Lectura orante del Evangelio: Mateo 3,1-12
“El
adviento es un encuentro con Jesús” (Papa Francisco).
Convertíos,
porque está cerca el reino de los cielos. Las profetisas y los profetas son
las/os precursores de Jesús. ¡Cuánto les necesitamos! Con fuego del Espíritu y
locura de amor por el pueblo agitan la vida acomodada, abren sin miedo caminos
nuevos, avisan del riesgo de seguir adelante por inercia. Su grito, nunca
acallado del todo, resuena también para nosotras/os: Pongan en el centro a
Jesús, abran los ojos para mirarle, vuelvan a Él, permitan que les hable e
ilumine sus problemas, interrogantes y sufrimientos, acojan su Evangelio. Las
profetisas y los profetas nos invitan a convertirnos de todo corazón a Dios.
Nos convertimos cuando dejamos espacio al consuelo que viene del Señor. Oramos
dando gracias, dejándonos amar por el Señor. Ven Jesús. Consuélanos con María, la mujer que salió de sí misma para
encontrarte.
Preparad el
camino del Señor, allanad sus senderos. Las profetisas y los profetas
proclaman en los cruces de los caminos: ‘Preparad el camino del Señor’, no estén
parados, pónganse en camino para encontrar al Señor que les busca. Hacemos bien
en escuchar la voz de los profetas. Ellas/os nos invitan a soñar en lo
imposible, sin que nos encerremos en el pasado. Sus mensajes, cargados de
esperanza, rompen nuestras durezas, nos empujan más allá de tristezas y
lamentos, invitan a desaprender para aprender. Abrimos el oído para escuchar
este rumor imparable de la Vida, con el que Dios quiere sorprendernos: Él es el
Señor de las sorpresas. Ven Jesús. Enséñanos
a vivir como María: en esperanza de Dios, desafiando toda desesperanza.
Dad el fruto
que pide la conversión. El fruto que pide la conversión a Dios es una compasión
hacia todas/os, que transforme nuestras vidas en vidas samaritanas para curar las
heridas de quienes sufren. El fruto es el aprendizaje de un estilo de vida que
acoge a quienes piensan y creen de distinto modo que nosotras/os, para aunar fuerzas
y trabajar juntas/os por la justicia, la verdad, la paz. El fruto es un lujo de
bondad con el que Dios nos hace capaces de poner amor donde no lo hay. El fruto
es una melodía de esperanza que vence toda sombra y todo luto, abre caminos en
el barro, afirma la libertad en la misma esclavitud, pone en marcha estilos de
vida solidarios donde las/os más pequeñas/os pueden respirar. El fruto es
sentirnos llamadas/os a ‘una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría
de Jesús’ (Papa Francisco). Ven Jesús:
fruto de salvación que nos viene de la Virgen María.
Yo os bautizo con agua… pero Él os bautizará con
Espíritu Santo y fuego. Si el pozo no mana, nosotras/os no podemos fabricar
el agua. Todo viene del fuego del Espíritu. Él es nuestro amigo. Con Él todo es
gracia. "Quiero pedir para usteds el
Espíritu Santo. Que el Espíritu Santo descienda sobre ustedes y puedan todos
decir lo más pronto posible que el Espíritu Santo es su amigo, su luz,
que Él es su maestro. Es lo que les deseo a todos, es lo que pido y
seguiré pidiendo. La gran riqueza es estar poseídos por el Espíritu Santo, ser
transformados por el Espíritu" (Bto. María Eugenio del Niño Jesús). Ven
Jesús. Bautízanos con el Espíritu de María.
¡Feliz tiempo
de Adviento! Desde el CIPE – Diciembre 2016