Lectura
orante del Evangelio: Mateo 16,13-20
“Comencemos, hermanos, a servir al Señor, porque
hasta ahora poco o nada hemos hecho” (San Francisco).
Empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía
que ir a Jerusalén y padecer allí mucho. Jesús tiene
una vida y un lenguaje provocativos. Camina con libertad. Quiere entregar la
vida para que el fuego del reino prenda en la tierra. Desea nuestro bien. No
busca un halago fácil que nos deje vacías/os. Nos propone una vida auténtica y
plena, solidaria y feliz, crucificada y resucitada. Nos habla de lo que tanto
nos cuesta entender: del misterio de la cruz, de saber perder para ganar. Él va
delante, el primero, decidido a amar. Su propuesta de vida: una cruz en la que
está la salvación del mundo. Jesús, enséñanos
a orientar la vida hacia la salvación.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparle:
‘¡No lo permita Dios, Señor!’ Mentalidades opuestas, frente a
frente. Mentalidad del mundo y mentalidad de Jesús. Una sabiduría de triunfadoras/es,
donde lo que importa es el ego que deja las orillas del mundo llenas de cruces
sin redimir; y enfrente, la sabiduría de la cruz que da esperanza a todas/os las/os
humilladas/os y no cierra las fronteras a las/os hambrientas/os ni deja sin
hogar a quienes buscan refugio huyendo de las guerras. La cruz, como signo de
la vida que se da, frente a estilos de vida que buscan siempre la propia
ganancia y no quieren ver el sufrimiento de las/os pobres aunque lo causen. Ponnos a prueba, Señor. Mira si nuestro
camino se desvía, guíanos por el camino de la verdad y del amor.
Jesús se volvió y dijo a Pedro: ‘Quítate de mi
vista, Satanás, que me haces tropezar’. El proyecto
de Jesús muestra el camino del amor, un amor fiel, que no se echa para atrás
ante las dificultades; un amor que vale más que la vida y que, por eso, está
dispuesto a entregarla por amor. Jesús ofrece un modo generoso de vivir pensando
en las/os demás. Satanás, el que aleja de los caminos de Dios, tiene sumo
empeño en que este proyecto sea entendido como insensato, trasnochado,
irracional, inaceptable. Cuando rebajamos la radicalidad del seguimiento de
Jesús y escondemos la luz y la cruz, jugamos con el amor, nuestra vida pierde
su verdadero sentido, a muchas/os pobres se les va a chorros la esperanza. ¿Qué
futuro le espera a una humanidad dividida donde muchas/os buscan su propio
interés olvidando el bien de todas/os? ¿Cómo se puede ser feliz si las/os demás
no lo son? Si nuestros pasos se alejan de
ti, Jesús, acércate y oriéntanos, no dejes que nuestra vida se pierda en la
mentira
‘Él que quiera venirse conmigo que se niegue a sí
mismo, que cargue con su cruz y me siga’. Tras este
diálogo tenso, también orante, Jesús reitera su propuesta: cargar con la cruz y
seguirle. Así como el Padre nos ama en el abrazo de Cristo crucificado, así
nosotras/os, sin desviar la mirada de Jesús, podemos amar a la humanidad
llevando la cruz de cada día. No hay cristianismo sin cruz, porque no hay amor
sin cruz. La cruz, que las crónicas del mundo llaman derrota o fracaso, lleva
dentro auroras de libertad y de alegría, de resurrección. En la cruz de Jesús
está la vida y el consuelo. Ella sola es el camino para el cielo. Siempre contigo, Jesús. Siempre, siguiendo
tus huellas.
CIPE
– Septiembre 2017