lunes, 11 de septiembre de 2017

Domingo XXIII del tiempo ordinario




Lectura orante del Evangelio: Mateo 18,15-20
“Un cristiano es memoria de Dios en este mundo” (Benedicto XVI).
Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Las/os demás son paso obligado para el encuentro con Dios. La oración no florece cuando nos desentendemos de la suerte de las/os otras/os. La oración se asienta sobre la búsqueda incesante y honesta de la verdad; sin ella se pierde el sentido de la vida. Para buscar la verdad en lo que pensamos, decimos y hacemos, nos necesitamos las/os unas/os a los otras/os. La verdad nos une, porque no es ni rígida ni engañosa, ni intolerante ni indiferente. ¿Estamos dispuestas/os a escucharnos en verdad unas/os a otras/os? Decirnos la verdad es fruto del amor. Jesús, danos esa humildad tan necesaria para dejarnos confrontar por las/os demás y andar en verdad. Jesús, danos fortalece para ayudar a caminar en la verdad a quienes tú nos has confiado.  
Les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo. El pecado rompe el vestido de la comunión, desata los lazos de la alianza, aísla y empobrece los dones, aleja la vida de la mirada amorosa de Dios. La tarea de Jesús de unir todo lo disperso, de acoger lo ausente, de restaurar la imagen rota del ser humano, de perdonar y dar posibilidades, se la encomienda a sus amigas/os. Espíritu Santo, recrea en nosotras/os esta hermosa tarea de tender puentes, de abrir caminos hacia las fuentes, de señalar los brotes nuevos, de latir al ritmo del corazón de Jesús.
Les aseguro además que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Frente al riesgo del aislamiento y de individualismo, Jesús propone la belleza de la plegaria común. El traje de fiesta para dirigirnos al que es Trinidad, familia, comunión, es la unión de corazones, donde se comparten la palabra y los silencios, los caminos hallados y las preguntas, el pan y la dignidad, la danza y la alabanza, el llanto y los gozos de la tierra. A ti, Dios Trinidad, Dios comunión, Dios sin fronteras, Dios de la paz y la justicia, levantamos con todas/os las/os orantes de la tierra las manos y el corazón.
Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medios de ellos. Donde hay dos o tres que tienen un mismo pensar y sentir, allí está Jesús. Donde hay dos o tres que buscan la verdad, allí está Jesús. Donde hay dos o tres que se quieren, allí está Jesús. Donde hay dos o tres que se reúnen en nombre de Jesús, allí está Él. Y con Jesús todo es posible. La vuelta a Jesús garantiza nuestra fe y nuestra oración. Gracias, Jesús, por tu presencia, que alegra y fortalece nuestra vida.  
CIPE – Septiembre 2017

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Domingo XXII del tiempo ordinario




Lectura orante del Evangelio: Mateo 16,13-20
“Comencemos, hermanos, a servir al Señor, porque hasta ahora poco o nada hemos hecho” (San Francisco).   
Empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho. Jesús tiene una vida y un lenguaje provocativos. Camina con libertad. Quiere entregar la vida para que el fuego del reino prenda en la tierra. Desea nuestro bien. No busca un halago fácil que nos deje vacías/os. Nos propone una vida auténtica y plena, solidaria y feliz, crucificada y resucitada. Nos habla de lo que tanto nos cuesta entender: del misterio de la cruz, de saber perder para ganar. Él va delante, el primero, decidido a amar. Su propuesta de vida: una cruz en la que está la salvación del mundo. Jesús, enséñanos a orientar la vida hacia la salvación.  
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparle: ‘¡No lo permita Dios, Señor!’ Mentalidades opuestas, frente a frente. Mentalidad del mundo y mentalidad de Jesús. Una sabiduría de triunfadoras/es, donde lo que importa es el ego que deja las orillas del mundo llenas de cruces sin redimir; y enfrente, la sabiduría de la cruz que da esperanza a todas/os las/os humilladas/os y no cierra las fronteras a las/os hambrientas/os ni deja sin hogar a quienes buscan refugio huyendo de las guerras. La cruz, como signo de la vida que se da, frente a estilos de vida que buscan siempre la propia ganancia y no quieren ver el sufrimiento de las/os pobres aunque lo causen. Ponnos a prueba, Señor. Mira si nuestro camino se desvía, guíanos por el camino de la verdad y del amor.
Jesús se volvió y dijo a Pedro: ‘Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar’. El proyecto de Jesús muestra el camino del amor, un amor fiel, que no se echa para atrás ante las dificultades; un amor que vale más que la vida y que, por eso, está dispuesto a entregarla por amor. Jesús ofrece un modo generoso de vivir pensando en las/os demás. Satanás, el que aleja de los caminos de Dios, tiene sumo empeño en que este proyecto sea entendido como insensato, trasnochado, irracional, inaceptable. Cuando rebajamos la radicalidad del seguimiento de Jesús y escondemos la luz y la cruz, jugamos con el amor, nuestra vida pierde su verdadero sentido, a muchas/os pobres se les va a chorros la esperanza. ¿Qué futuro le espera a una humanidad dividida donde muchas/os buscan su propio interés olvidando el bien de todas/os? ¿Cómo se puede ser feliz si las/os demás no lo son? Si nuestros pasos se alejan de ti, Jesús, acércate y oriéntanos, no dejes que nuestra vida se pierda en la mentira
‘Él que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga’. Tras este diálogo tenso, también orante, Jesús reitera su propuesta: cargar con la cruz y seguirle. Así como el Padre nos ama en el abrazo de Cristo crucificado, así nosotras/os, sin desviar la mirada de Jesús, podemos amar a la humanidad llevando la cruz de cada día. No hay cristianismo sin cruz, porque no hay amor sin cruz. La cruz, que las crónicas del mundo llaman derrota o fracaso, lleva dentro auroras de libertad y de alegría, de resurrección. En la cruz de Jesús está la vida y el consuelo. Ella sola es el camino para el cielo. Siempre contigo, Jesús. Siempre, siguiendo tus huellas.  
CIPE – Septiembre 2017