Lectura orante del Evangelio: Lucas 22,14-23,56
“Solo es Jesús se cifra mi esperanza… Es mi único
amor” (Beata Isabel de la Trinidad).
‘Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes’. ¡Qué palabras
tan verdaderas, dichas en medio de un silencio sobrecogedor! Las recorremos
despacio, las acogemos en el corazón: ¡Nos amó y entregó su cuerpo por nosotras/os!
¡Me amó y se entregó por mí! Así nos muestra las señales del amor. Jesús
convierte la cruz y el abandono en entrega de amor. ¡Cuánto le importamos! Así
de transparente se muestra el Evangelio en su cuerpo entregado. Así revela el
rostro de Dios, crucificado, entregado a nosotras/os. Todo en Jesús tiene sabor
a entrega y amor. Imaginemos cómo sería nuestra vida si la entregásemos así. Jesús, ayúdanos a amar como Tú.
‘El primero entre ustedes pórtese como el menor’. ¡Qué
revolución la de Jesús! ¡Qué loco y sorprendente suena su Evangelio! Termina
invitándonos a vivir como Él vivió: con el delantal puesto para servir,
portándonos como menores con las/os demás. El amor le ha hecho menor, pequeño,
abajado. ¿Qué hace Dios en una cruz? Lo mataron por eso: por mostrar a un Dios
pequeño entre las/os pequeñas/os, pobre entre las/os pobres, hermano entre las/os
hermanas/os. Pero este perfume nadie ha logrado borrarlo, quitarlo de la
tierra. ¿Quién se atreve a vivir como Él? Jesús,
tu minoridad abaja nuestros aires de grandeza. Tu cruz sostiene nuestra fe.
‘Oren para no caer en la tentación’. Jesús siempre
está pensando en nosotras/os; ni siquiera la cruz le desvía la mirada, al
revés, su cruz es la más hermosa mirada de amor. Le importa más ser fiel al proyecto
del Padre de amarnos hasta el extremo que salvar la vida. En medio de la
prueba, en el silencio crucificado, ora al Padre y nos invita a tener un diálogo
amoroso con el Padre. Estemos como estemos, oramos ahora, abrimos el corazón al
Padre. Para no caer en la tentación de abandonar el camino del amor. No nos dejes caer en la tentación.
‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’. Jesús
crucificado es escándalo y necedad. ¿Cómo es posible creer en un Crucificado?
Pero Jesús crucificado es fuente del perdón más maravilloso. ¿Cómo no creer en Él,
que perdona e invita a perdonar por amor?
La misericordia, que predicó por los caminos, la vive hasta el final.
Así nos revela al Dios que sufre con nosotras/os. Así denuncia todos los odios
que secan la vida. No sigamos adelante sin perdonar. El perdón es la seña de
identidad de las/os amigas/os de Jesús. Creemos
en ti, Jesús crucificado, con el perdón siempre en los labios.
‘Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu’. Jesús se
atrevió a creer en un Dios distinto, compasivo y misericordioso. Ahora, en la cruz,
casi sin aire para respirar, se abandona confiadamente en las manos del Padre
que solo sabe amar. Al besar a Jesús crucificado nos abandonamos confiadamente
en el amor del Padre. Al besar hoy la cruz de Jesús besamos a los crucificados.
Al besar la cruz de Jesús abrimos auroras solidarias en las noches del mundo. Nuestra señal es tu cruz, Jesús. En ella te
miramos, en ella se reaviva nuestra compasión hacia los que sufren.
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la revista ORAR - CIPE – Marzo 2016