Lectura orante del Evangelio: Lucas 24,13-35
“Siempre la Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría” (Papa Francisco).
Dos discípulos
de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea
llamada Emaús. Como aquellos dos discípulos, también nosotras/os llevamos dentro desalientos, preguntas, dudas.
Emaús es desaliento. Alejados de la comunidad, hemos perdido el rastro de la
alegría y la fe se nos ha empequeñecido. Caminamos por cañadas oscuras;
nuestros diálogos interiores están tocados por el desaliento. Pero Jesús nunca nos
abandona. Santa María de la Pascua,
muéstranos a Jesús. Danos tu fe.
Mientras
conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con
ellos. Como aquellos dos discípulos, también nosotras/os conversamos,
discutimos; seguimos recordando a Jesús. No es poco. En medio de nuestras cenizas,
está todavía vivo el rescoldo. Nuestra puerta no se ha cerrado del todo. Emaús es
encuentro Si le damos a la Palabra de Jesús la ocasión de entrar en contacto
con nuestros problemas, crisis, miedos y esperanzas, nada estará perdido. Los
momentos de silencio, los diálogos compartidos, los tiempos de oración, son una
gran oportunidad para el encuentro con Él. Cualquier situación es buena para
que Jesús se acerque y comience a trabajar con nuestras pobrezas. Se presenta humilde, como un viajero más; parece
un extraño, pero se da a conocer. Tú,
Señor, caminas con nosotras/os, aunque no te reconozcamos. Siempre estás. Nunca
pierdes nuestro rastro.
Y les explicó
lo que se refería a Él en toda la Escritura. Jesús nos habla al corazón, aclara
nuestra manera tan oscura de pensar. Ilumina nuestra interioridad con su
presencia. Nos da una sabiduría nueva para entender. Su gracia y verdad son más
fuertes que nuestros desalientos. Poco a poco su misterio de amor se va
metiendo en nuestra historia y su alegría se abre camino en nuestras tristezas.
Emaús es apertura a la Palabra. Háblanos,
Señor, mientras caminas con nosotras/os, hasta que arda nuestro corazón.
‘Quédate con
nosotros porque atardece y el día va de caída’. Como aquellos
dos discípulos, después de caminar con Jesús, nos sentimos atraídas/os por su
presencia misteriosa. Nuestra fe revive con la presencia del Amigo. Comienza la
oración amistosa con Él. ‘Quédate’, le decimos. ‘No queremos que te marches’. De
nuevo sentimos hambre de su pan partido. De nuevo se reenciende el fuego de la
esperanza en nuestros corazones. Emaús es eucaristía. Quédate con nosotras/os, Señor, y nos quedaremos contigo.
A ellos se les
abrieron los ojos y lo reconocieron. Las Escrituras
y la Eucaristía son indispensables para el encuentro con el Señor, son los
medios de que se sirve Jesús para mostrarnos el amor que nos tiene. Siempre hay una
Palabra de Dios que nos guía en nuestra desorientación, y en nuestros
cansancios y desilusiones siempre hay un Pan partido que nos hace seguir
adelante en el camino. Emaús es fe en Jesús. Danos ojos para verte, Señor.
Y contaron lo
que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el
pan. La verdadera conversión es fruto del encuentro íntimo y personal con
Jesús. Eso es lo que nos hace volver a la comunidad para contar que el Amigo
está vivo, que ha resucitado. Allí descubrimos que la comunidad está de fiesta
porque todas/os cuentan cómo han reconocido a Jesús en el camino, cuando les
hablaba al corazón y partía con ellos el pan. Ya es posible vivir de otra
manera. Ya podemos testimoniar que hemos visto a Jesús. Emaús es anuncio
misionero del Evangelio. Señor, tu
presencia llena de buen olor toda la casa y tu perfume se extiende por el
mundo. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Desde el CIPE: Feliz Pascua para todos - abril de
2017