“Que yo sea para Cristo una humanidad, en la
que Él pueda renovar todo su misterio”
(Isabel de la Trinidad)
Haciendo nuestras como
intención, estas palabras de Sor Isabel de la lectura orante del Evangelio, que
compartimos enseguida, ponemos en manos del Señor la gran Fiesta Diocesana en
Sucumbíos, hoy domingo 20 de noviembre con cuatro motivos:
o
Fiesta de Cristo Rey
o
Clausura de Año de la Misericordia
o
Fiesta Diocesana del Compartir en
comunión con Fiesta de la Iglesia Católica en Ecuador celebrando la campaña
“Cinco panes y dos peces”,
o
Lanzamiento del Plan Pastoral Diocesano
Quinquenal recién aprobado por la Asamblea Diocesana anual, culminando dos años
de trabajo de elaboración colectiva, como instrumento de comunión y
reconciliación.
Lectura orante del Evangelio: Lucas 23,35-43
“¡Oh mi Cristo amado! Quisiera
amarte hasta morir de amor” (Isabel de la Trinidad).
‘Las autoridades hacían muecas a Jesús,
diciendo: ‘A otros ha salvado; que se salve a sí mismo’. Jesús y su evangelio están crucificados. Un
Rey está en la cruz sin poder aparente, pero es Señor de la creación. Lo han
dejado desnudo, pero de su pecho abierto mana una fuente de vida. Su manera de
vivir está crucificada, pero nosotras/os acogemos la centralidad de Jesucristo
en los pensamientos, las palabras y las obras, para que sean palabras, pensamientos
y obras de Cristo. Las/os pobres del mundo, las mujeres maltratadas, las/os niñas/os
sin juegos ni risas, las/os refugiadas/os... están crucificadas/os, pero Jesús
les abraza desde la cruz y en torno a Él se construye el pueblo nuevo. “¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor!”
(Isabel de la Trinidad).
“Había encima un letrero en escritura
griega, latina y hebrea: ‘Este es el Rey de los judíos’. Tenemos delante algo inaudito y
desconcertante. Jesús está callado, habla la cruz, símbolo del amor crucificado.
La cruz no es un adorno, es un aguijón que provoca. El reino de Jesús no es de
gloria y poder, sino de servicio, amor y entrega. Tremenda paradoja en la que
nuestra fe está llamada a madurar. Besar la cruz sin cargar con ella, besar la
cruz sin besar a las/os crucificadas/os, ¿no será prolongar la burla de los que
se mofaban de Jesús? ¿Entenderemos la manera de Jesús de amar hasta el extremo?
¿Se acercará hoy nuestra sociedad, herida, indignada y en lucha, a la cruz de Jesús? “¡Oh mi Cristo amado!, ven a mí como
Salvador” (Isabel de la Trinidad).
‘Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a
tu reino’. Impresionante icono
para terminar el Año de la Misericordia. En medio de tantas burlas, se levanta
una invocación distinta, un grito orante: ¡Jesús! La noche es rota por el grito
de fe de un pobre. Un ladrón se atreve a mirar a Jesús. Cuando ya nada
esperaba, se encuentra con Jesús y todo cambia. Hoy nos vendrá bien
recordar nuestra historia y mirar a Jesús, y decirle: ‘Acuérdate de mí, Señor,
tú que estás en el centro, tú que estás en tu Reino’. “¡Oh mi Cristo amado! Quiero vivir sin apartarme nunca de tu inmensa
luz” (Isabel de la Trinidad).
Jesús le respondió: ‘Te lo aseguro: hoy
estarás conmigo en el paraíso’. Jesús crucificado promete salvación a uno que estaba perdido. Su último
aliento de misericordia es para él. ¿Hay mejor signo de la salvación de Jesús?
¿Hay mejor propuesta para los que queremos ser sus amigas/os? ¿Hay promesa que
nos dé más esperanza? La muerte de Jesús no es un fracaso, es el triunfo de la
vida y de una manera de vivir amando hasta darlo todo. Ahora ni Jesús ni el
buen ladrón están solos; los dos, como mendigos de amor, entran juntos a
recibir el abrazo del Padre. A nosotras/os nos queda vivir de otra manera.
La salvación se manifiesta en la imitación de las obras de misericordia
mediante las cuales Jesús ha realizado el Reino. Quien las cumple demuestra que
ha recibido la realeza de Jesús, porque ha hecho espacio en su corazón al amor
de Dios. “Que yo sea para Cristo una humanidad, en la que Él pueda renovar todo
su misterio” (Isabel de la Trinidad).
¡Feliz Domingo en la
fiesta de Cristo Rey! Desde el CIPE – noviembre 2016