Lectura orante del
Evangelio: Mateo 6,24-34
“El diablo toma siempre este camino de
tentaciones: la riqueza, para sentirte suficiente; la vanidad, para sentirte
importante; y al final, el orgullo, la soberbia” (Papa Francisco).
No pueden servir a Dios y al dinero. Jesús es tajante en este tema: el dinero nos aleja de Dios, no nos salva.
No se puede compaginar el amor a Dios con el amor al dinero. La
idolatría del dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará la
humanidad para progresar hacia una convivencia más humana. ¿Por qué no probamos
a releer esta palabra fuerte de Jesús en primera persona? ¿A quién sirvo: al ídolo
dinero o al Dios viviente? ¿Qué es lo que me importa en la vida? La calidad de
la oración depende de nuestra respuesta. El dinero adorado es un dios falso e
injusto, un amo implacable que ahoga la Palabra, un aguacero que abre abismos
entre pueblos ricos y pobres, un ladrón que quita la vida a las/os excluidas/os
del pan y del trabajo, de la dignidad y la justicia. ‘No a una economía de la
exclusión y la iniquidad. Esa economía mata’ (Papa Francisco). La idolatría del
dinero nos vuelve incapaces de llorar ante el drama de las/os demás. Ayúdanos,
Señor, a cambiar de mentalidad.
No estén agobiados por la vida. El mensaje de Jesús no
es ingenuo, pisa tierra, conoce las necesidades de la gente, sabe lo que nos
hace falta. El agobio nos quita la vida, nos roba el tiempo. El arte de vivir es
un camino de regreso a la simplicidad del corazón. Contra la angustia y el agobio,
Jesús propone una medicina nueva: la confianza en la providencia de Dios.
Llamar a Dios Padre tiene consecuencias en la vida. Es posible vivir la
realidad humana de forma feliz, abierta, solidaria; esto alegra el corazón del
Padre. ‘He observado con frecuencia que Jesús no quiere
darme provisiones. Me sustenta a cada instante con un alimento enteramente
nuevo, recién hecho; lo encuentro en mí sin saber cómo ni de dónde viene… Creo
sencillamente que es Jesús mismo, escondido en el fondo de mi pobrecito
corazón, el que me concede la gracia de obrar en mí, dándome a entender lo que
quiere que yo haga en el momento presente’ (Santa Teresita).Bendito y alabado seas, Señor.
Miren a los pájaros… Fíjense cómo crecen
los lirios del campo. Dios no se olvida de nosotras/os, de cada una/o de nosotras/os,
con nombre y apellido. No da marcha atrás en su proyecto de amor. Qué buen
pensamiento. Jesús nos invita a mirar a los pájaros y a los lirios para crecer
en el abandono confiado. La mirada contemplativa, el silencio, el sencillo no
hacer nada, el aprender a respirar, el estar gratuitamente con las/os amigas/os…
nos sanan el corazón, nos permiten encontrarnos a nosotras/os mismas/os, a Dios
y a las/os demás. El tiempo para la creación es un tiempo para Dios y para las/os
hermanas/os. El agobio no nos hace bien. Cuando contemplamos gratuitamente la
vida, ésta se multiplica y surge, como una alegría inesperada del Evangelio, un
mundo más humano y solidario. Todo es gracia. Confiamos en ti, Padre.
Busquen el Reino de Dios y su justicia; y
todo lo demás se les dará por añadidura. ¡Manos a la obra! Todo
comienza luchando apasionadamente por el Reino y su justicia. Todo lo demás se
da como añadido. Más claridad, imposible. Un culto sin compasión y justicia,
¿qué es? Una oración que no lleva a defender a las/os más pobres, ¿en qué se
queda? Para que la maldad florezca, solo hace falta que la gente buena no haga
nada. Para que amanezca el Reino se necesitan muchas manos. ‘Hay hombres que
luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay
quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la
vida: esos son los imprescindibles” (Bertolt Brecht). Amén, Señor,
Jesús. Gracias. Amén.
CIPE – Febrero 2017