Lectura orante del Evangelio:
Mateo 17,1-9
“Que también nosotros podamos ser transfigurados por el
Amor” (Papa Francisco).
Se transfiguró delante de ellos y
su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la
luz. Del desierto, donde experimentamos la tentación
vencida con la Palabra, subimos al monte, donde acontece el encuentro luminoso
con Jesús. En ambos casos, es el Espíritu, que sabe lo que nos hace falta,
quien nos empuja a buscar. Necesitamos ambas experiencias, la del desierto y la
del monte, para que nuestra fe en Jesús se fortalezca. Solo un encuentro
personal y amoroso con Él nos llevará a vivir la vida de cada día con
compromiso y esperanza. Jesús, ante nosotras/os, se nos muestra como luz y
llena nuestras noches de claridades. El cansancio por los problemas cotidianos,
el dolor ante un mundo tan herido, el no entender la cruz, la desesperanza ante
el futuro… todo se ilumina con su presencia. ¡Qué alegría estar con Jesús en el
silencio contemplativo del monte! ¡Cuánto necesitamos respirar el aire limpio
de su Espíritu! ¡Qué grande es su belleza! Vamos
contigo, Señor, al monte y al collado donde mana el agua pura.
´Señor, ¡qué hermoso es estar aquí!´ Es tan
hermoso mirar a Jesús, luz de toda luz filtrándose por nuestros poros, que nos
dan ganas de plantar la tienda y quedarnos ahí. Ante Jesús, ´Hermosura que
excede a todas las hermosuras´, llegamos a barruntar cómo es ese Dios que un
día veremos cara a cara. ¿Cómo hemos podido vivir tan ciegas/os, sin reservar cada
día un tiempo y un espacio, un corazón, para Dios? ¡Qué bello es el encuentro
con Él! ¡Cuánto necesitamos esta experiencia de alegría, tan gratuita e
inesperada! Estar ante ti, Jesús. Sin
prisa. Con los ojos fijos en ti. Dejándonos enamorar, para entregar la vida,
contigo, cuando bajemos al llano.
´Este es mi Hijo, el amado, mi
predilecto. Escúchenle´. ¡Qué bellas estas palabras del
Padre, que invitan a dejar sitio a Jesús! Nuestras búsquedas, orientadas hacia
Jesús, para descansar en Él: ‘Este es’. Nuestra sed de amor, colmada en el
encuentro con el Amado. ¡Todas/os hermanas/os, con sitio en el corazón del Predilecto!
Con el oído abierto para escucharle hasta el fondo y percibir en cada una de
sus palabras el amor que nos tiene y la paz inconfundible que deja en la
interioridad. Escucharle para poder seguir sus pasos, con una misión: estar
cerca de los que sufren. Gracias, Padre.
En tu Hijo nos lo has dicho y dado todo. Gracias.
Jesús se acercó (a los
discípulos) y tocándoles, les dijo: “Levántense, no teman”. Tanto como subir, importa bajar. Para ello, Jesús nos levanta y nos
ayuda a superar los miedos. ‘Levántense, no teman. Abandónense con toda
sencillez en el misterio de Dios. No se inquieten’. `Con libertad y alegría se
ha de andar el camino´, nos dice Teresa de Jesús. La mirada contemplativa,
puesta en Jesús, nos contagia humildad, tan necesaria para abajarnos y ponernos
en verdad, para llenarnos de gozo, bajar y enraizarnos en la tierra, para
introducirnos en la pasión del mundo y entregar vida a las/os hermanas/os que
sufren y están angustiadas/os. Como Jesús, siempre como Él, con Él y en Él. Gracias, Jesús. Tú siempre vienes con nosotras/os.
Nos amas. Ahí está todo.
Feliz fiesta de la Transfiguración. En Quel, fiesta del “Panyqueso”. CIPE-agosto
2017