sábado, 4 de febrero de 2017

Domingo V del tiempo ordinario



Lectura orante del Evangelio
“El cristiano debería ser una persona luminosa, que lleva luz, que siempre da luz. Una luz que no es suya, sino que es el regalo de Dios, es el regalo de Jesús. Y nosotros llevamos esta luz” (Papa Francisco).                                      
Ustedes son la sal de la tierra. Jesús da a conocer, con imágenes audaces y sorprendentes, lo que piensa y espera de nosotras/os. Nos mira con los ojos de Dios y nos dice: ‘Ustedes son discípulos misioneros’. ¡Qué hermosa manera de llamarnos! Somos sal de la tierra, llamadas/os a dar sabor a la vida y a ayudar a saborearla. Somos sal de la tierra, llamadas/os a limar aristas para que los problemas no desgarren la paz. Somos sal de la tierra, llamadas/os a contagiar las músicas escondidas en las cosas pequeñas de cada día. Somos sal de la tierra, enviadas/os a afrontar la apatía y la vulgaridad con la creatividad y belleza. Con gestos sencillos y palabras de verdad. ¿De dónde nos nace todo esto? Nos nace de Jesús, que trae una salvación sorprendente, más allá de todo lo esperado. Somos sal para todas/os. Ven, Espíritu Santo. Danos tu sabiduría para encontrar el sabor de la vida que el Padre nos regala; danos alegría para sembrar a manos llenas la vida en el campo, como Jesús.
Ustedes son la luz del mundo. Nos acercamos a Jesús que es luz y siembra claridades en nuestro corazón. Somos luz si estamos con Jesús. Lo que ilumina y lo que mantiene la luz de Jesús es la oración; ahí recibimos el coraje para la misión. De tanto mirar al que es la Luz, quedamos iluminados para mirarlo todo con su mirada. La luz es para darla, no sirve si se esconde. Si nos aislamos del mundo, nuestra luz se pierde. Salir e iluminar, ir al encuentro, esta es la tarea. “Hemos de salir hacia las periferias existenciales”, insiste el papa Francisco. Somos luz cuando partimos el pan con quienes tienen hambre. Somos luz cuando hospedamos a las/os pobres sin techo. Somos luz cuando vestimos al desnudo/a de toda dignidad. Somos luz del mundo, llamados a dar esperanza. Somos luz cuando anunciamos e Evangelio. Gracias, Jesús, por tantas personas que nos han iluminado con su vida. Con su luz puesta sobre el candelero han vencido nuestros miedos a la noche. Gracias, Jesús, por tantas hermanas y hermanos, que son nuestro faro en las tormentas.   
Alumbre así su luz a las gentes, para que vean sus buenas obras y den gloria a su Padre que está en el cielo. El ser y el hacer van de la mano, preparan el examen de amor al atardecer de la vida. Cuando estamos a solas con Jesús salimos a la vida con fortaleza para anunciar la Buena Nueva. Mediante el testimonio de vida, ofrecemos al mundo, salpicado de corrupción y mentira, transparencia y verdad, unimos Evangelio y cultura. Recibimos y damos, éste es nuestro estilo de vida. Nunca se agota el agua viva, si nos acercamos a beber del hontanar de Jesús. Así damos gloria al Padre. Desnudas/os de todo poder, revístenos, Padre, de Jesús, para mirarlo todo con su bondad.  
CIPE – febrero de 2017