Lectura orante del Evangelio: Marcos 13,24-32
“Bien
sabe Su Majestad que sólo puedo presumir de su misericordia, y ya que no puedo
dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio, sino llegarme a ella y
confiar en los méritos de su Hijo y de la Virgen” (3 Moradas 1,3).
Después de una
gran tribulación, el sol se hará tinieblas. Nos acongoja el sufrimiento, las catástrofes,
el dolor de inocentes. También, desde ahí, nos acercamos a la palabra de Jesús.
La voz del Amado no pretende meter miedo, sino provocar en nosotros actitudes
de conversión. “No hemos recibido un espíritu de esclavos para recaer en el
temor, sino un espíritu de hijas/os que nos hace gritar: Abbá”. El mundo está
en las manos del Padre. Cada una/o de nosotras/os, también. Cuando terminan cosas,
en las que habíamos puesto la esperanza, comienza el tiempo nuevo de Jesús.
Dios tiene caminos sorprendentes. Gracias a su fidelidad, podemos seguir
cantando en medio de tribulación, aunque el rostro del Amado esté escondido. ”Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste
con gemido” (Juan de la Cruz, CB 1).
Entonces verán
venir al Hijo del Hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. El futuro, que
es Jesús, está viniendo a nosotras/os en la noche. Viene a nosotras/os el amor,
la misericordia. El Señor es fiel, se acerca. Su luz da sentido a nuestro
presente, su feliz resurrección nos llena de alegría. Es hora de aprovechar el
tiempo y optar por Él, sin conformarnos con el engaño de lo provisional. Es
hora de mantener en el corazón su presencia. La meta orienta nuestros pasos y
nuestro hacer consiste en ser ante Él. Porque Jesús viene todo acabará bien, el
amor triunfará sobre el odio, la paz sobre la guerra. “Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura” (CB 5).
Aprendan lo
que les enseña la higuera. Es hora de mirar para descubrir señales. El rastro
de Dios está ante nuestros ojos. Porque Jesús viene, hay primavera, la vida no
ha perdido su sentido, todo es parábola de amor y de esperanza, hay milagros.
Un canto a la vida sube del corazón habitado por Jesús. Pasamos por la noche,
pero no sucumbimos a la oscuridad. Creemos en Dios y creemos en el ser humano.
La vida está en gestación. En los signos de los tiempos se asoma una oferta de
nueva creación; hay esperanza. El amor, que no ha sido vencido, se despierta
para amar y dar fruto. Es hora de dialogar con la realidad que tenemos delante.
“¡Oh prado de verduras, de flores
esmaltado! Decid si por vosotros ha pasado” (CB 4).
Cuando vean ustedes
suceder esto, sepan que Él está cerca. Lo mejor está cerca, lo mejor es
gracia. En nosotras/os está el Espíritu. Podemos tratar amistosamente con Jesús
cada día porque está dentro de nosotras/os. En Él encontramos la fuerza para
seguir eligiendo vivir las bienaventuranzas. “Todo pasa, Dios no se muda”. Sus
palabras permanecen, su amor es fiel. Su palabra nos enamora y nos empuja a
vivir y contar la historia de otra manera. Al final pasará la mentira y
resplandecerá la verdad; la nueva humanidad, engalanada como una novia para su
Esposo, será habitable gracias al amor. Ese final podemos adelantarlo ya ahora.
”Y véante mis ojos, pues eres lumbre
dellos, y solo para ti quiero tenellos” (CB, 10).
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noviembre 2015