Querid@s amig@s y herman@s de camino y solidaridad con
nuestra Iglesia Comunidad, nuestra Iglesia local del Vicariato Apostólico de
San Miguel de Sucumbíos, -ISAMIS-:
Queremos agradecer a tod@s ustedes sus
manifestaciones permanentes de solidaridad y cariño y de manera especial las
recientes ante la Pascua definitiva de Monseñor Gonzalo López Marañón, nuestro
Obispo emérito, fray Gonzaliño, como le gustaba que le llamaran en Calunda, Diócesis
de Luena, Angola, África, donde le acogió con gran cariño y generosidad, el
Obispo Mons. Tirso de Jesús Blanco. Le agradecemos de corazón a él, así como a
todas las personas que lo cuidaron allí con tanto esmero y a los Padres
Carmelitas brasileños Gilberto y Mariano con quienes vivió este último tiempo
su sueño de ser y hacer comunidad. Estuvo allí feliz un año, como fiel seguidor
de Jesús y del Dios de Jesús, desde lo que sentía que era su vocación y la
voluntad de Dios en él y desde allí Él lo llamó: siendo entre l@s
pobres, misionero hasta el final.
Para cada un@ de nosotr@s y como comunidad eclesial
en nuestra iglesia de Sucumbíos, acompañad@s por nuestro obispo Mons. Celmo
Lazzari, su vida y compromiso “con los ojos en Dios y en la gente” ha sido una
experiencia de gozo pascual que nos alienta a seguir profundizando y haciendo
realidad para fortalecer nuestro proceso de unidad, de plan diocesano
quinquenal, para seguir construyendo Reino de Dios desde aquí y ahora.
¡¡¡Siempre en camino!!!
Nos permitimos compartir enseguida la homilía de
Mons. Tirso de Jesús Blanco en la Misa de cuerpo presente en Luena, Angola, el
pasado jueves 12 de mayo de 2016, que sintetiza buena parte de esta riqueza
evangélica.
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Hoy
celebramos la Pascua de nuestro hermano Obispo Gonzalo López Marañón. La
homilía no es el momento para hacer un elogio fúnebre. Voy a hablar de la
Biblia hablando de fray Gonzaliño, como a él le gustaba que le llamaran. Y voy
a hablar de fray Gonzaliño hablando también de la Biblia.
Felices los que mueren
en el Señor. Descansen de sus trabajos, dice el Espíritu, pues sus obras les
siguen.
La historia
de fray Gonzaliño entre nosotros viene de muy lejos, de 1582. En ese año, el
último de la vida de Santa Teresa de Jesús, ella misma envió los primeros
carmelitas descalzos a Angola. Los dos primeros grupos enviados no llegaron a
tierras Angoleñas. Un naufragio se llevó la vida del primero, y los corsarios
lo hicieron con el segundo. La santa persistencia hizo que, a pesar de los
sucesivos infortunios, un tercer grupo llegase a Angola en el año 1584. ¡Cuánta
teimosía evangélica y evangelizadora necesitamos hoy! ¡Cuánto coraje!. Los pueblos
de Golungo Alto son testigos del valioso
trabajo de esos primeros misioneros y la Iglesia de Nuestra Señor del Carmen de
Luanda, de su sensibilidad artística y espiritual.
El Año
Jubilar Teresiano (2015) fue preparado cuidadosamente. Vino una delegación, a
finales del 2012, y visitó varias diócesis de Angola, concretamente seis,
viendo las necesidades pastorales. Para
que, según se lee en la página web de los carmelitas descalzos de Portugal, Dios mediante, en el 2014 o en el 2015, en
el contexto de las celebraciones del V Centenario del nacimiento de Santa
Teresa de Jesús, podamos alegrarnos con
la Santa con el regreso de sus hijos a estas tierras que ella tanto soñó.
Fray
Gilberto y Fray Mariano cumplieron el deseo de Santa Teresa en Calunda, lugar
olvidado por casi todos. Monseñor Gonzalo, luego de 40 fecundísimos años en
Sucumbíos, donde ha dejado recuerdos imborrables que nadie podrá olvidar en
aquellas tierras, se unió al grupo, humildemente, casi como quien se da un
paseo. Uno de los mensajes de condolencia dice que él era un verdadero
monumento misionero. Así se presentaba por carta en el 2014: “Le escribo en la fiesta de la Epifanía, día
de la Misión ad gentes, para implorarle atrevida y confiadamente que me reciba
en su diócesis como misionero de a pie, sin patente, así directo y simple.
No quiero atrasarme en la hora, tengo 81 años y
debo aprovechar los días que me quedan, no estoy chocho (viejo achacoso y algo ido) y
aún camino. Tengo buena salud y quiero servir al Señor y a su Iglesia siguiendo
los pasos de Jesús hasta el fin” (hasta aquí Dom Gonzaliño – Epifanía 2015).
No quiso
llevar una vida tranquila, un merecido descanso luego de 40 años de lucha por
los pobres en que no ahorró esfuerzos para mejorar la vida de las poblaciones
que le fueron confiadas, apostó por los laicos y su formación para que pudieran
asumir protagonismo en la misión, porque la misión repetía
frecuentemente es hasta el final.
Felices los que tienen
un corazón de pobre, porque de ellos es el Reino de los cielos, bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados. Bienaventurados
los que son perseguidos por causa de la justicia porque de ellos es el Reino de
los cielos. Bienaventurados serán cuando los calumnien, cuando los persigan y
digan falsamente todo lo malo contra ustedes por mi causa.
Queridos
hermanos, ayer y hoy, en Sucumbíos y en Moxico, proclamar el Evangelio, buscar
la justicia, vivir con un corazón de pobre, ocasiona oposiciones, calumnias,
envidias, odios… pero todo se soporta en Aquel que nos fortalece.
No pensemos
que las bienaventuranzas son un camino para la felicidad, ellas valen por sí
mismas… la gente piensa, ahora vivo como pobre luego Dios me recompensará haciéndome
muy rico. No. Las bienaventuranzas valen por sí mismas… la llega con creces.
Cuando la agitación,
las dificultades, el ruido exterior es mayor… el corazón se purifica, se eleva,
ve lejos, tiene metas altas y no desiste de aquello que ve. Cuando el corazón
está libre de ambiciones la distancia entre el sueño y la realidad se acorta.
Pero cuando nos dejamos enredar por intrigas, por ambiciones… entonces el sueño
comienza a alejarse. No nos dejemos enredar por palabras que nacen a veces de
la desesperación y que no conducen a la salida. Es posible un desarrollo
espiritual a pesar de la crisis moral que nos afecta a todos. No pretendemos
dar lecciones a nadie pero sabemos que con la ayuda de todos podemos salir. Es
posible vencer los males que nos aquejan: la corrupción, el atraso, la miseria,
el alcoholismo, la falta de perspectiva en la vida, los defectos, la búsqueda
de soluciones mágicas para resolver de forma inmediata nuestros problemas. No
podemos renunciar a nuestros sueños en relación a nuestra iglesia, a nuestra
cultura, al trabajo, a la vida. La transformación que buscamos no viene a través del lujo, pero sí a través de
las bienaventuranzas que se vuelven posibles.
Sí.
Necesitamos un pensamiento sereno y firme, orante y operativo, lúcido y
perseverante, que une fuerzas, da valor y no dispersa, que motiva a caminar
juntos, que es el lema de nuestro sínodo diocesano. Así, pues, podremos ver
cambios, transformaciones profundas en nuestra sociedad.
Quien ora
de verdad, mueve el mundo. Orar en verdad. Yo pienso en las señales que nos ofrece a veces el Papa
Francisco, cuando reza Dios inspira, y cuando inspira actúa, a través del
discernimiento. Pienso en la creatividad de Mons Gonzalo. Dónde reside la
fuente de esa creatividad? En la
oración, él rezaba mucho! Recuerden: cuando el rey Muanga II, de Buganda, quiso
inducir a los jóvenes de su corte a pecar, les prohibió rezar. La firmeza de
los adolescentes mártires de Uganda venía de la oración.
Quiero
leerles ahora una parte de la carta que Monseñor Gonzalo escribió a su hermana
y que ella nos compartió. Esta carta probablemente fue escrita en Cazombo. Dice
así: Ayer un niño de no más de dos años
paseaba de aquí para allá como un pajarillo curioso; le hice una seña, vino
hacia mí y lo senté sobre mis rodillas, y se durmió hasta el final de la misa. En
esas condiciones pasé de concelebrante a sentirme casi como la Virgen. Yo veía
al niño tan tranquilo y tan feliz, durmiendo encima de mis rodillas y pensaba,
pues más o menos, o más que menos, así nos tiene a todos nosotros el papá Dios
en sus brazos.
Es todo tan extraño. Debo reeducarme y ver cómo
me identifico cada día más con Jesús. No para sobrevivir sino para vivir aquí
con los cinco sentidos y algún otro más.
No estoy en el paraíso, pero he buscado este
lugar para mi etapa final y estoy muy bien. Lo que no quiere decir que tenga
una vida fácil.
Aquí no hay distracciones. Por suerte estamos lejos
de la hipocresía y la mentira desmesuradas que tienen comido el mundo. Tengo la
sensación de que podré entregarme a lo que no se lleva el viento y centrarme en lo que creo, hasta el final. Y
tienes que saber que no me olvido de vosotros y os coloco ante Dios.
Cuando recéis acordaos de mí: No quiero ser
débil, quiero completar según la voluntad de Señor la tarea que El reservó para
mí.
La vida y la fe me enseñaron que cuando las
cosas van limpias y claras las metas se cumplen, mucho más de lo que esperamos,
aún los asuntos de menor importancia. No se debe desistir fácilmente de los
nobles propósitos y de la conquista de los ideales por los que vale la pena
vivir. Esta me parece que es la razón de mi alegría, que nadie me puede quitar
y una constante de mi vida que fue un gran don de Dios para mí, como una y cada
día más bonita a ventura.
”Que seáis muy felices y os cuide el Buen Jesús, os desea este náufrago
desde África profunda”.
Como les
decía las bienaventuranzas no son un camino para la felicidad, viviendo las
bienaventuranzas la felicidad viene con mayor abundancia.
No es
fácil, cuando muere alguien, repartir la herencia, y lo sabemos por experiencia,
qué vamos a hacer con las cosas que dejó el difunto? Pero él murió pobre, tal
como vivió entre nosotros. Así que no nos deja bienes materiales. Pero nos deja
otro tipo de herencias.
La primera
herencia que nos deja es Calunda. ¡Cómo trabajaron estos tres carmelitas
descalzos para construir la casa y animar las comunidades en Calunda! Si
ustedes supieran. Su sudor bañó las tierras altas de Calunda. Y hoy esas
tierras están sin misioneros. Pero desde el silencio Calunda renueva
elocuentemente la invitación a los misioneros. Calunda grita y llama.
A mí, como
Obispo, me deja el recuerdo de sus
lentes para ver mejor. Que con esos lentes mi mirar no se acostumbre nunca a
considerar normal tanta miseria económica,
cultural (en términos de estudios), moral, espiritual. Si la miseria no
nos duele no podremos hacer mucho. Necesitamos esos lentes para poder construir
una sociedad más abierta, más plural, rica en iniciativas estimadas y acogidas,
sin ver de quién vienen. Necesito esos lentes para sentir la sed de Dios que
tiene nuestro pueblo, sed de Evangelio, sed de Eucaristía, mientras hay muchos
hermanos y hermanas que se dejan seducir por tantas creencia que no conducen a
las fuentes de agua viva. Necesito esos lentes para no perder nunca la
sensibilidad de todas estas cosas.
A nuestros
seminaristas y sacerdotes deja un corazón, un corazón libre de amarres e
intereses particulares, para dedicarse a Jesús y a su pueblo solo por un tiempo, sino para siempre, hasta el final.
Esa es su herencia.
A los
laicos y laicas les deja sus manos. Queridos hermanos y hermanas, sin ustedes
no hay Iglesia. Su compromiso es necesario e indispensable. Creemos en nuestro
Bautismo, creemos que somos capaces de
santidad, somos capaces de caridad hasta el punto que no deberían existir entre
nosotros ni mendigos, ni niños de la calle. Con esas manos seremos actores,
luchadores de la misión, para que nadie entre nosotros se desanime por falta de
fe, desfallezca por falta de fe, cada uno según el don que recibió: Es el sueño
de una Iglesia rica en ministerios.
A los
Carmelitas Descalzos les deja sus sandalias, para andar, para salir a las
periferias, para ir a las periferias de las periferias, para aceptar la misión.
Monseñor Gonzalo era muy consciente de que su presencia entre nosotros, su
muerte, y su cuerpo sepultado en nuestro suelo, serían una llamada irrefutable
para la renovación misionera de la
Orden.
Este año
estando ya confirmado el regreso de sus hermanos por orden de los superiores
humildemente vino a pedir mi opinión para definir su presencia en la diócesis.
Le respondí con una carta, la última que le escribí, el 28 de febrero de este
año. Acepto su ofrecimiento con lágrimas
en los ojos, con admiración y mucho respeto, ciertas opciones manifiestan la
profundidad y radicalidad de nuestra entrega, sobre todo cuando se hace, como
en este caso, con tanto detalle, con actitud de fe humilde y operante. Querido
hermano para mí personalmente, es fuente de motivación y de entusiasmo vocacional.
En la
segunda lectura escuchamos (2Cor 4,16): Por eso no nos desanimamos, aunque nuestro
hombre exterior se va destruyendo, el hombre interior, aquello que hay de más
profundo dentro de nosotros, se renueva de día en día.
Yo me
imagino cuánto trabajó este hombre, allá en la diócesis de Sucumbíos a la que guió durante 40 años, y con todo su
espíritu estaba entero. Su cuerpo se iba desgastando, mientras su espíritu
crecía. El ojo ve apenas un hilo de agua, pero el corazón ve un río Zámbiza
caudaloso en época de lluvia. A los 82
años él estaba lleno de vida y de proyectos de evangelización, de oración, de
agricultura, de educación, con la sabiduría de un viejo experimentado y la
energía de un joven recién llegado.
Fr Mariano,
su hermano carmelita, nos escribía el 10 de mayo: Monseñor Gonzalo quería que lo enterraran en Calunda, lugar que según
conversó conmigo fr Gilberto, fue muy bien escogido por los provinciales que
vinieron a Angola en el 2012 para elegir un lugar para la misión. Bien escogido
porque Calunda, decía él, es una región
olvidada por casi todos, la periferia de la periferia.
Querido
hermano fr Gonzaliño, que puedas cantar en la eternidad las maravillas del
Señor. Así sea.
DON JESUS TIRSO BLANCO sdb. OBISPO DE LUENA
- ANGOLA