Lectura orante del Evangelio: Mt 10, 26-33
“No
tengáis miedo de soñar cosas grandes. ¡Adelante,
sed valientes e id contracorriente! ¡Y estad orgullosos de hacerlo! (Papa Francisco).
No tengan miedo. "Es
cosa dañosa ir con miedo por este camino de oración", dice santa Teresa
de Jesús, y por el camino de la vida, añadimos nosotros. El miedo amedrenta el
deseo de la verdad de salir a la luz, debilita la valentía de gritar desde las
azoteas lo que Jesús nos dice al oído. Jesús nos invita a vivir con libertad y
confianza, con coraje y fe. Si queremos dar la cara por el Evangelio, tenemos
que dar la espalda a los miedos. Por eso, no estaría nada mal, ayudados por el
Espíritu que "sondea lo íntimo del corazón", comenzar nuestro
encuentro de oración con Jesús desenmascarando nuestros miedos: a la entrega, a
la cruz, al amor, a la alegría, a tomar decisiones, a perder las/os amigas/os,
al qué dirán, a la oposición que puedan hacernos. ¿Por qué tenemos miedo? Si nada es imposible para ti, Señor. ¿Por qué
tenemos miedo?
No tengan miedo.
De nuevo nos lo repite Jesús; sabe que, si nos decidimos a ser sus
amigas/os y vivir el Evangelio, vamos a correr su misma suerte y a tener
conflictos en el mundo. Jesús desea que, sin dejar de afrontar nuestras
responsabilidades, cantemos un himno a la fe confiada en el Padre, vivamos con
la libertad de las/os hijas/os de Dios, sintamos que nuestro corazón está
habitado por una fe firme y un amor fuerte. No puede haber cambio en el mundo
si no hay cambio en nosotras/os y nos liberamos de miedos y temores. El riesgo
es grande, pero Jesús nos acompaña y alienta. Jesús, que es la fuente del
consuelo, nunca nos abandona en las dificultades. Con Jesús, es posible ser
‘mártires de la cotidianidad’ (Papa Francisco). Que la palabra de Jesús se meta
en nuestro respirar para que caminemos al aire del Espíritu, sin miedo a amar. ¿Quién nos separará de tu amor, Señor? En
todo vencemos gracias a ti.
No tengan
miedo. Por tercera vez lo pide Jesús. El miedo a hacer el ridículo, a ir
contracorriente, lo vencemos si estamos con Jesús, si cultivamos el trato de
amistad con Él, si su palabra se nos mete en el corazón. Con la presencia del
Amigo, y de tantas/os amigas/os conocidas/os o no, nos sentimos sostenidas/os en
la dificultad, los miedos a dar testimonio de nuestra fe se debilitan y huyen.
Jesús, corazón de nuestro corazón, nos desafía a superar los miedos a vivir el
reino de Dios y su justicia. Esta presencia del Señor es la que han vivido, y
viven, tantas/os testigos a lo largo de la historia; han conocido el amor y se
han atrevido a amar, han experimentado la libertad y han liberado; nos
sorprende, sobrecoge, conmueve su actitud. La fe no crea gentes cobardes, sino personas
resueltas y audaces. No encierra a las/os creyentes en sí mismas/os, sino que
les abre más a nuevos horizontes. No les envuelve en la pereza y la comodidad,
sino que les anima al compromiso. Quien ha visto cómo la presencia del Señor
expulsa el miedo de su corazón, quien ha sido mirado por el amor de Jesús,
puede curar a las/os demás con la ternura, el afecto, la alegría, el saludo, el
abrazo; puede decir a las/os demás: ‘No tengan miedo’. Gracias, Señor Jesús, por tu palabra.
Feliz Domingo – CIPE, junio de 2017