
teorías que conducen a discusiones inútiles; nos saca a la calle, donde están
las víctimas: hombres y mujeres ninguneados/as. Descentra la mirada del yo y
nos invita a mirar a las/os heridas/os del camino. Detener nuestra mirada en
ellas/os es mirar a Jesús. Mirar compasivamente a quienes sufren, eso es creer,
eso es orar. Siempre habrá cerca algún/a apaleado/a, que nos descubrirá la
verdad o mentira de nuestra fe; no hay mejor crisol para probarnos. María, enséñanos a mirar a quienes sufren.
‘Un sacerdote bajaba por
aquel camino, dio un rodeo y pasó de largo’. Nunca es verdadera una
vida si se vive en paralelo con una oración que no toca las heridas ni cura las
dolencias. Pasar de largo ante un/a herido/a es pasar de largo ante Dios y ante
la propia dignidad. No existe un verdadero culto si ello no se traduce en
servicio al prójimo. Sin prójimo, no hay Dios que valga. María, despierta nuestra compasión hacia quienes sufren.
‘Pero un samaritano al
verlo se le acercó y lo cuidó’. Se mueven las entrañas ante el sufrimiento
del otro. El amor cristiano es un amor comprometido que se
hace concreto en la vida. En los gestos concretos de misericordia del buen
samaritano reconocemos el modo de actuar de Jesús, que se ha revelado en la
historia por medio de acciones marcadas por la compasión. Él no ignora nuestros
dolores y sabe cuánto necesitamos de su ayuda y de su consuelo, se hace cercano
y no nos abandona nunca. Jesús nos provoca: el rostro misericordioso de Dios lo
manifiesta el que es peor visto; el corazón ve mejor que la doctrina; la
misericordia está por encima del culto; los/as samaritanos/as compasivos/as son
la esperanza de la humanidad. María,
Madre de misericordia, cúranos para poder curar.
‘Anda y haz tú lo
mismo’. O ‘hagan lo que Él les diga’, que es la propuesta de María, la Madre del
Carmelo. No pasar de largo en este día, ir por la vida con el corazón abierto. Seremos
prójimos de los que sufren si en nuestro corazón hay compasión, capacidad de
sufrir con el/la otro/a. Sin compasión, el amor no existe. "Nunca dejemos que
alguien se acerque a nosotras/os y no se vaya mejor y más feliz” (Teresa de
Calcuta). María, sintoniza nuestro
corazón con el tuyo, para ir por la vida haciendo lo mismo que Jesús, el buen
samaritano.
¡FELIZ DOMINGO Y FELIZ
DÍA DEL CARMEN! Desde el CIPE – julio 2016