sábado, 6 de agosto de 2016

Décimo noveno Domingo del Tiempo Ordinario.



Lectura orante del Evangelio: Lucas 12, 32-48·
“Déjate amar” (Beata Isabel de la Trinidad).
‘No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino’. Jesús nos conoce y nos ama, nos habla con entrañable ternura. Somos un pequeño rebaño, que camina siguiendo a Jesús. Los ruidos del mal y de la mentira son muy grandes. Se puede apoderar de nosotros el miedo. Jesús nos invita a una confianza audaz en la bondad del Padre que nos ha dado el reino. El reino es la presencia amorosa del Padre en nuestro corazón; su don es total. De ahí nace la confianza. Es hora de cambiar los temores por la alegría confiada. ¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas, para aprenderlo todo de Ti (Isabel de la Trinidad).  
‘Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón’. ¿Cuál es el tesoro de nuestra vida? Jesús nos invita a prestar atención a ese tesoro y a poner en él el corazón. Nuestra vida se unifica cuando permanecemos en el amor que Dios nos tiene. ¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, ¡oh 8mi Inmutable!, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio (Isabel de la Trinidad).
‘Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela’. Quedarnos instalados, atrapados por las cosas, incapaces de ir más allá del disfrute del momento, atrofia nuestras mejores capacidades, nos impide tomar conciencia del don total que el Padre nos está dando. Vivir alerta, con la lámpara de la fe alumbrando el camino hacia la Vida, es la clave para enterarnos del amor del Padre y responderle con la adoración y la alabanza. ¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a Ti como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas (Isabel de la Trinidad).
‘Os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo’. Así es Jesús. Así de amoroso y tierno es el Señor. Hasta ahí llegan su humildad y su dulzura. Nadie hace lo que Él. Nos lo ha dado todo. Está en medio de nosotros como el que sirve. Siempre está dándose, como una fuente que constantemente mana y corre. Su presencia en nosotros nos empuja a vivir el momento presente con una gran intensidad, a ser una alabanza de la gloria del Señor. ¿Cómo no lo amaremos con todo el corazón? Saber que es Él quien sirve nos urge a servir; ya no valen solo las palabras, son necesarios los hechos. Quizás sea el momento de callar y obrar. ¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor!, «desciende sobre mí» para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo. Que yo sea para Él una humanidad suplementaria en la que renueve todo su Misterio (Isabel de la Trinidad).    
¡FELIZ DOMINGO! Desde el CIPE – agosto 2016