Lectura orante del Evangelio: Mateo
5,17-37
“No a la guerra entre nosotros… A los cristianos de todas las comunidades del mundo,
quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva
atractivo y resplandeciente. Que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a
otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis… No os dejéis robar
el ideal del amor fraterno” (Papa Francisco).
He venido a dar plenitud. Jesús se presenta como un
canto de novedad y plenitud, como un proyecto ilusionante capaz de llenar la
vida de sentido. Es el Señor. En Él ponemos los ojos. Jesús está en medio de
nosotras/os para comunicarnos una experiencia única, una vida más justa y
fraterna. El cristianismo, aun con sus dos mil años de vida, está por estrenar.
El evangelio es un lujo de alegría para nuestra vida. Jesús, con su propuesta
de vida plena, provoca a nuestro tiempo, la era del vacío de valores; provoca
nuestra oración, tan anodina y rutinaria; provoca nuestra vida, buscadora de
felicidades efímeras pero desconocedora de la alegría que llena el
corazón. Ábrenos los ojos, Señor, para que descubramos y gocemos con tu
gracia.
El que esté peleado con su hermano será
procesado… Deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu
hermano. Jesús, Vida plena, nos invita a comunicar vida, no a
quitarla; a hacer el bien y no el mal. Estar peleadas/os es un infierno. Vivir
insultando y despreciando, instaladas/os en el mundo de la sospecha y de la
condena a las/os otras/os, nace de un corazón malo en el que Dios no reina. Jesús
nos propone una dinámica radicalmente opuesta. En el diálogo amistoso con Él nos
anima a ser constructoras/es de paz. Las obras manifiestan que somos discípulas/os
suyas/os. Frente al odio y la violencia, la agresividad y el desprecio al otra/o,
el Espíritu de Jesús nos propone estrenar cada día el amor y la paz, la
reconciliación y el encuentro. Dios reina en el corazón bueno, de quien sale,
como de una fuente de agua limpia, la bondad y la ternura Jesús, haznos
entender la ley del amor.
El que mira a una mujer casada deseándola,
ya ha sido adúltero con ella en su interior. ¡Qué propuesta tan
novedosa de Jesús! ¡Qué amor el de Jesús por las/os pequeñas/os, por la mujer,
por quienes no cuentan! Jesús no acepta ninguna ley de fuertes contra débiles,
del varón contra la mujer, de ricos contra pobres, de sacerdotes contra laicas/.
Su grito: Que nadie sea mercancía de un deseo, número sin nombre, rostro tapado
por el desprecio y el ninguneo; que todas/os sean personas, con dignidad,
libres, con palabra, sitio y tarea en medio, para trabajar por un mundo nuevo,
de relaciones más justas entre personas, pueblos, culturas, religiones. Señor!
Enséñanos, Señor, los caminos nuevos de tu reino.
A ustedes les basta decir sí o no. Transparencia, sencillez
en los gestos, verdad en las palabras, tarea diaria por la paz. No a la
mentira, sí a la autenticidad. No se puede apoyar en Dios nuestra mentira. Muchas
personas solo tienen su palabra para proclamar su inocencia ante la sociedad y
la ley y no les queda más que apoyarse en Dios para fundamentar su
verdad. Solo Tú bastas, Señor. Tu verdad nos hace libres.
CIPE – Febrero 2017