Lectura orante del Evangelio: Juan 14,1-12
“Pidamos al Espíritu Santo que nos enseñe a caminar
bien, siempre” (Papa Francisco)
No perdáis la
calma, creed en Dios y creed también en mí. Frente a la oscuridad y el
desconcierto que a veces nos amenaza, está la serenidad de saber que vivimos
acompañados. Frente a la mirada perdida y sin horizonte, tenemos los ojos
puestos en Jesús. Frente a la desconfianza que reseca la vida, aparece la
belleza de una audaz confianza en el Padre. Frente al sinsentido de la vida, se
nos regala el sentido novedoso y lleno de frescura del Espíritu. Frente a los
caminos solitarios, surge la cultura del encuentro para caminar juntos con la
Iglesia. Orar es iniciar un camino hacia el amor, porque solo el amor es digno
de fe. Con la música del ‘Nada te turbe’. En el
Espíritu, creemos en ti, Jesús. Creemos, en ti, Padre. Amén.
Cuando vaya y
os prepare sitio volveré y os llevaré conmigo. Vivir el
Evangelio sin un encuentro con Jesús, no tiene sentido y, además, es imposible.
¿Qué sería de nosotros sin Jesús? Seríamos como una oscuridad sin salida. Pero
Jesús no nos abandona; no queremos olvidar esto. Jesús se encamina hacia el
misterio de amor del Padre, pero no nos deja solos. Nos prepara sitio en el regazo
del Padre, pero sigue en nuestro corazón. En la interioridad nos descubre las
verdades más profundas, nos regala el sentido de la vida. La oración es una
fiesta de confianza en quien sabemos que nos ama. Jesús, nos fiamos de ti. Juntos andemos.
Yo soy el
camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Cuando andamos desorientados o extraviados, cuando
incluso pensamos que no hay camino; cuando no sabemos cómo vivir ni cómo ir a
Dios…; sí hay camino y se hace camino al andar. El camino es Jesús, la verdad
es Jesús, la vida es Jesús. Jesús dice esta promesa a quien va con él. En la
identidad de Jesús se desvela la nuestra. En él percibimos la respuesta a
nuestro misterio, descubrimos la grandeza de nuestra vocación. El Misterio
último es silencio y atracción respetuosa. Jesús es el camino que nos lleva a
confiar en la bondad del Padre. Orar es entrar asombrados en el Camino, en la
Verdad y en la Vida. Jesús, todo lo queremos
vivir contigo. ¡Qué alegría estar contigo!
Quien me ha
visto a mí ha visto al Padre. Mirar a Jesús con la mirada del corazón, celebrar
con alegría su presencia en medio de los hermanos, vivir como él vivió… son las
tres puertas para entrar en su misterio. Jesús es camino para andar, verdad
para dar sentido, vida plena que colma todo deseo. Jesús es otro modo de caminar por la
vida. Otro modo de ver y sentir la existencia. Otra dimensión más honda. Otra
lucidez y otra generosidad. Otro horizonte y otra comprensión. Otra luz. Otra
energía. Otro modo de ser. Otra libertad. Otra esperanza. Otro vivir y otro
morir. Y en el caminar de cada día nos acompaña la imaginación del Espíritu que
nunca se agota. Y en el horizonte nos espera el Padre: fuente de ternura
inagotable. Y junto a nosotros siempre está la Madre de todo desamparo. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al
Espíritu Santo. Gloria a ti, Virgen María. Amén.
El que cree en
mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Jesús
transforma nuestra vida. Su semilla
no queda escondida en la tierra, se asoma y embellece el paisaje con los frutos
abundantes de las bienaventuranzas. Su presencia viva en nuestra interioridad
se asoma en obras de amor hacia los más pequeños. Cuando oramos, el Espíritu ya
está preparando en nosotros formas de amar y de dar esperanza a los que nos
rodean. Gracias a ello, muchos pueden descubrir la alegría de Dios. Jesús, haz en nosotros las obras que tú quieras,
para bien de los pequeños, para bien de los que sufren y están solos.
Amén.
Feliz Pascua para vosotros – CIPE, mayo de 2017