Lectura orante del Evangelio: Juan 21,1-19
“Jesús es Camino real, Camino luminoso” (Beata
Isabel de la Trinidad).
‘Es el Señor’. Solo la presencia de Jesús da sentido a nuestra vida de discípulas/os, a
nuestra misión de anunciadores del Evangelio. La ausencia de Jesús nos deja
sumidas/os en la noche. Por eso, cuánto bien nos hacen quienes lo reconocen y
señalan con pasión de enamoradas/os, son centinelas de la mañana. Cuánto bien
nos hace descubrirlo en la oración mientras escuchamos su Palabra y tratamos de
amistad con Él. ‘Es el Señor’. Su presencia nos llena de alegría. Jesús, Tú eres nuestro Señor, tú eres
nuestra vida.
‘Simón, hijo de Juan, ¿me
quieres?’ Esta pregunta que hace Jesús a Simón nos la hace a
cada una/o de nosotras/os: ‘¿Me quieres?, ¿me quieres?’ El Amor quiere ser
amado. El amor a Jesús es lo que da valor a nuestra vida cristiana, a nuestra
oración. No está la cosa en pensar mucho, ni siquiera en hacer mucho, sino en
amar mucho. Lo decisivo no es el activismo sino el cuidado de la presencia de
Jesús en medio de nosotras/os. Jesús se acerca, nunca se cansa de nosotras/os;
olvida el desamor con que le hemos negado tantas veces, no da a nadie por
perdido, nos ofrece de nuevo la aventura de amarle. Gracias, Jesús, por preguntarnos por lo esencial.
‘Señor, tú conoces todo, tú sabes
que te quiero’. ¡Qué hermosa confesión de amor! La hacemos nuestra.
Afortunadamente, gracias a Jesús, las/os pecadoras/es podemos volver a
enamorarnos de Él. El amor verdadero no engaña. El amor verdadero es humilde.
El amor verdadero brota de los ojos deseados que llevamos dentro dibujados. El
amor verdadero se manifiesta en el abandono confiado. El amor verdadero da
sentido a la oración. Jesús, tú nos
conoces, tú sabes que te queremos.
‘Apacienta mis ovejas’. En el encuentro con Jesús, Él siempre nos invita a acompañar y cuidar a
los demás. Solo en Jesús, en la escucha de su Palabra, se alimenta nuestra
fuerza evangelizadora. ‘Apacienta mis ovejas’. Apacentar es llevar en los
labios un relato de salvación, es tener como meta la compasión. Apacentar es
escuchar el latido de otros corazones y abrir en ellos brechas para que entre
la vida de Jesús. Apacentar es amar de tal modo que Jesús pueda cuidar de todas/os.
Apacentar es sanar las heridas del mundo con la misericordia de Jesús. Toda
misión apacentadora se fundamenta en el amor de Jesús, recibido y dado
gratuitamente. Cuando experimentamos la mirada amorosa de Jesús sobre nosotras/os,
encontramos fortaleza para cuidar la vida de las/os pobres, las/os pequeños, las/os
enfermas/os. Jesús, pones tu misión en
nuestras manos. ¿Por qué confías tanto en nosotras/os?
‘Sígueme’. ¿Por qué nos
llama Jesús a seguirle? ¿Acaso no nos conoce y sabe de qué pasta estamos hechos?
No es hora de buscar razones que expliquen por qué nos llama. La llamada a
seguir a Jesús siempre es gratuita, siempre es posible. La belleza está en el
camino, en poner nuestros pies en sus pisadas mientras escuchamos su Palabra. Te seguimos, Jesús. Vamos contigo. Tú vienes
con nosotras/os. ¡Qué alegría!
Feliz Pascua de Resurrección – CIPE, Abril 2016