Lectura orante del Evangelio: Mateo 18,15-20
“Un
cristiano es memoria de Dios en este mundo” (Benedicto XVI).
Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los
dos. Las/os demás son paso
obligado para el encuentro con Dios. La oración no florece cuando nos
desentendemos de la suerte de las/os otras/os. La oración se asienta sobre la
búsqueda incesante y honesta de la verdad; sin ella se pierde el sentido de la
vida. Para buscar la verdad en lo que pensamos, decimos y hacemos, nos
necesitamos las/os unas/os a los otras/os. La verdad nos une, porque no es ni
rígida ni engañosa, ni intolerante ni indiferente. ¿Estamos dispuestas/os a
escucharnos en verdad unas/os a otras/os? Decirnos la verdad es fruto del amor.
Jesús, danos esa humildad tan necesaria
para dejarnos confrontar por las/os demás y andar en verdad. Jesús, danos
fortalece para ayudar a caminar en la verdad a quienes tú nos has confiado.
Les
aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo. El pecado rompe el vestido de la comunión, desata
los lazos de la alianza, aísla y empobrece los dones, aleja la vida de la
mirada amorosa de Dios. La tarea de Jesús de unir todo lo disperso, de acoger
lo ausente, de restaurar la imagen rota del ser humano, de perdonar y dar
posibilidades, se la encomienda a sus amigas/os. Espíritu Santo, recrea en nosotras/os esta hermosa tarea de tender
puentes, de abrir caminos hacia las fuentes, de señalar los brotes nuevos, de
latir al ritmo del corazón de Jesús.
Les aseguro además que si dos de ustedes se ponen
de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Frente al riesgo del aislamiento y de
individualismo, Jesús propone la belleza de la plegaria común. El traje de
fiesta para dirigirnos al que es Trinidad, familia, comunión, es la unión de
corazones, donde se comparten la palabra y los silencios, los caminos hallados
y las preguntas, el pan y la dignidad, la danza y la alabanza, el llanto y los
gozos de la tierra. A ti, Dios Trinidad,
Dios comunión, Dios sin fronteras, Dios de la paz y la justicia, levantamos con
todas/os las/os orantes de la tierra las manos y el corazón.
Porque
donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medios de ellos.
Donde hay dos o tres
que tienen un mismo pensar y sentir, allí está Jesús. Donde hay dos o tres que
buscan la verdad, allí está Jesús. Donde hay dos o tres que se quieren, allí
está Jesús. Donde hay dos o tres que se reúnen en nombre de Jesús, allí está
Él. Y con Jesús todo es posible. La vuelta a Jesús garantiza nuestra fe y
nuestra oración. Gracias, Jesús, por tu
presencia, que alegra y fortalece nuestra vida.
CIPE – Septiembre 2017