Lectura orante del Evangelio:
Lucas 13,1-9
“Que Jesús
te enseñe la ciencia del amor en tu soledad interior” (Beata Isabel de la Trinidad).
Señor, Jesús, envía tu
Espíritu, para que Él nos ayude a entender y orar esta Palabra que hoy nos
regalas.
Crea en nosotros el
silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que
sufren.
Danos tu fuerza para que
seamos capaces de leer los signos de los tiempos como una llamada que Tú nos
haces a convertirnos y vivir como seguidores tuyos.
Si no os convertís, todos
pereceréis lo mismo. Jesús nos invita a escuchar en todo acontecimiento
una llamada de Dios a la conversión y al cambio de vida. La oración nos hace
pasar de espectadores de la vida que piden a otros explicaciones de lo que
sucede, a actores de la misma vida. Ante las noticias que escuchamos y vemos a
diario, ¿dónde y cómo nos situamos? ¿Cómo reaccionamos ante el tsunami, el
terrorismo, los refugiados, las guerras, el hambre, la trata? El Papa Francisco
denuncia la globalización de la indiferencia y, a la vez, invita a tomar parte
activa en el sufrimiento de las víctimas del mundo. Es hora de despertar, de
ponernos de pie, de vivir comprometidamente. Cada uno, como pueda. Sintonizamos
con Jesús cuando caminamos audaces en la confianza, cuando afrontamos con valentía
la aventura de la vida, cuando nos hacemos cercanos a los que sufren. Jesús es
un provocador de vida. Oramos y vivimos en el nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu. Conviértenos a ti, Señor,
Jesús.
Uno tenía una higuera plantada en
su viña, y fue a buscar fruto de ella, y no lo encontró. La higuera y la viña son metáforas que hablan de nosotros. Jesús se
dirige personalmente a cada uno. Oramos metiéndonos en esta historia. Somos
como esa higuera, que el viñador ha trabajado y regado durante mucho tiempo, pero
que no da fruto. Llamados a tanto, nos hemos quedado en casi nada. Invitados a
ser protagonistas de una nueva creación por el amor, somos apenas espectadores
de posibilidades que se nos escapan de las manos. Una oración sin frutos, ¿qué
es? Una oración que tranquiliza la conciencia y justifica la comodidad, ¿qué
sentido tiene? Este es un buen momento para mirarnos a nosotros con el cariño
de Jesús. Nos quiere tanto que le duele que no demos fruto abundante. Señor, Jesús, ten misericordia de nosotros. .
‘Córtala. ¿Para qué va a ocupar
terreno en balde?’ ‘Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le
echaré estiércol, a ver si da fruto’. La palabra profética
de Jesús no expresa condena; está llena de esperanza de salvación. Por Él no va
a quedar. ¡Qué misericordioso se muestra con nosotros! Está dispuesto a seguir
amándonos hasta que demos fruto. Su misericordia recupera para nosotros todo el
tiempo que hemos perdido en la vida. A nosotros nos toca reaccionar para no
repetir el pasado estérilmente. La parábola queda abierta para que cada uno la
termine. Nunca es tarde para volver a empezar. Esta puede ser la hora de Jesús
y la nuestra. Te damos gracias, Señor,
Jesús, por habernos regalado esta palabra que ilumina nuestra vida.