Lectura orante del Evangelio: Lucas 3,1-6
“Vivamos en el centro de nuestra alma, lugar
donde Él habita. Y entonces, hagamos lo que hagamos, viviremos en intimidad con
Él” (Isabel de la Trinidad).
En el año quince del reinado del emperador Tiberio… vino la Palabra de
Dios sobre Juan, hizo de Zacarías, en el desierto. La Palabra no está encadenada a lugares importantes, ni a status de
poder, ni a personas señaladas; se hace presente en el desierto, a un hombre solitario.
La Palabra creadora se mueve con libertad, va a donde quiere, llama a quien
quiere. La Palabra se hace humanidad, se hace misericordia. Entrando en hombres
y mujeres, hace de ellos amigos de Dios y profetas, capaces de leer los signos
de los tiempos y de contar la historia de otra manera. Todas las Palabras de
Dios miran a Jesús, que es la Palabra definitiva, en la que el Padre nos dice
su amor. La oración es la fiesta de la Palabra en la interioridad. Así la vivió
María. Jesús, Palabra única. Tú nos
abrazas dentro. Te abrazamos.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de
conversión. La Palabra, como las raíces, se mueve por dentro, creando
vida nueva. Los sabios y poderosos del mundo no se enteran de su presencia
transformadora. Los acontecimientos decisivos de la historia se preparan y
acontecen fuera de los ámbitos del poder. Un hombre, escondido en el silencio
del desierto, abierto a la Palabra, será quien anuncie caminos de conversión.
Una mujer, María, con la Palabra dentro, dejará los caminos sembrados de
alegría. Así actúa el Espíritu. Hoy sigue manifestándose en mujeres y hombres,
sencillos y limpios de corazón. Impregnados de misericordia recorren el mundo
llevando la bondad y la ternura de Dios, pidiéndonos un cambio de vida. Quien
lleva dentro la Palabra no puede hacer daño, en nombre de Dios, a otro ser
humano. Quien sigue el rastro creador de la Palabra no puede destruir el
planeta Tierra que Dios nos ha regalado como morada. Cuando oramos, llevamos
dentro la Palabra y nos dejamos hacer por Ella; extendemos aires de
misericordia sobre el mundo. Jesús, en ti
todo habla de misericordia. Todo está lleno de compasión y de ternura. Gracias,
por venir a nosotros. Te alabamos.
‘Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos’. ¿Cómo responderemos a esta llamada que nos hace Dios en el Adviento? Juan,
que no puede callar la novedad inaudita de esta Palabra de vida que visita los
pueblos, nos lo dice: “Preparad el camino del Señor”. ¿Y cómo lo haremos?
Buscando en estos días el silencio interior para escuchar la Palabra en los
adentros; mirando a María, para descubrir en Ella señales de esperanza; viviendo
nuestra fe en comunidad para experimentar el ánimo de los hermanos; yendo al
encuentro de las necesidades de los más pobres. María, enséñanos, a preparar el corazón para acoger a Jesús. Él es
nuestra Navidad.
Y todos verán la salvación de Dios. Dios es fiel a
sus promesas, nunca rompe con nosotros. Los profetas han preparado caminos; han
sido candelas encendidas en la noche. Pero cuando llega Jesús, Palabra de amor
y de vida para todos, comienza algo totalmente nuevo, ya no es necesaria la luz
de las lámparas; Él ilumina a todos con su luz, alegra a todos con su
salvación. En Jesús, todos descubrimos el derecho a reír, sin avergonzarnos.
Nuestros rostros llevan dibujado su rostro de misericordia. Jesús, que te vean nuestros ojos; que los
ojos de todos te vean y se alegren.
¡Feliz Navidad! - CIPE, diciembre 2015