Lectura
orante del Evangelio: Mateo 5,38-48
“En el corazón de la Iglesia,
mi Madre, yo quiero ser el amor” (Santa Teresita).
No
hagan frente al que les agravia. Nos acercamos a Jesús con la humildad de quien
quiere aprender sus caminos, dispuestos a dejarnos sorprender por su palabra. Antes de pensar si es o no posible vivir lo que Jesús
propone, dejamos que esta palabra atrevida, desconcertante, a contracorriente, nos
recorra por dentro, como agua que empapa nuestra tierra, y nos sane. Jesús nos
propone guardar en el corazón, frente a todo agravio, una sabiduría nueva, una actitud
no violenta. No es fácil la aventura, pero es fascinante: la palabra de Jesús
frente a nuestra mentalidad agresiva. En medio de un mundo violento, enfrentado
en mil guerras, Jesús nos invita a abrir un camino nuevo, empezando por el
propio corazón. Jesús, tu palabra crea
vida. Nos fiamos de ella.
Amen
a sus enemigos, hagan el bien a quienes les aborrecen y recen por quienes les persiguen
y calumnian. Cruzamos muy
despacio este paisaje de la palabra, tan desconcertante y hasta escandaloso
para nosotras/os. Jesús nos transmite la experiencia que tiene del Padre, nos
comunica lo que ha visto y oído en el corazón del Padre. Nuestra vocación es el
amor. Somos hijos e hijas de Dios cuando ponemos amor donde no hay amor. ¿Cómo es posible amar a quienes nos odian?, ¿cómo hacer
el bien a quienes no nos quieren?, ¿cómo rezar por quienes hablan mal de nosotras/os?
Lo que para nosotras/os es imposible, es posible para Dios. Solo tú, Jesús, puedes hacer brotar en nosotras/os esta fascinante novedad del
Evangelio del amor.
Así
serán hijos de su Padre que está en el cielo. La propuesta de Jesús nace de la experiencia que tiene
del Padre. El Padre no es violento, es compasivo, ama, no sabe ni puede hacer
otra cosa que amar. La venganza y el odio son ajenos a su proyecto creador. ¡Qué
fuente tan cristalina para mirarnos en ella! ¡Qué proyecto tan fascinante! Mirar
al Padre, que nos ha mostrado Jesús, el Hijo Amado, nos hace buenas/os. Amar de
esta manera nos hace pobres como Jesús, audaces en la confianza como Jesús,
centinelas de un mañana insospechado para la humanidad como Jesús. Espíritu
Santo, despierta en nosotras/os la condición de hijos e hijas del Padre, que
Jesús nos ha mostrado.
Sean
perfectos como su Padre celestial es perfecto. Hemos sido creados para
vivir esta clase de amor. En esta perfección de amor está la novedad del
Evangelio. No hemos sido llamados para ser jueces de las/os demás, esa
no es la vocación cristiana. Hemos sido llamados para amar. E ir por caminos
contrarios a la astucia de este mundo, o sea, amar a la manera de Jesús, que
entrega su vida por amor, solo lo podemos hacer unidos a Él. Padre, tú eres fuente de santidad para nosotras/os. En
las propuestas de Jesús, descubrimos hasta qué punto somos amados. Tú, Señor,
no te contentas con poco, quieres sacar de nosotras/os lo mejor. Gracias por
amarnos para poder amar como Tú amas.
CIPE – Febrero 2017