Lectura orante del
Evangelio: Lucas 7,11-17
“El alma más débil es la que más motivos tiene para
esperar” (Isabel de la Trinidad).
Iba Jesús camino de una ciudad llamada Naím. Ir de camino en la vida, como peregrinos. Ir amando
con el amor de Jesús. ¡Qué actitud más bella para los orantes! ¡De camino! Con
libertad y alegría, sin apegarse a las cosas, ligeros de equipaje. ¡De camino!
Con la mente abierta a lo inesperado y sorprendente de Dios, dispuestos a
recibir y a dar vida, peregrinos de plenitud junto a otros caminantes. ¡De
camino! Con la tensión del Evangelio en los ojos, con la ternura a punto para el
encuentro. ¡De camino! Sin dar a nadie por perdido. Ven, Espíritu, empújanos
para ir por los caminos de Jesús.
Sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su
madre, que era viuda. ¡Orantes en
camino! Poniendo los pies en las pisadas de Jesús. Sin ausentarnos de la vida,
bien metidos en ella, dejándonos tocar por los dolores de las gentes
indefensas, excluidas, marginadas. Con los ojos y oídos bien abiertos para ver
tanta muerte sobre muerte como hay en las orillas, para decir que todo vuelve a
ser posible cuando todo parecía terminar. Señor, Jesús, te invocamos. Tú
vives entre nosotros. Tú eres nuestra fuerza, nuestro punto de referencia,
nuestra perenne esperanza.
Al verla, le dio lástima y le dijo: ‘No llores’. ¡Orantes en camino! Sin mirar para otro lado, sin dar rodeos
cuando aparece el sufrimiento de los otros. Conmovidos en la hondura,
compasivos en gestos y palabras, cercanos hasta tocar las heridas. Llorando
toda muerte, pero sin tenerle miedo y, por eso, actuando en nombre del Dios de
la vida, como Jesús nos ha enseñado a amar. El error más grande es no darse
cuenta de que los otros son Jesús. Ven, Espíritu, consuélanos con las
palabras de Jesús.
‘¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!’ ¡Orantes en camino! Dejando hablar a Jesús, es su
turno; su sola presencia es dadora de vida, despertadora de plenitud; aunque no
tenemos fuerzas, Él lo hace todo. Permitiendo que la palabra de Jesús levante
las esperanzas caídas, sane nuestras heridas. Comunicando a los que nos rodean motivos
hondos para vivir, levantando ánimos caídos. Jesús, siempre que nos visitas, nuestro corazón se llena de alegría. Ahora somos felices, porque Tú estás con
nosotros. Tú has venido para que todos tengamos vida, vida abundante. Bendito y
alabado seas, Jesús, por darnos la vida.
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se
lo entregó a su madre. Todos daban gloria a Dios. ¡Orantes en camino! Dando gloria a Jesús, que quiere
dar vida en abundancia. Sabedores de que al final todo saldrá bien, vencerá la
vida y el bien dejará oír el sonido de la alegría frente a todo el estruendo de
la muerte. Entregando a los que andan perdidos lo que necesitan para vivir con
dignidad. Cantores, con Jesús, de la gloria de Dios, que visita con su bondad y
su amor a su pueblo. Con María, con todos los pueblos de la tierra, cantamos
tu misericordia, Señor.
¡FELIZ DOMINGO! Desde el CIPE – junio 2013