“¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar
mi vida escuchándote, quiero ser toda oídos a tu enseñanza para aprenderlo todo
de Ti” (Isabel de la Trinidad).
‘Mis ovejas escuchan mi voz’. El Espíritu mantiene vivo el recuerdo de Jesús en nosotras/os; nos
permite abrir cada día la mente y el corazón a la novedad inagotable de Jesús.
El Espíritu nos abre los oídos para escuchar la palabra, llena de vida, de
Jesús, que toca las raíces del corazón; nos enseña a caminar en libertad y
verdad. Al dejarnos guiar por el Espíritu y optar por escuchar a Jesús comienza
el camino apasionante de la oración, sintonizamos con la Buena Noticia de Dios.
Jesús, ponemos en el centro de nuestras
comunidades tu Palabra viva, concreta e inconfundible. Tú eres nuestro único
Señor.
‘Yo las conozco’. Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre. Nos conoce, se relaciona con nosotras/os,
tiene tiempo para amarnos, nos da vida en abundancia. El camino andado con
Jesús y la vida compartida con Él hacen que su presencia sea cada vez más viva
en nosotras/os. Su conocimiento amoroso es la respuesta a todas nuestras
preguntas. Tú nos conoces, Jesús. Nos conoces
para que te amemos. Siempre tienes tiempo para nosotras/os.
‘Ellas me siguen’. Vivimos de verdad cuando decidimos libremente seguir a Jesús, cuando
ponemos en Él los ojos. Jesús es nuestro centro y nuestro guía. Pretender ser cristianas/os
sin seguir a Jesús es imposible. Seguir a Jesús es atrevernos a vivir como Él.
Jesús nunca se vuelve una costumbre, algo ya sabido; ofrece vida y novedad a
manos llenas. Al seguirle, aparece la cruz; un seguimiento que no cuesta nada,
no vale nada. Seguir a Jesús es asumir el cuidado de la humanidad, de la
creación. La oración es la estrategia del Espíritu que nos permite acercarnos a
Jesús, escuchar su palabra, seguirle cada día con alegría, hacer el bien como
Jesús lo hizo, enfrentarnos a la vida y a la muerte con la esperanza con que Él
se enfrentó, acercarnos a las/os desvalidas/os como Él se acercó. Espíritu Santo, enséñanos a vivir la vida
como una aventura fascinante: la de seguir a Jesús.
‘Yo les doy la vida eterna’. Jesús sabe la necesidad que tenemos de vida verdadera, y Él es y da la
vida. Cuando cultivamos su presencia en medio de nosotras/os nos toca su vida,
como un río de alegría. No hay que esperar al más allá para vivir en plenitud;
Jesús nos regala vida, aquí y ahora. Ninguna muerte tiene más poder que su vida.
Podemos cantar en medio de la prueba, danzar también en los tiempos más
sombríos, agradecer siempre, atrevernos a vivir su vida que es la nuestra. Jesús
no está en crisis. Jesús, tu vida bulle
en nuestras entrañas, se desborda en la entrega.
‘El Padre y yo somos uno’. Jesús es el fiel reflejo de la bondad del Padre, vive en comunión plena
con Él. Conocemos al Padre al vivir con Jesús; al amar a Jesús, el Padre vive
en nosotras/os. Te alabo, Padre,
manantial inagotable de vida. Te alabo, Jesús, vida entregada en gratuidad. Te
alabo, Espíritu Santo, vivificador de toda vida.
¡Feliz Pascua de Resurrección!CIPE – Abril 2016