Lucas 9,11-17
“Nada refleja mejor el amor del corazón de
Dios que la Eucaristía. Es la comunión, es Él en nosotros, nosotros en Él. Y
¿no es esto el cielo en la tierra?” (Beata Isabel). .
‘Despide a la gente que vayan a las aldeas
y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida’. Hay muchas/os que tienen hambre de vivir,
de ser amadas/os, escuchadas/os, comprendidas/os. Hay muchas luces que
encender, muchos cuerpos gastados que abrazar, muchas noches esperando auroras,
muchos sufrimientos en busca de consuelo, muchas soledades sin compañía, mucha
fe perdida en busca de una fuente. ¡Cuántas
veces nos echamos a un lado! No aprovechamos las ocasiones que se presentan
cada día para realizar acciones a favor de las/os demás. El momento más bello
es el momento presente. Si lo vivimos en la plenitud del amor de Dios nuestra
vida será maravillosamente bella. Cada palabra, cada gesto, cada conversación
telefónica, cada decisión es la cosa más bella de nuestra vida. No vivamos
ningún momento sin sentido. Señor, Jesús,
enséñanos a afrontar la realidad.
‘Denles ustedes de comer’. Como los
apóstoles, también nosotras/os queremos escoger el camino fácil, Pero la vida
es aprender a amar. Así nos la ha enseñado Jesús. La última verdad, la más simple, la más
cercana a Jesús, es dar la vida, amar a todas/os, hacernos cargo de la gente
que tiene hambre, que sufre, que está sola. Estas son las obras que quiere el
Señor. Esta es la eucaristía ampliada que Jesús quiere celebrar en el mundo:
una eucaristía llena de signos inteligibles, de compromiso y comunión
solidarios, de amor del bueno. Queremos ser como quienes entregan todo lo
que tienen. Jesús, enséñanos a vivir el
momento presente colmándolo de amor.
‘No tenemos más que cinco panes y dos
peces’. No tenemos más que el momento presente para colmarlo de amor. Frente a
las disculpas está el amor. Las lógicas humanas son muy razonables, pero muy distantes de la compasión radical de
Jesús, de la bondad del Padre, de la gracia a manos llenas del Espíritu. Nuestra
vida no nos pertenece, toda ella es de Dios para el bien de las/os demás.
Además, tenemos que distinguir entre Dios y las obras de Dios. Algo pequeñito,
hecho con amor, es más fecundo que las obras grandiosas. Cuando no tenemos casi
nada y escogemos a Dios, Él hace maravillas. Jesús, aquí estamos. Y Tú nos
dices: Aquí estoy yo.
Él, tomando los cinco panes, alzó la
mirada al cielo, pronunció la bendición, los partió y se los dio a los
discípulos para que se los sirvieran a la gente. Antes de dar de
comer a la gente hambrienta, Jesús oró. Antes de realizar nuestra tarea,
tenemos que orar. El centro de nuestra
oración es una mirada prolongada a Jesús, hasta hacerse adoración y pan partido
y repartido. En Jesús está la raíz de todo amor, de toda entrega. Viéndole a Él
entregando el pan, nos sentimos llamados a entregar la vida. La Eucaristía es
la más hermosa oración, es la cumbre de la vida cristiana. La fuerza y el amor
de Jesús son irresistibles. Donde hay eucaristía, la paz arraiga, la bondad se
extiende, hay pan para todas/os, Jesús está en medio, hay futuro para la
humanidad. Tenemos tu amor en el
corazón. Tú estás en medio de nosotras/os. Es hora de amar. ¡Qué poder tan
liberador tiene tu amor, Jesús!
¡FELIZ FIESTA DEL CORPUS CHRISTI! Desde el CIPE – Junio 2016