domingo, 17 de abril de 2016

Domingo cuarto de Pascua


Lectura orante del Evangelio: Jn 10, 27-30
“¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándote, quiero ser toda oídos a tu enseñanza para aprenderlo todo de Ti” (Isabel de la Trinidad). 
‘Mis ovejas escuchan mi voz’. El Espíritu mantiene vivo el recuerdo de Jesús en nosotras/os; nos permite abrir cada día la mente y el corazón a la novedad inagotable de Jesús. El Espíritu nos abre los oídos para escuchar la palabra, llena de vida, de Jesús, que toca las raíces del corazón; nos enseña a caminar en libertad y verdad. Al dejarnos guiar por el Espíritu y optar por escuchar a Jesús comienza el camino apasionante de la oración, sintonizamos con la Buena Noticia de Dios. Jesús, ponemos en el centro de nuestras comunidades tu Palabra viva, concreta e inconfundible. Tú eres nuestro único Señor.  
‘Yo las conozco’. Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre. Nos conoce, se relaciona con nosotras/os, tiene tiempo para amarnos, nos da vida en abundancia. El camino andado con Jesús y la vida compartida con Él hacen que su presencia sea cada vez más viva en nosotras/os. Su conocimiento amoroso es la respuesta a todas nuestras preguntas. Tú nos conoces, Jesús. Nos conoces para que te amemos. Siempre tienes tiempo para nosotras/os.   
‘Ellas me siguen’. Vivimos de verdad cuando decidimos libremente seguir a Jesús, cuando ponemos en Él los ojos. Jesús es nuestro centro y nuestro guía. Pretender ser cristianas/os sin seguir a Jesús es imposible. Seguir a Jesús es atrevernos a vivir como Él. Jesús nunca se vuelve una costumbre, algo ya sabido; ofrece vida y novedad a manos llenas. Al seguirle, aparece la cruz; un seguimiento que no cuesta nada, no vale nada. Seguir a Jesús es asumir el cuidado de la humanidad, de la creación. La oración es la estrategia del Espíritu que nos permite acercarnos a Jesús, escuchar su palabra, seguirle cada día con alegría, hacer el bien como Jesús lo hizo, enfrentarnos a la vida y a la muerte con la esperanza con que Él se enfrentó, acercarnos a las/os desvalidas/os como Él se acercó. Espíritu Santo, enséñanos a vivir la vida como una aventura fascinante: la de seguir a Jesús.
‘Yo les doy la vida eterna’. Jesús sabe la necesidad que tenemos de vida verdadera, y Él es y da la vida. Cuando cultivamos su presencia en medio de nosotras/os nos toca su vida, como un río de alegría. No hay que esperar al más allá para vivir en plenitud; Jesús nos regala vida, aquí y ahora. Ninguna muerte tiene más poder que su vida. Podemos cantar en medio de la prueba, danzar también en los tiempos más sombríos, agradecer siempre, atrevernos a vivir su vida que es la nuestra. Jesús no está en crisis. Jesús, tu vida bulle en nuestras entrañas, se desborda en la entrega.     
‘El Padre y yo somos uno’. Jesús es el fiel reflejo de la bondad del Padre, vive en comunión plena con Él. Conocemos al Padre al vivir con Jesús; al amar a Jesús, el Padre vive en nosotras/os. Te alabo, Padre, manantial inagotable de vida. Te alabo, Jesús, vida entregada en gratuidad. Te alabo, Espíritu Santo, vivificador de toda vida.
¡Feliz Pascua de Resurrección!

CIPE – Abril 2016