Lectura
orante del Evangelio: Lucas 9,51-62
“Ya de chico, enfilé la
proa hacia Jesús y desde entonces, felizmente para mí, Él se hizo cargo del
timón de mi barca… Ansío ser aceptado como su amigo de confianza, pero vestido
de su propio corazón (“revestíos de Él, subrayaba Pablo), para amarle desde Él
mismo, centrado en su persona y en su evangelio, sin ruidos, sin cicatear
tiempo a la tertulia ni trocearla con ocurrencias fuera de tono.
Definitivamente, que mi ACENTO es JESÚS y mi sueño compartir su casita de
exilado” (Monseñor Gonzalo López Marañón).
Cuando se iba cumpliendo
el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a
Jerusalén. Miramos a Jesús en un momento clave de su vida: metido de lleno en nuestra
historia, y, a la vez, en camino hacia el proyecto del Padre; muy encarnado en
nuestra tierra y, a la vez, muy del cielo; nadie le quita la vida, es Él quien
la da libremente. Estamos con Jesús en este camino. Lo vemos afrontando los
miedos. No quiere sobrevivir, quiere vivir. Su generosidad para entregar la
vida es total. En vez de dejarse llevar por la corriente, toma decisiones, se
enfrenta a lo que tiene delante. El Espíritu lo acompaña. Así oramos: mirando a
Jesús, aprendiendo de Él, dejando que el Espíritu nos meta en el proyecto que
el Padre tiene para nosotras/os. Jesús,
¿qué decisión tenemos que tomar en este momento para seguirte?
‘¿Quieres que mandemos
bajar fuego del cielo que acabe con ellos?’ Él se volvió y les regañó. ¿En qué consiste seguir a Jesús? ¿Autenticidad? Toda. ¿Rechazo a quienes no
siguen nuestra manera de pensar y obrar? Ninguno. ¿Llama de amor viva? En
plenitud. ¿Fuego de venganza y fanatismo destructivo? Nada de eso. El evangelio
de Jesús no se anuncia con agresividad, se vive con gozo y valentía; la opción
de creer en Jesús no es imposición, es propuesta de vida plena; caminar con
Jesús es ser, como Él, artesanos de paz, abrir espacios de compasión y de
ternura. Jesús, ¿qué actitudes tenemos
que cambiar para parecernos a Ti?
Mientras iban de camino,
le dijo uno: ‘Te seguiré adonde vayas’. Aunque en muchas casas y ambientes no se
le deja entrar, Jesús sigue provocando seguidoras/es en el camino. Nosotras/os somos
seguidoras/es. ¿Basta con esto? No. Queda desaprender maneras de seguirle a
medias, sin compromiso claro ni coherencia, y aprender a ir con Él sin miedo a
que nos lleve por caminos nuevos y nos meta en la lógica del amor que se
entrega. Jesús, ¿por qué queremos seguirte
y, a la vez, sentimos miedo? Danos tu Espíritu.
‘Las zorras tienen
madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar
la cabeza’. Jesús no engaña: promete su amor. Él es la referencia en el seguimiento, el
descanso en el camino. Su propuesta de vida es fascinante. La novedad de su Evangelio
está más allá de cosas que no pueden darnos vida. No es cuestión de renunciar,
cuanto de elegir al que es lo mejor. ¡Qué alegría tenerte cerca, Jesús!
No tienes nada y lo das todo. Gracias, Señor, Jesús, Amigo. Mil veces diremos
tu nombre.
Quien echa mano al arado
y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios. Las constantes miradas
hacia atrás ralentizan el camino e impiden vivir de verdad. El seguimiento auténtico
de Jesús nos abre a un horizonte nuevo. Si el corazón está lleno de otras
cosas, no puede beber de la Fuente que mana. Jesús, tú eres el sentido
de nuestra vida, nuestra alegría y plenitud, nuestro todo. Bendito y alabado
seas.
¡FELIZ DOMINGO! Desde el CIPE – junio 2016