Domingo tercero de Pascua
Lectura orante del Evangelio en clave teresiana: Lucas 24,35-48
“De ver a Cristo, me quedó imprimida su grandísima
hermosura” (Vida 37,4).
Contaban los discípulos cómo reconocieron a Jesús
al partir el pan. La fe en Jesús resucitado se revitaliza cuando
escuchamos en la comunidad cristiana relatos de hermanas y hermanos que han
reconocido a Jesús en sus vidas. Jesús se hace presente de muchas maneras. A
Teresa de Jesús se le hizo presente en la interioridad, en “un sentimiento de
la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí
o yo toda engolfada en Él” (V 10,1). A los discípulos se les hizo presente al
partir el pan. La interioridad, como espacio para la mirada contemplativa, y el
pan, partido y repartido para que sea de todos, son maneras de reconocer y
recordar a Jesús. Orar, a solas o en grupo, es la ocasión privilegiada para
percibir la presencia de Jesús y encontrar la fuerza para partir el pan con los
que no lo tienen. “Parecíame andar siempre
a mi lado Jesucristo… que ninguna vez que me recogiese un poco… podía ignorar
que estaba cabe mí” (V 27,2).
Mientras hablaban, se presentó Jesús en medio de
sus discípulos y les dijo: ‘Paz a vosotros’. A nosotros,
como a los discípulos, son muchas las cosas que nos pesan y nos quitan la paz.
Así estamos, a esto damos vueltas en nuestros diálogos interiores, de estas
cosas hablamos con los que nos rodean. Teresa de Jesús nos da su testimonio y
nos invita a vivir en este momento, estemos como estemos, la experiencia de
Jesús. “Parecíame estaba junto cabe mí Cristo y veía ser Él el que me hablaba”
(V 27,2). “No podía dejar de entender estaba cabe mí y lo veía claro y sentía”
(V 27,3). “Entiéndese que está allí Dios por los efectos que hace al alma” (V
27,4). “Pone el Señor lo que quiere que el alma entienda, en lo muy interior
del alma” (V 27,6). “Todo parece obra del
Señor” (V 27,7).
¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en
vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. ‘Yo soy’, (‘Yo soy
fiel”, R 26,1), es la palabra más
fuerte que escucha Teresa de labios de Jesús; también nosotros somos invitados
a escucharla. Se la repite Jesús en momentos cruciales de su vida. Ella basta
para superar los miedos. “No hayas miedo, hija, que Yo soy y no te desampararé…
Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con
seguridad, con una quietud y luz que en un punto vi mi alma hecha otra” (V
25,18). “Mirad que es así cierto, que se
da Dios a Sí a los que todo lo dejan por Él” (V 27,12).
Entonces les abrió el entendimiento para comprender
las Escrituras. La presencia de Jesús en medio de nosotros rompe
nuestras lógicas, va más allá de nuestras fuerzas. “Sin trabajo ninguno suyo,
la hace capaz de tan grandes bienes y le comunica secretos y trata con ella con
tanta amistad y amor que no se sufre escribir” (V 27,9). Nos cuesta entender
tanto don, y tan gratuito. Tiene que ayudarnos a entenderle y a entendernos a
nosotros de otra manera. La Palabra de Jesús cura nuestra tristeza, nos da la
paz, nos hace nuevos. “Sus palabras son
obras. ¡Oh, válgame Dios, y cómo fortalece la fe y aumenta el amor!” (V 25,18).
¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN! Desde el CIPE – abril 2012