Lectura
orante del Evangelio: Lucas 9,18-24
“Quiero pasar mi vida escuchándote” (Isabel de la
Trinidad).
‘¿Quién dice la gente que soy yo?’ ¿Qué dice la gente de Él? Desde hace dos mil años su
amor ha arrastrado a muchas/os peregrinas/os que le han amado con todo el
corazón; le han escogido en medio de la tentación, le han sido fieles en el
sufrimiento, han sido testigos de su vida en la muerte. Hay muchas/os que
tienen su nombre en los labios y en el corazón. Sus vidas han renovado la
humanidad, han embellecido el rostro de la Iglesia. “Porque solo tu amor vale más que la vida” (Carmen Cañada).
‘Y ustedes,
¿quién dicen que soy yo?’ Vamos de
camino con Jesús. Le hemos visto orar, perdonar, amar, curar heridas. No es uno
más. Tiene algo que fascina y hace que volvamos la mirada hacia Él. Se ha
metido en nuestra vida. Sus ojos habitan nuestra interioridad. Sus palabras nos
han abrasado el alma. Es Señor y Amigo. Su fuente ha saciado nuestra sed más
honda, nos ha colmado de gozo. Es fiel a la alianza que ha hecho con nosotras/os.
Sabe esperarnos. Cuando volvemos a Él nos recibe con una ternura y misericordia
inusitados. Le ha dado a nuestra vida un horizonte de esperanza. Es alguien único.
Se llena de alegría cuando empezamos a amar a las/os demás, como Él les ama.
¿Quién decimos que es? Nunca nos cansaríamos de hablar de Él. Jesús lo es todo
en nuestra vida. “Encontrarme contigo,
Jesús de Nazaret, es la dicha más grande de mi vida” (Carmen Cañada).
Pedro tomó la palabra y dijo: ‘El Mesías de
Dios’. El
Espíritu viene en nuestra ayuda, pone en nuestros labios palabras de fe y amor
para decírselas a Jesús; abre con delicadeza espacios para el encuentro con Él.
El Espíritu nos empuja a entregar a Jesús sin miedo nuestra vida entera. Al confesar quién es Él, descubrimos quiénes
somos nosotros; nos lanzamos a la fascinante aventura de ser de Dios, invitados
a vivir al aire de las bienaventuranzas. “Toda
mi vida cantaré y tocaré para Ti” (Carmen
Cañada).
“El Hijo del Hombre tiene que ser ejecutado y
resucitar al tercer día’. En el
camino de la esperanza seguimos cada uno de los pasos de Jesús, también los que
van de la noche a la mañana resucitada. Juntos andamos. Después de conocer a
Jesús, ya no podemos ni queremos elegir otro camino, porque “Cristo es mío y
todo para mí” (Juan de la Cruz). Sus sufrimientos son los nuestros, los
sufrimientos de la humanidad son los nuestros. “No necesito verte para verte, ni hablar para decir lo que te quiero.
Yo creo en Ti, yo creo en Ti, creo en Ti. Yo espero en Ti, yo espero en Ti,
espero en Ti” (Carmen Cañada).
‘Él que quiera seguirme… que se venga conmigo’. Conocemos nuestra debilidad,
pero queremos seguir a Jesús. Orientamos hacia la Cruz nuestros pasos, hacia la
Alegría resucitada nuestro corazón. Aunque lo perdamos todo, siempre nos
quedará Jesús. Allí estará su amor para inundar nuestro corazón. Hemos elegido
a Jesús. ¡Qué alegría ir con Él! “Hiciste
la belleza porque sabías que mis ojos exultarían viéndola. Me esperas en la
muerte porque sabes que necesito verte” (Carmen Cañada).
¡FELIZ DOMINGO! Desde
el CIPE – junio 2016