lunes, 2 de octubre de 2017

Domingo XXVI del tiempo ordinario




Lectura orante del Evangelio: Mateo 21,28-32
“Procurad no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor” (Santa Teresa). 
‘Ve hoy a trabajar en la viña’. Estamos ante un evangelio escandaloso y consolador. Jesús ve una fe escondida en personas, en las que habitualmente vemos pecado, y se alegra. Ve en ellas un camino de encuentro con el amor del Padre, una oportunidad para dejarse cambiar por la gracia de Dios. Vamos a recorrer este evangelio, vamos a orar con él. Nos fijamos primero en Dios, que toma siempre la iniciativa en el amor. Llama, propone, invita, se interesa por todas/os. No nos ha creado para la nada, sino para la vida plena. Nos ha regalado la libertad para que verifiquemos por nosotras/os mismas/os el sentido nuevo que ofrece a nuestra vida. Escuchamos el proyecto de Dios, acogemos su invitación a amar como Él, a trabajar en la viña de la paz y la justicia. Gracias, Señor, por llamarnos.  
‘No quiero’. Pero después se arrepintió y fue. ¡Cuánto aprecia Jesús estos cambios que se dan en el corazón! Es el recorrido del no al sí. Una respuesta, aparentemente negativa, puede llevar dentro una semilla de encuentro con Dios. Solo Dios, que conoce el corazón humano, sabe usar procedimientos adecuados: desasosiega, inquieta, empuja a buscar, hasta que un día todo se ilumina y ahí está Él. En la oración acontece el maravilloso camino de la conversión, en la que pasamos del miedo a perder la identidad por aceptar los planes de Dios al gozo de encontrarnos con la propuesta esperanzada que Él nos hace. Espíritu Santo, ponnos en verdad, enséñanos a descubrir la obra del Padre en nosotras/os.
‘Voy, señor’. Pero no fue. Es inútil ofrecer una buena comida a quien no tiene apetito. Cuando la oración se queda en palabras, engañamos con las cosas de Dios. Las palabras sin alma, ¿qué son? Podemos estar hablando todo el día de Dios, sin que cambie nuestro corazón por dentro, sin dejarle entrar en nuestra vida. La hipocresía florece en los que están cerca de la virtud. Sería mejor no prometer nada, aceptar la pobreza de no poder decirle nada a Dios porque nuestro corazón está bloqueado y no percibe todavía la novedad, la belleza, el gozo de encontrarse con el Amor. Te gusta, Señor, un corazón sincero. 
Les aseguro que los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el camino del reino de Dios. ¡Qué sorprendentes, ¿escandalosas?, las palabras y el actuar de Jesús! Los publicanos y prostitutas son los/as primeros/as, las/os adelantadas/os de la gracia de Dios, son constructoras/es del Reino. ¿Quién ha oído cosa semejante? ¿Quién puede entender el misterio del Reino? En el desprecio de unas vidas, mal vistas por muchas/os, Jesús ve la acogida de la gracia. Las/os profesionales de la religión se quedan vacíos mientras que las/os profesionales del pecado descubren a Dios. Las prostitutas que creen, pueden ser y son pioneras de un mundo nuevo, ministras de una nueva forma de vida, de una salvación en fe y amor. ¡Qué provocación la de Jesús! Las/os más inesperadas/os enseñan a leer el evangelio. Jesús entiende a los publicanos y a las prostitutas. Al dejarle sitio a Dios, se abrió en ellas/os, para todas/os, un camino de bienaventuranza. ¡Bendito y alabado seas, Señor Jesús!
CIPE – Septiembre 2017