Lectura orante del Evangelio: Lucas
12, 32-48·
“Déjate amar” (Beata Isabel de la
Trinidad).
‘No temas, pequeño rebaño; porque vuestro
Padre ha tenido a bien daros el reino’. Jesús nos conoce y nos ama, nos habla con entrañable
ternura. Somos un pequeño rebaño, que camina siguiendo a Jesús. Los ruidos del
mal y de la mentira son muy grandes. Se puede apoderar de nosotros el miedo.
Jesús nos invita a una confianza audaz en la bondad del Padre que nos ha dado
el reino. El reino es la presencia amorosa del Padre en nuestro corazón; su don
es total. De ahí nace la confianza. Es hora de cambiar los temores por la
alegría confiada. ¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!,
quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas, para
aprenderlo todo de Ti (Isabel de la Trinidad).
‘Donde está vuestro tesoro, allí estará
también vuestro corazón’. ¿Cuál es el tesoro de nuestra vida? Jesús nos invita a prestar atención a ese
tesoro y a poner en él el corazón. Nuestra vida se unifica cuando permanecemos
en el amor que Dios nos tiene. ¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro!
Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y
tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar
mi paz, ni hacerme salir de Ti, ¡oh 8mi Inmutable!, sino que cada minuto me
sumerja más en la hondura de tu Misterio (Isabel de la Trinidad).
‘Tened ceñida la cintura y encendidas las
lámparas. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en
vela’. Quedarnos instalados,
atrapados por las cosas, incapaces de ir más allá del disfrute del momento, atrofia
nuestras mejores capacidades, nos impide tomar conciencia del don total que el
Padre nos está dando. Vivir alerta, con la lámpara de la fe alumbrando el
camino hacia la Vida, es la clave para enterarnos del amor del Padre y
responderle con la adoración y la alabanza. ¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi
Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a
Ti como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, mientras
espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas (Isabel
de la Trinidad).
‘Os aseguro que se ceñirá, los hará sentar
a la mesa y los irá sirviendo’. Así es Jesús. Así de amoroso y tierno es el Señor. Hasta ahí llegan su
humildad y su dulzura. Nadie hace lo que Él. Nos lo ha dado todo. Está en medio
de nosotros como el que sirve. Siempre está dándose, como una fuente que constantemente
mana y corre. Su presencia en nosotros nos empuja a vivir el momento presente
con una gran intensidad, a ser una alabanza de la gloria del Señor. ¿Cómo no lo
amaremos con todo el corazón? Saber que es Él quien sirve nos urge a servir; ya
no valen solo las palabras, son necesarios los hechos. Quizás sea el momento de
callar y obrar. ¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor!,
«desciende sobre mí» para que en mi alma se realice como una encarnación del
Verbo. Que yo sea para Él una humanidad suplementaria en la que renueve todo su
Misterio (Isabel de la Trinidad).
¡FELIZ DOMINGO! Desde el CIPE – agosto 2016