Lectura orante del Evangelio: Mateo 13,24-43
“La semilla de la mostaza es
pequeñísima, pero Jesús dice que basta tener una fe así, pequeña, pero
verdadera, sincera, para hacer cosas humanamente imposibles, impensables. ¡Y es
verdad!” (Papa Francisco).
El reino de los cielos se parece a un hombre que
sembró buena semilla en su campo. Dios confía su palabra a nuestro campo. La oración es un atrevimiento,
una oportunidad para nuestra vida. Es algo tan sencillo como sembrar la bondad
de Dios en el corazón. Puede comenzar ahora mismo. Basta dejar entrar a Jesús
en nuestro campo. Basta mirarle, hablar con él. Jesús llega contagiando vida y
alegría. Jesús. ¡Qué alegría encontrarnos
contigo!
¿De dónde sale la cizaña? La oración nos enfrenta al desconcierto de vernos
habitadas/os por sentimientos y vivencias, contrarios al evangelio de Jesús.
¿Qué hacer cuando no vemos pureza y verdad en nuestra vida? ¿Cómo dar cabida a
tanta hermosura en tanta guerra? La cizaña de ver el mal en todas partes puede
llevarnos a una huida pesimista, pero puede también invitarnos a confiar en
nuestro Padre y a acogerlo como fuente de toda santidad. En la era de tantos
símbolos rotos, el Espíritu sigue abrazando a la humanidad con la vida y la
alegría. Trinidad, a quien adoramos, tú mantienes
nuestra fe, alientas nuestra esperanza,
sigues dándonos razones para amar.
El reino de los cielos se parece a un grano de
mostaza que uno siembra en su huerta. ¡Un pequeño grano de mostaza! Dios da valor a lo
pequeño, ama nuestra nada, esa que a nosotras/os nos molesta. En la oración
ofrecemos nuestra pequeñez: ‘Aquí está mi vida’. Más allá de lo grandioso, del
prestigio, del poder que avasalla, Jesús nos invita a vivir la fe de una manera
humilde y confiada. El reino está presente en las pequeñas cosas de cada día.
Cuando hacemos eso poquito que está en nosotras/os, sembramos esperanza en el
mundo. Nuestra fuerza está en sembrar semillas de evangelio y confiar. Bendito seas, Señor, que nos permites soñar
tus sueños.
El reino de los cielos se parece a la levadura: una
mujer la amasa y basta para que todo fermente. La oración es un milagro de confianza. Con muy
poquito por nuestra parte, Dios hace mucho. Sin saber cómo, en el silencio, su perfume
llena de buen olor toda la casa, su levadura fermenta la masa de harina. Su
proyecto humanizador transforma calladamente nuestra historia. En lo humilde y
pequeño de cada día Dios trabaja nuestro corazón. Este puede ser un buen
momento para encontrarnos con Dios; de forma inesperada y sorprendente puede
fermentar nuestra vida. Con tu reino,
Señor, la alegría va ganando espacio en nuestra interioridad.
Feliz domingo. Con el perfume de la fiesta del Carmen. CIPE
– Julio 2017