Lectura
orante del Evangelio: Mateo 13,44-52
“Jesús está entre nosotros, Él
está aquí hoy. Es Él quien nos busca, es Él quien se deja encontrar incluso por
quien no lo busca. A veces Él se deja encontrar en sitios insólitos y en
momentos inesperados. Cuando encontramos a Jesús quedamos fascinados,
conquistados, y es una alegría dejar nuestro acostumbrado modo de vivir, tal
vez árido y apático, para abrazar el Evangelio, para dejarnos guiar por la
lógica nueva del amor y del servicio humilde y desinteresado” (Papa Francisco).
El
reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo. Jesús
está con la gente, sale cada día a los caminos. Comunica su secreto hablando
con sencillez de las cosas que todos conocen. En torno a Él se respira novedad.
Contagia gozo. Deja intuir que el reino está cerca y que es capaz de cambiar la
vida. El reino está al alcance de todos/as, de afortunados/as e inquietos/as.
No hay que ir lejos a buscarlo porque está escondido en el corazón. Su
descubrimiento es algo novedoso y sorprendente, que llena de alegría a quien lo
encuentra. El tesoro escondido en el campo es Jesús mismo, el reino se hace
presente en Él. La oración sabe mucho de estas búsquedas y encuentros. Jesús, encontrarte es la mayor alegría.
El
que lo encuentra, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el
campo. Así reaccionan quienes encuentran a Jesús de forma
inesperada en las tareas cotidianas. Así responden quienes hacen el
descubrimiento del proyecto fascinante del reino. Inmediatamente se dan cuenta
del valor incomparable de lo que han encontrado, y están dispuestos/as a perder
todo con tal de tenerlo. Cuando encontramos personalmente a Jesús y descubrimos
su cercanía y su presencia en nuestra vida, ya nada es como antes. Nos ha
tocado un lote hermoso, estamos alegres. Gracias,
Jesús. Eres el tesoro de nuestra vida.
El
reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas. Para algunos/as el encuentro
con Jesús es algo esperado, deseado, buscado por largo tiempo, como nos lo
muestra la parábola del comerciante que da vueltas por el mundo para encontrar
algo de valor. Jesús es la perla de gran valor. Se ofrece gratuitamente,
se deja encontrar por quien lo busca. A nosotros/as nos toca aprovechar la
ocasión para que no se nos escape, tomar la decisión de comprar la perla y
ponerla en el centro de nuestro corazón. La presencia de Jesús, en el aquí y
ahora de nuestra vida, es lo que nos da la fuerza para venderlo todo, es la alegría para
anunciar que hemos encontrado mucho más de lo que esperábamos. Gracias, Jesús, por fascinarnos.
Al
encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra. Jesús
se ofrece como el mejor de los dones, no se impone, espera ser acogido con
alegría. La grandeza de su don hace posible la radicalidad de nuestra
respuesta. Cuanto más recibimos de él, más nos brota el deseo de darnos del
todo, de amarlo con todo el corazón. El don de su reino nos enamora. Que Jesús,
la mejor de las perlas, quiera vivir con nosotros/as y ser nuestro amigo, nos
hace entender lo poco que dejamos y hacemos por Él. Jesús es la gracia y espera
que lo agradezcamos sirviendo a la gente más necesitada. Gracias, Señor. Siempre, gracias a Ti.
Gozosos de haber encontrado la
perla en la Virgen del Carmen. CIPE – Julio 2017