Lectura
orante del Evangelio en clave teresiana: Marcos 1,1-8
“¡Qué
de caminos, por qué de maneras, por qué de modos nos mostráis el amor!” (Cp
3,14)
Comienza el Evangelio de Jesucristo,
Hijo de Dios. El Espíritu, con aires de fiesta, nos pone
delante el Evangelio de Jesucristo, nos da a conocer el deseo que Dios tiene de
comunicarse y tener amistad con nosotros. Poder tener con Cristo “conversación
tan continua” (V 37,5) “es una dignidad tan grande que me regalo extrañamente
en pensar en ella” (V 11,1). Teresa de Jesús nos invita a quitar de nosotros
“el miedo de comenzar tan gran bien” (C 20,3), nos alienta a entrar con ánimo
animoso en este tiempo de esperanza, porque “quien comienza a andar con determinación
tiene andado gran parte del camino (V 11,13). No hay tiempo que perder, no hay
tarea más urgente. “Ahora
comenzamos y procuren ir comenzando siempre de bien en mejor” (F 29,32).
Preparadle el camino al Señor,
allanad sus senderos. Teresa de Jesús, la mujer andariega de tantos caminos, nos alerta: “No
me parece es otra cosa perder el camino sino dejar la oración. ¡Dios nos libre,
por quien Él es! (V 19,12). Nos señala un amigo para
recorrer, con él, el camino: “Quien no hallare maestro que le enseñe
oración, tome este glorioso Santo (san José) por maestro y no errará en el
camino” (V 6,8). Nos da consignas: “Con
libertad se ha de andar este camino, puestos en las manos de Dios” (V 22,12); “la pobreza es el camino, el mismo por donde vino nuestro Emperador al
suelo” (P 10), y nada de temores: “No puedo entender qué es lo
que temen de ponerse en el camino de la perfección” (V 35,14). Lo resume todo, invitándonos a “poner los ojos en el verdadero camino
(Jesús)” (C 16,11), “si no mirásemos otra cosa sino al camino,
presto llegaríamos” (C 16,11). “El que os
ama de verdad, Bien mío, seguro va por ancho camino y real; lejos está el
despeñadero” (V 35,14).
Detrás de mí viene el que puede más
que yo. Teresa de Jesús comparte con nosotros su alegría de caminar con Jesús, el
que tiene poder “para que la gran mar se retire y el gran Jordán, y dejen pasar
a los hijos de Israel” (6M 6,4). Repite muchas veces la expresión “cabe sí”,
“cabe mí” para indicar que Jesús es la mejor compañía del orante. “En
veros cabe mí, he visto todos los bienes” (V 22,6). “Bienaventurado quien de
verdad le amare y siempre le trajere cabe sí” (V 22,7). “Si os acostumbráis a
traerle cabe vos y Él ve que lo hacéis con amor y que andáis procurando
contentarle, no le podréis, como dicen, echar de vos” (C 26,1). Su pista de luz
para el Adviento: “Juntaos cabe este buen
Maestro muy determinados a deprender lo que os enseña” (C 26,10).
Yo os he bautizado con agua, pero él
os bautizará con Espíritu Santo. No basta con
renunciar al pasado, hay que abrir la puerta al Espíritu, como hace la Virgen
María en el misterio de su Concepción Inmaculada. Con “el calor del Espíritu
Santo” (5M 2,3) recibimos y damos vida. “Me
dijo el Señor: ‘Mi Padre se deleita contigo y el Espíritu Santo te ama” (R
13,1). Jesús, el Espíritu, María, son los grandes regalos que nos hace el Padre
para mostrarnos su amor y despertar el nuestro. “Me dijo el Padre mostrándome lo que quería: ‘Yo te di a mi Hijo y al
Espíritu Santo y a esta Virgen, ¿Qué me puedes tú dar a mí? “ (R 25,2).
Maranatha, Ven, Señor, Jesús CIPE – diciembre 2014