Lectura orante del Evangelio:
Juan 10,1-10
“Necesitamos crear espacios motivadores y sanadores, lugares donde
regenerar la fe en Jesús” (Papa Francisco).
El que entra por la puerta es pastor de las ovejas. Con una sorprendente ternura y seguridad, entra Jesús por nuestra puerta
buscándonos. Su amor no tiene límites, ¡es nuestro amigo! ¿Cómo tener miedo a
su amor? ¡Qué gozo tan grande saber que Jesús nos conoce y nos entiende! ¡Qué
complicidad, la suya, con nuestra aventura humana! Sentir esto nos lleva al
asombro. Necesitamos una nueva relación con Jesús, ponerlo decididamente en el
centro de nuestra vida. El Espíritu nos capacita para dejarnos encontrar por
Jesús, para dejarle entrar. Entra, Jesús,
por nuestra puerta. Queremos conocer tu amor.
Las ovejas atienden su voz. Camina delante y las ovejas lo siguen. ¿Cómo creer de verdad y arriesgarnos a seguir los pasos de Jesús? Lo
primero es escuchar su voz. Nada tan fascinante como su voz para llevarnos a
una profunda experiencia con Él. Jesús, el Buen Pastor, sin imponerse, va
delante señalándonos el camino; no caminamos en solitario. ¿Se fijará en Él
nuestro corazón? Lo decisivo es seguirle, inspirarnos en su estilo de vida para
orientar la nuestra. Nadie, como Él, responde a nuestras preguntas, a nuestros
deseos más profundos, a nuestras necesidades más vitales. El Espíritu nos descubre
cómo Jesús nos llama por nuestro nombre, nos cautiva para saborear la certeza
de ser elegidos y amados. ¡Qué alegría!
El Espíritu mantiene vivo en nuestro corazón el fuego de tu amor.
Yo soy la puerta de las ovejas.
Quien entre por mí se salvará… y encontrará pastos. La puerta de Jesús está abierta y llena de luz; es la imagen de la
confianza y de la libertad. Quien se atreve a entrar confiadamente, aun con
dudas y resistencias, ve cómo Jesús le lleva, con suavidad y delicadeza de
amigo, a los pastos de la vida, experimenta cómo Jesús le hace partícipe de su
admirable victoria. Jesús, poco a poco, va marcando decisivamente nuestra vida.
Su alegría es para nosotros; encontrar a quien se ha perdido es la alegría de
Jesús. Nadie cura con más ternura nuestras heridas, nadie pone tanta paz en el
alma. Tú eres nuestro pastor. Si un día
la tristeza nos invita a seguirla, le diremos que tenemos un compromiso con tu
alegría.
Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. El buen pastor ofrece la vida por sus ovejas; siempre piensa en nosotros. Toda su vida es una revelación de resurrección, una puerta de vida nueva para Él y para nosotros. Quien se abre a Él y lo recibe, queda lleno de alegría. Su entrega incondicional por nosotros va tejiendo en el corazón unos lazos íntimos, muy fuertes. Jesús no viene para robar sino para dar la vida en plenitud. No busca su interés sino el de sus amigos. De la experiencia de su amor brota el deseo de servir a los demás y darles vida. Cuando participamos de la vida de Jesús resucitado nos convertimos, en las manos de Jesús el Buen Pastor, en servidores, enviados al mundo para dar vida. Quédate siempre con nosotros, Señor; solo así sabremos vivir y amar como Tú.
Desde el CIPE: Feliz Pascua para todos - mayo de
2017