“¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor, desciende
sobre mí para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo! Que yo
sea para Él una humanidad suplementaria en la que renueve todo su Misterio”
(Beata Isabel de la Trinidad).
‘El que me ama guardará mi
palabra’. En la Pascua ponemos los ojos en María, la mujer en
la que ha resucitado el Amor. Ella nos enseña a guardar en el corazón la
Palabra de Jesús. Guardar la Palabra, amar Jesús y dejarnos guiar por el
Espíritu es lo mismo. Cada mañana abrimos el oído para escuchar a Jesús:
palabra de amor del Padre que no se agota nunca. Es lo primero que hacemos:
llenarnos de vida, permitir que el amor de Jesús se siembre en nuestro surco y,
así, caminar con la Palabra dentro. Espíritu
Santo, guarda la Palabra en nuestra interioridad.
‘Y mi Padre lo amará’. María es la mujer que se sabe mirada por el Padre; en ese encuentro
amoroso está su dignidad. Con María aprendemos a orar, que es dejarnos mirar
por la ternura entrañable del Padre. Nuestra vida, tan zarandeada y tan frágil,
encuentra asiento en la relación de amor que el Padre mantiene con nosotras/os.
El Espíritu Santo nos quita el miedo a amar y a ser amadas/os. Espíritu Santo, enciende en nosotras/os la
llama del Amor.
‘Y vendremos a él y haremos
morada en él’. María experimenta la compañía amorosa de los Tres;
su vida es un espacio habitado por el Misterio de la Trinidad. Los Tres:
presencia que vence toda ausencia, inhabitación que rompe lejanías, relación
mutua. La Trinidad es la respuesta a la soledad que pesa sobre todo ser humano.
Los Tres cercanos, sin irse nunca de nosotras/os, esperando el encuentro. Pase
lo que pase, Ellos están siempre. La revolución más apasionante es la que
ocurre en el corazón humano habitado por la Trinidad. Amarte, Trinidad. ¡Qué gran suerte!
‘El Espíritu Santo, que enviará
el Padre en mi nombre, será quien les enseñe todo’. Acoger a María es acoger al Espíritu Santo, el que enseña todo acerca de
Jesús y mantiene vivo su recuerdo en la humanidad. El Espíritu es la memoria
viva de Jesús, completa lo que Jesús comenzó. El Espíritu está en quienes
siguen y aman a Jesús; siembra claridades en la noche, canta canciones nuevas
cuando todo parece terminar; ora en nosotras/os, nos hace testigos de
misericordia, abre espacios a la nueva humanidad. El Espíritu anima para
siempre nuestra vida. Espíritu Santo eres
único, irrepetible, sabiduría, amor.
‘Que no tiemble su corazón ni se
acobarde’. Jesús se despide con el don de la paz. Puede más su
fidelidad que nuestras dudas, tensiones, zozobras, miedos. Podremos vivir aquí
lo que Él vivió porque el Espíritu caminará con nosotras/os. Es hora de atrevernos;
Jesús sigue a nuestro lado, no sentiremos su ausencia. Nada hay hoy más
responsable ni más lúcido que creer en Él y actuar en coherencia con el
Evangelio de la compasión y misericordia. María es fuente de vida, dulzura y
esperanza para el camino. Sentimos tu
paz, Jesús, tu fortaleza. Gracias.
¡Feliz Pascua
de Resurrección! CIPE – Mayo 2016