EVOCAR LA MEMORIA…
Hacemos
presentes las palabras del Papa Francisco en su homilía en Monza, en su visita
pastoral a Milán, el 25 de marzo pasado:
“…Ante el desconcierto de María, ante nuestros desconciertos,
tres son las claves que el Ángel nos ofrece para ayudarnos a aceptar la
misión que nos es confiada…
EVOCAR LA MEMORIA… PERTENENCIA LA PUEBLO DE DIOS… POSIBILIDAD DE LO
IMPOSIBLE…
Como ayer, Dios continúa buscando aliados,
continúa buscando hombres y mujeres capaces de creer,
capaces de hacer memoria,
de sentirse parte de su
pueblo para cooperar con la creatividad del Espíritu.”
En esta sintonía les
compartimos este artículo escrito por Luis Yanza, líder social ex-dirigente del
Frente de Defensa de la Amazonía y de la Asamblea de Afectados por Texaco;
autor de libro “UDAPT VS. CHEVRON: las voces de las víctimas”.
UN DÍA COMO HOY HACE 50 AÑOS
29 marzo 2017
Luis Yanza*
Un
día como hoy, hace cincuenta años, brotó petróleo en la Amazonía Ecuatoriana.
Fuel el 29 de marzo de 1967 cuando, del pozo Lago Agrio número 1 (luego
de 45 días de perforación),
emergió el denominado “oro negro” que, según las expectativas de aquella época,
conduciría al país hacia el “progreso” para salir del subdesarrollo. Fue la
culminación de más de cuatro décadas de intentos por localizar este preciado
recurso en el “Oriente”, como se lo denominaba a la región Amazónica (en
Ecuador).
Los
esfuerzos para explorar y extraer petróleo habían empezado en el año 1923 con
la compañía The Leonard, pero no obtuvo resultados satisfactorios. Luego, en
1937, la compañía Anglo Saxo Petroleun continuaría la búsqueda en una concesión
de 10 millones de hectáreas. Sin embargo, dos años más tarde, la petrolera
traspasó el área concesionada a la compañía ShellOil Co., la cual se asoció con
la Standard Oil Company. A estas dos el gobierno de entonces, el dictador
Federico Páez, le otorgó una concesión de más de cuatro millones de hectáreas
en las que realizaron actividades de exploración durante once años. La Shell
abandonó el país en 1950 al no tener resultados alentadores, pues, de los pozos
que había perforado obtuvo crudo extra pesado, casi asfalto, que para la época
no era rentable ya que no existía tecnología para extraerlo.
Una
década después dos nuevas compañías presentaron sus propuestas para continuar
explorando en las mismas zonas antes concesionadas. Estas eran la Texaco y la
Gulf que, unidas en
consorcio, firmaron un contrato con el Estado Ecuatoriano, en marzo de 1964,
para explorar y extraer petróleo en una concesión de cerca de un millón y medio
de hectáreas. Texaco y Gulf exploraron en las áreas que no habían sido
intervenidas por las compañías que les antecedieron, es decir en el nororiente
amazónico que en esos años pertenecía a las jurisdicciones del cantón Putumayo
y la provincia de Napo.
Los
resultados se verían tres años después cuando, el miércoles 29 de marzo de 1967, desde la profundidad del suelo amazónico
emergió petróleo en cantidades comerciales y calidad rentable. Era el tan
preciado y esperado “oro negro”, aquel que cambiaría el rumbo económico del
Ecuador, pues, de un país cuya economía dependía de las exportaciones de
productos primarios agrícolas se pasaría a un país dependiente de las
exportaciones petroleras.
Han
transcurrido cincuenta años desde aquel día. Cada actor social, político e
institucional puede hacer las lecturas que mejor convenga a sus intereses y
realidades. Seguramente no todo será negativo; tampoco todo lo que ha generado
el petróleo es positivo. No obstante, en las zonas donde aún se lo extrae las
realidades son tan distintas de las del resto país. Aquí se convive con el
dolor, la angustia y la muerte derivadas de las consecuencias negativas que
produce la extracción petrolera. Mucho se ha escrito y se ha hablado acerca de
esta realidad, una realidad en la que los derechos son quebrantados, y no
solamente de las personas que viven en esas zonas, sino la Naturaleza misma
está siendo vulnerada en sus derechos. Entonces, estos cincuenta años debería ser la ocasión propicia para reflexionar
acerca de lo que ha significado medio siglo de “era petrolera” en la vida de
los ecuatorianos y ecuatorianas, en particular de quienes residimos en las
provincias de Orellana y Sucumbíos. Esta reflexión debería conducirnos a hacer un
balance que permita trazar una estrategia integral e inclusiva para enfrentar
los desafíos del futuro, un futuro en el que el petróleo ya no debe ser el
recurso del cual dependan nuestras vidas.
Pero
qué pena que el momento político electoral en que vive el país nos distraiga de
estos temas fundamentales. De todas maneras, ante la falta de iniciativas y
propuestas de los actores políticos, para enfrentar los retos de un Ecuador
post-petrolero, corresponde a la
sociedad civil organizada ser la protagonista, a través de la reflexión y la
acción colectiva, para incidir en las decisiones que deben adoptar los actores
institucionales públicos en cuanto se refiere a pensar y actuar
estratégicamente, es decir, pensar y actuar con visión a futuro, aquel
futuro en el que la vida del Ecuador ya no dependerá de la renta petrolera
porque, al ser un recurso no renovable, se habrá agotado. Y lo peor: se habrán
destruido también los recursos naturales de los cuales podría haber
dependido el futuro del país.
Agradecemos
a Luis Yanza. Les invitamos a dejarnos afectar como pueblo de Dios, por
las invitaciones del Papa Francisco también
desde la POSIBILIDAD DE LO IMPOSIBLE y el concepto de ecología integral de la
Laudato si en su número 139:
“…Es fundamental buscar soluciones integrales
que consideren las interacciones
de los sistemas naturales entre sí y con los
sistemas sociales.
No hay dos crisis separadas, una ambiental y
otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental.
Las
líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la
pobreza,
para devolver la dignidad a los excluidos
y simultáneamente para cuidar la naturaleza.”