Lectura orante del Evangelio: Juan 20,1-9
“Vive muy
cerca de Jesús, muy dentro de Él… Quien lo mira queda radiante” (Beata Isabel
de la Trinidad).
El primer día de la semana, María Magdalena fue al
sepulcro al amanecer. ¡Una mujer: testigo de Jesús! No queremos olvidar
esto. En la oscuridad, con la sola luz que lleva en el corazón enamorado, es
testigo para nosotros de un amanecer nuevo. Nos dice que la fe en Jesús
resucitado comienza con la búsqueda, propia del amor. En su gesto valiente de
salir de sí misma, superando la resignación de quedarse en casa, ya se oye la
canción de la resurrección. Sin Jesús se siente perdida. Aunque todo esté
vacío, si amamos a Jesús, ya estamos viviendo la resurrección. ¿Cómo cerrar las
puertas del alma a la alegría que Jesús nos regala en el camino? Gracias, Jesús, por esta mujer que nos anuncia
el Evangelio de la vida.
‘Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos
dónde lo han puesto’. En esta mañana de Pascua percibimos el perfume del
encuentro de Jesús con esta mujer enamorada. El amor, que siempre tiene prisa
para que se dé el encuentro, supera la desorientación. Jesús resucitado nos
transforma; nos prepara para anunciar el Evangelio con la bondad y la ternura. Gracias, Jesús. Tu Vida está en nuestra
vida.
Los dos corrían juntos. Buscamos a
Jesús en la Iglesia, junto con otros hermanos y hermanas. El que vive está
donde hay vida, donde hay amor. Esta búsqueda común es una garantía para
nuestra fe. Muchas personas nos han ayudado a encontrarnos con Jesús, ungiéndonos
con el óleo de la alegría. Jesús está vivo y obra en nuestra historia. Ningún
sepulcro puede retener su presencia. Gracias,
Jesús, por los hermanos y hermanas de fe que nos has regalado para hacer el
camino en compañía.
El que había llegado primero al sepulcro: vio y
creyó. El discípulo amado llega, ve y cree. Ve y cree con el corazón de Jesús,
en el que se recostó en la noche. Ha sido necesario un recorrido interior para
percibir la gracia del Amigo. El Padre ha resucitado a Jesús para nosotros y
nos lo hace ver en medio de las comunidades vivas, acogedoras, servidoras de
los pobres. La presencia de Jesús es ahora de otra manera: más viva, más fraterna,
más solidaria. Jesús, estás vivo y
operante en nosotros. En Ti se apoya nuestra esperanza.
Hasta entonces no habían entendido la Escritura:
que él había de resucitar de entre los muertos. Dios estaba de
una forma única en la historia de Jesús; el Crucificado tenía razón. Todo lo
suyo tiene sentido para nosotros. Su evangelio nos marca el camino. Jesús nos
enamora y seduce, nos toca los corazones y nos contagia su libertad. Jesús vive
y nos hace vivir. Es la hora de la alegría.
No perdamos la esperanza. ¡Qué
alegría creer en ti, Jesús!
¡Feliz Pascua
de Resurrección! CIPE – Marzo 2016