Lectura
orante del Evangelio en clave teresiana: Marcos 1,14-20
“Mirad que convida el Señor a todos” (Camino
19,15).
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a
Galilea a proclamar el Evangelio. Comenzamos la oración abriéndonos
sin temor a la acción del Espíritu Santo. Él nos pone ante Jesús, nos deja con
Jesús para que estemos y hablemos con Él, “el amigo verdadero” que sale “sin
espantarse” a anunciar el Evangelio a pesar de que han encarcelado la voz del
profeta. En este momento podemos tener delante un rostro de Jesús: “Quisiera yo
siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen, ya que no podía traerle
tan esculpido en mi alma como yo quisiera” (V 22,4). El amor de Jesús nos
motiva, nos alienta para vivir el gozo del Evangelio y salir a anunciarlo. Si
algo nos paraliza por dentro, nos conviene escuchar lo que le dijo Jesús a
Teresa: “Diles
(a todos tus miedos)… que si podrán por ventura atarme las manos” (R 19). Como
Jesús conoce nuestra falta de audacia para proclamar hoy el Evangelio “nos
ayuda con palabras y con obras… nos da aliento. Sea por todo alabado” (F 31,4).
‘Está cerca el Reino de Dios’. Jesús está cerca de nosotros, nos
regala su mirada, “vuelve a cautivarnos una y otra vez” (Papa Francisco). Teresa nos
invita a despertar esta presencia, una y otra vez: “Si os acostumbráis a
traerle (cerca de vosotros) y Él ve que lo hacéis con amor… no le podréis echar
de vosotros” (C 26,1); “Procurad representar a Cristo dentro de vosotros” (V
9,4), pues “no parece fue en su mano apartarse un momento de
nosotros” (V 22,6), siempre está haciéndonos “llamamientos… para que nos
acerquemos a Él” (2M 2). Su Reino es “un tesoro de vida y amor que no puede
engañar” (Papa Francisco). Nada está más cerca de nosotros que su amor. “Si una vez nos hace el Señor merced que se
nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil” (V 22,14).
‘Convertíos y creed en el Evangelio’. Nos detenemos en estas palabras de
Jesús, que “llenan de alegría el corazón y la vida entera” (Papa Francisco).
‘Convertíos', ‘fiaos de Mí’. “¡Oh Señor mío, que si de veras te conociésemos,
no se nos daría nada de nada, porque dais mucho a los que del todo se quieren
fiar de Ti!” (C 29,3). ‘Creed en el Evangelio’, “creed de Dios mucho más y más”
(5M 1,8). “Dejad
a Dios hacer” (V 22,15), porque nosotros “somos tan tardíos de darnos del todo
a Dios, que no acabamos de disponernos” (V 11,1). Nuestra conversión es cosa
suya. “Fortaleced (nuestra) mi alma y disponedla primero, Bien de todos los
bienes y Jesús mío, y ordenad luego modo cómo hagamos algo por Ti, que no hay
ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada” (V 21,5).
Vio a Simón y a su hermano Andrés… Jesús les
dijo: ‘Venid conmigo’. Ir por la vida con Jesús, ¡qué
alegría! “¿Pensáis
que es poco un tal amigo al lado?” (C 26,1). Buscarnos y encontrarnos en Él “es una
dignidad tan grande que me regalo extrañamente en pensar en ella” (V 11,1). Nuestra
oración ha sido un tiempo de gracia que termina en la entrega a Jesús de lo que
somos: “Aquí está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad; todo os lo he
dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra. Bien veo yo, mi Señor,
lo poco que puedo; mas llegada a Vos, no os apartando de mí, todo lo podré” (V
11,5). “Juntos andemos, Señor. Por donde
fuereis, tengo de ir. Por donde pasareis, tengo de pasar” (C 26,6).
¡Feliz
Domingo! Desde el CIPE – enero 2015