Lectura orante del Evangelio: Juan 6,51-58
“El
Pan de Vida: una maravilla que alimenta siempre la contemplación, la adoración,
la memoria” (Papa Francisco).
Yo
soy el pan vivo. Cruzamos
sin prisa este
paisaje tan bello, entramos despacio en esta sorprendente experiencia del don
de Jesús y confesamos nuestra fe en el sacramento del amor. “En la Eucaristía, la mirada del corazón reconoce a Jesús” (San Juan
Pablo II). El pan partido y repartido de Jesús nos muestra su
amor hasta el extremo, porque los dones son expresión del corazón que ama, y
nos provoca a darnos y partirnos para los demás. El pan vivo es un misterio de
vida, de fe, de luz, de entrega para nuestro camino. ¿Cómo de vivas tendrán que
ser nuestras eucaristías para que no se debilite la fe débil y vacilante de
tantos hermanos? Jesús, en torno
a ti siempre hay vida. Danos tu vida para que demos vida.
El
que coma de este pan vivirá para siempre. ¿Cómo viviremos la vida
nueva si no comemos el pan de Jesús? ¿Cómo asimilaremos el pan de la vida si no
prolongamos la celebración con la adoración y la acción de gracias? La Eucaristía,
vivida como celebración gozosa, alimenta nuestra fe, nos hace crecer en
fraternidad, reaviva nuestra esperanza en Jesucristo resucitado, vence nuestros
miedos, dudas, falta de audacia. La Eucaristía es el sacramento del encuentro
con Jesús. “Estando tan dentro de mí, si tenemos fe, nos dará lo que le
pidiéremos, pues está en nuestra casa. Y no suele Su Majestad pagar mal la
posada, si le hacen buen hospedaje” (Santa Teresa, Camino 34,8). Jesús, vida nuestra. Te adoramos. Te damos gracias.
¿Cómo
puede éste darnos a comer su carne? Las preguntas escépticas resecan nuestro
corazón y dejan las orillas del mundo llenas de hambrientos de vida, de
consuelo, de esperanza. La entrega de Jesús es el corazón de la vida. ¿Cuándo
aprenderemos a recibir y a mirar confiadamente al que nos mira con tanto amor? ¿Cuándo
aprenderemos a dar y a darnos como Jesús? Ven
Espíritu Santo, acércanos con fe al misterio del amor entregado de Jesús. Abre nuestros
ojos para que lo reconozcamos.
Si
no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tenéis vida en
vosotros. La
Eucaristía nos introduce en el misterio del amor, es la fiesta del encuentro y
de la caridad, es el centro y cumbre de la vida cristiana. Jesús se hace
presente en medio de la comunidad cuando parte el pan. Jesús sigue vivo cuando
en medio del mundo la Iglesia parte el pan con los necesitados. Siempre estás disponible para el
encuentro. Te alabamos y te bendecimos, Señor Jesús.
El que come mi carne y bebe mi sangre
habita en mí y yo en él. El amor de Jesús toca las raíces de nuestro ser
y provoca, como respuesta, la entrega incondicional de la vida. Aquí radica la
experiencia más bella de nuestra fe. Para conocer y amar a Jesús hay que estar
con Él. La adoración es el ungüento precioso derramado, como signo de una
sobreabundancia de gratuidad. La Eucaristía es la fuente de la caridad de toda
la Iglesia. La solidaridad es la más bella expresión en nuestras calles del
amor entregado de Jesús. Gracias
por amarnos tanto.
Feliz fiesta del Corpus – CIPE, junio de 2017