Lectura orante del Evangelio
“El cristiano debería ser una persona
luminosa, que lleva luz, que siempre da luz. Una luz que no es suya, sino que
es el regalo de Dios, es el regalo de Jesús. Y nosotros llevamos esta luz”
(Papa Francisco).
Ustedes son la sal de la tierra. Jesús da a conocer, con imágenes audaces y sorprendentes, lo que piensa y
espera de nosotras/os. Nos mira con los ojos de Dios y nos dice: ‘Ustedes son
discípulos misioneros’. ¡Qué hermosa manera de llamarnos! Somos
sal de la tierra, llamadas/os a dar sabor a la vida y a ayudar a saborearla.
Somos sal de la tierra, llamadas/os a limar aristas para que los problemas no
desgarren la paz. Somos sal de la tierra, llamadas/os a contagiar las músicas
escondidas en las cosas pequeñas de cada día. Somos sal de la tierra, enviadas/os
a afrontar la apatía y la vulgaridad con la creatividad y belleza. Con gestos
sencillos y palabras de verdad. ¿De dónde nos nace todo esto? Nos nace de
Jesús, que trae una salvación sorprendente, más allá de todo lo esperado. Somos
sal para todas/os. Ven, Espíritu Santo. Danos tu sabiduría para
encontrar el sabor de la vida que el Padre nos regala; danos alegría para
sembrar a manos llenas la vida en el campo, como Jesús.
Ustedes son la luz del mundo. Nos acercamos a Jesús que es luz y siembra claridades en nuestro
corazón. Somos luz si estamos con Jesús. Lo que ilumina y lo que mantiene la
luz de Jesús es la oración; ahí recibimos el coraje para la misión. De tanto
mirar al que es la Luz, quedamos iluminados para mirarlo todo con su mirada. La
luz es para darla, no sirve si se esconde. Si nos aislamos del mundo, nuestra
luz se pierde. Salir e iluminar, ir al encuentro, esta es la tarea. “Hemos de
salir hacia las periferias existenciales”, insiste el papa Francisco. Somos luz
cuando partimos el pan con quienes tienen hambre. Somos luz cuando hospedamos a
las/os pobres sin techo. Somos luz cuando vestimos al desnudo/a de toda
dignidad. Somos luz del mundo, llamados a dar esperanza. Somos luz cuando
anunciamos e Evangelio. Gracias, Jesús, por tantas personas que nos han
iluminado con su vida. Con su luz puesta sobre el candelero han vencido nuestros
miedos a la noche. Gracias, Jesús, por tantas hermanas y hermanos, que son nuestro
faro en las tormentas.
Alumbre así su luz a las gentes, para que
vean sus buenas obras y den gloria a su Padre que está en el cielo. El ser y el hacer van de
la mano, preparan el examen de amor al atardecer de la vida. Cuando estamos a
solas con Jesús salimos a la vida con fortaleza para anunciar la Buena Nueva. Mediante
el testimonio de vida, ofrecemos al mundo, salpicado de corrupción y mentira,
transparencia y verdad, unimos Evangelio y cultura. Recibimos y damos, éste es nuestro
estilo de vida. Nunca se agota el agua viva, si nos acercamos a beber del hontanar
de Jesús. Así damos gloria al Padre. Desnudas/os de todo poder, revístenos,
Padre, de Jesús, para mirarlo todo con su bondad.
CIPE – febrero de 2017