Lectura orante del
Evangelio: Lucas 14,1.7-14
“Déjate amar” (Beata Isabel de la
Trinidad).
‘Cuando te conviden a una boda, vete a
sentarte en el último puesto’. Encontrar nuestro sitio, ponernos en verdad, habitar
nuestra interioridad, vivir el momento presente, querer aquí y ahora nuestra
vida…, ahí es nada. Jesús viene en nuestra ayuda y nos hace una propuesta sorprendente,
a contracorriente: El último puesto.
Nada de pretensiones de grandeza. El
último puesto es la alternativa de Jesús a la violencia y a la injusticia. El último puesto. ¡Qué bien se ama desde
ahí! ¡Qué libertad para servir! ¡Qué capacidad para vivir cada día como quien
estrena la vida! ¡Qué oportunidad para mirar a los demás de otra manera! El último puesto. Jesús nos invita a la
boda y nos dice que nos sentemos en el último puesto. Ven, Espíritu Santo, viento fuerte, colócanos en ese último puesto que
nos ofrece Jesús.
‘Para que cuando venga el que te convidó,
te diga: Amigo, sube más arriba’. ¡Qué alegría! Nuestra nada
no queda oculta a la mirada de Jesús. ¡Con qué dulzura nos dice: amigo, sube! Jesús, que se hizo el
último de todos, nos da la mano para subir a una dignidad que embellece y no
humilla a los que están siempre más abajo. Amigo,
sube, es la música de Jesús que recorre la tierra. Amigo, sube, son las palabras que hoy podemos decir a los que están
junto a nosotros, sin envidias ni celos destructivos. Amigo, sube es la propuesta liberadora de Jesús para una humanidad
nueva. Todos levantados por
Jesús, todos creciendo juntos (somos cuando los demás son), dándonos valor unos
a otros. Amigo, sube… Gracias, Jesús.
‘Todo el que se enaltece será humillado y
el que se humilla será enaltecido’. El egoísmo es mentira, el orgullo ocasiona sufrimiento a nosotros y a
los demás, la pretensión de tener la razón nos hace perder los perfumes más
hermosos de la vida. La humildad es otra cosa; es aceptación de lo que somos,
capacidad para apreciar a los demás, libertad frente a los halagos y las
críticas, silencio frente a tanta mentira, distanciamiento de la corrupción. La
humildad es andar en verdad; en ese terreno florece la oración, la amistad, el
diálogo, la tolerancia, el encuentro y el compromiso. Humildes no son los que
reprimen y esconden los dones, ni los que se inventan virtudes; humildes son
los que con mirada lúcida se atreven a reconocer la grandeza de los que están
abajo. Jesús, solo tú sabes mirar nuestro corazón.
‘Cuando des un banquete invita a pobres,
lisiados, cojos y ciegos: dichoso tú porque no pueden pagarte, te pagarán
cuando resuciten los justos’. Dichoso: Esto suena a audacia del Espíritu, a fiesta de la gratuidad. Dichoso si invitas a los pobres: Esto es
entrar en la dinámica del Reino. ¡Cómo revoluciona Jesús nuestros esquemas!
Fascina o escandaliza. Al amar tanto la vida, dice y hace cosas como éstas: Dichoso tú si invitas a los ciegos. Así
muestra al Padre, así desvela lo que hace el Espíritu en nosotros. Dichoso tú: bienaventuranza desbordante,
porque el gozo compartido con los últimos es nuestra verdadera identidad, lo que
más llevamos de Jesús. Nuestra fe en ti, Señor Jesús, nos hace movernos en
esa dirección.
¡FELIZ DOMINGO! Desde el CIPE – agosto 2016