domingo, 7 de mayo de 2017

Domingo cuarto de Pascua



Lectura orante del Evangelio: Juan 10,1-10
“Necesitamos crear espacios motivadores y sanadores, lugares donde regenerar la fe en Jesús” (Papa Francisco).   
El que entra por la puerta es pastor de las ovejas. Con una sorprendente ternura y seguridad, entra Jesús por nuestra puerta buscándonos. Su amor no tiene límites, ¡es nuestro amigo! ¿Cómo tener miedo a su amor? ¡Qué gozo tan grande saber que Jesús nos conoce y nos entiende! ¡Qué complicidad, la suya, con nuestra aventura humana! Sentir esto nos lleva al asombro. Necesitamos una nueva relación con Jesús, ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. El Espíritu nos capacita para dejarnos encontrar por Jesús, para dejarle entrar. Entra, Jesús, por nuestra puerta. Queremos conocer tu amor.  
Las ovejas atienden su voz. Camina delante y las ovejas lo siguen. ¿Cómo creer de verdad y arriesgarnos a seguir los pasos de Jesús? Lo primero es escuchar su voz. Nada tan fascinante como su voz para llevarnos a una profunda experiencia con Él. Jesús, el Buen Pastor, sin imponerse, va delante señalándonos el camino; no caminamos en solitario. ¿Se fijará en Él nuestro corazón? Lo decisivo es seguirle, inspirarnos en su estilo de vida para orientar la nuestra. Nadie, como Él, responde a nuestras preguntas, a nuestros deseos más profundos, a nuestras necesidades más vitales. El Espíritu nos descubre cómo Jesús nos llama por nuestro nombre, nos cautiva para saborear la certeza de ser elegidos y amados. ¡Qué alegría! El Espíritu mantiene vivo en nuestro corazón el fuego de tu amor.
Yo soy la puerta de las ovejas. Quien entre por mí se salvará… y encontrará pastos. La puerta de Jesús está abierta y llena de luz; es la imagen de la confianza y de la libertad. Quien se atreve a entrar confiadamente, aun con dudas y resistencias, ve cómo Jesús le lleva, con suavidad y delicadeza de amigo, a los pastos de la vida, experimenta cómo Jesús le hace partícipe de su admirable victoria. Jesús, poco a poco, va marcando decisivamente nuestra vida. Su alegría es para nosotros; encontrar a quien se ha perdido es la alegría de Jesús. Nadie cura con más ternura nuestras heridas, nadie pone tanta paz en el alma. Tú eres nuestro pastor. Si un día la tristeza nos invita a seguirla, le diremos que tenemos un compromiso con tu alegría.  

Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. El buen pastor ofrece la vida por sus ovejas; siempre piensa en nosotros. Toda su vida es una revelación de resurrección, una puerta de vida nueva para Él y para nosotros. Quien se abre a Él y lo recibe, queda lleno de alegría. Su entrega incondicional por nosotros va tejiendo en el corazón unos lazos íntimos, muy fuertes. Jesús no viene para robar sino para dar la vida en plenitud. No busca su interés sino el de sus amigos. De la experiencia de su amor brota el deseo de servir a los demás y darles vida. Cuando participamos de la vida de Jesús resucitado nos convertimos, en las manos de Jesús el Buen Pastor, en servidores, enviados al mundo para dar vida. Quédate siempre con nosotros, Señor; solo así sabremos vivir y amar como Tú.

Desde el CIPE: Feliz Pascua para todos - mayo de 2017