miércoles, 30 de noviembre de 2016

GRAN FIESTA DIOCESANA DEL COMPARTIR EN SUCUMBÍOS




En la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, fin del año litúrgico, la Iglesia de Sucumbíos se vistió de fiesta celebrando conjuntamente la Clausura del Año de la Misericordia, el Día de la Iglesia Católica en Ecuador con la Campaña “Cinco Panes y dos peces”, y el Lanzamiento del Plan Quinquenal de la Iglesia Local. Todo esto fundido en una sola y Gran Fiesta Diocesana del Compartir.
Fue motivo de inmensa alegría la convergencia de tantos y tan significativos acontecimientos:
-          La Clausura del Jubileo de la Misericordia, en sintonía con toda la Iglesia Católica y el magisterio del Papa Francisco, que nos invita a hacer de la misericordia “la viga maestra de la vida y acción de la Iglesia” y a pedir “la gracia de no cerrar nunca la puerta de la reconciliación y del perdón, sino de saber ir más allá del mal y de las divergencias, abriendo cualquier posible vía de esperanza” (Cf. Clausura del Jubileo Extraordinario de la Misericordia).
La Iglesia de Sucumbíos, respondiendo a esta invitación, ha recogido la MISERICORDIA como uno de los ejes transversales de su Plan Quinquenal de Pastoral y quiere seguir como Iglesia en salida dentro del espíritu del Concilio Vaticano II, del que el Año de la Misericordia fue su Jubileo.
-          El día de la Iglesia Católica en el Ecuador, con la “Campaña de los de los Cinco Panes y dos peces”, cuyo lema es “Iglesia somos todos”. Es un llamado a todos/as los/las bautizados/as a identificarnos con nuestra Iglesia y con su misión evangelizadora.
Aquí la Iglesia es entendida “más que como institución orgánica y jerárquica, ante todo como Pueblo de Dios que peregrina hacia el Reino de Dios” (cf. EG 111).
En Sucumbíos se ha ido formando un pueblo de Dios que peregrina haciendo comunidades cristianas en las que vive y celebra su fe y esperanza, encarnándolas en las diferentes culturas presentes en los pueblos de la provincia: culturas Indígenas (Cofán, Siona, Secoya, Quichua y Shuar), Afro, Campesinas (provenientes de diferentes provincias del Ecuador y de Colombia) y Urbanas.
Pero, evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios. Por eso el Pueblo de Dios “camina con los dos pies”: uniendo la fe y la vida, sin dualismos ni reduccionismos, buscando hacer realidad cada día esa “vida y vida en abundancia” que vino a traer Jesús (Jn 10, 10).
-          El lanzamiento del Plan Quinquenal, fruto de un proceso participativo, desde la base de la Iglesia, desarrollado durante dos años, con la metodología de la Iglesia Latinoamericana.
De ese modo el Plan Diocesano de Pastoral (2016-2021) de la Iglesia de San Miguel de Sucumbíos es el resultado de una búsqueda conjunta que tiene como fin crecer en fidelidad al evangelio en el seguimiento de Jesús hoy. Se ha concretado en un proceso formativo que ha partido de la reflexión y evaluación de nuestra vida y acción pastoral  (VER: Documento ADP 2015),  se ha dejado iluminar por nuestra experiencia del evangelio, el magisterio del Papa Francisco y los acontecimientos (JUZGAR: 2015-2016) y busca recrear hoy en nuestros contextos la Buena Noticia de Jesús para responder a los desafíos (ACTUAR: ADP 2016).
Las propuestas que hemos realizado NOS COMPROMETEN a ACOMPAÑAR/NOS en el fortalecimiento de la identidad, AYUDAR/NOS a encarnar el evangelio, y SEMBRAR/NOS buscando comunión. Y a velar por el cumplimiento de la vivencia y práctica de los Ejes, que tocan aspectos constitutivos y fundamentales de nuestra vocación y misión: 1) misión permanente, 2) discipulado misionero, 3) misericordia, 4) interculturalidad, 5) justicia, paz e integridad de la creación, 6) formación integral y espiritualidad y 7) economía solidaria y de comunión.

Queremos caminar desde el impulso del Espíritu que nos mueve hoy
a ser Iglesia comunidad, misionera, renovada y en salida.

Por ello, Mons. Celmo, Vicario Apostólico de Sucumbíos, al final de la celebración eucarística entregó el Plan Quinquenal de Pastoral a las cuatro Unidades de Pastoral: indígena, negra, campesina y urbana, al Equipo de Acompañamiento y a los Equipos Misioneros del Vicariato de Sucumbíos, para que “cada comunidad cristiana, cada parroquia, cada comunidad educativa, cada comunidad de vida consagrada, cada movimiento o grupo se inserte activamente en la pastoral orgánica de nuestro Vicariato” (cf DA 169).
De este modo, esta Gran Fiesta del Compartir Diocesano, nos abre de lleno al tiempo del Adviento, tiempo de esperanza, vigilante, activa y comprometida. Estamos anhelantes de un tiempo nuevo, aunque algunos proclamen el final de la utopía y de los sueños. La esperanza cristiana nos lleva a seguir luchando y a comprometernos a seguir sembrando vida, forjando los cielos nuevos y la tierra nueva donde habite la justicia. Y así, Jesús continuará encarnándose y naciendo entre nosotros/as.
Les deseamos a todos/as un lindo y sentido Adviento.














sábado, 26 de noviembre de 2016

Domingo primero de Adviento



Lectura orante del Evangelio: Mateo 24,37-44
“Estoy sobre la palma de tu mano,
jugando como un niño;
no la quites, Señor, fuera de ella
ha tendido la nada sus abismos” (Pablo Fernández).
Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Ninguna crisis puede detener el empuje del Espíritu que invita a los pueblos de la tierra a caminar al encuentro con Dios. El adviento es camino hacia un encuentro: ‘Quiero ver a Dios’ (Beato María Eugenio). La fidelidad del Señor recrea el horizonte de la esperanza, colma de alegría nuestro vacío profundo. En este viaje nos acompaña la Virgen María, una sencilla muchacha del pueblo, que lleva en su corazón toda la esperanza de Dios. ‘Ahora es el momento de dejar paso a la fantasía de la misericordia para dar vida a tantas iniciativas nuevas, fruto de la gracia’ (Papa Francisco).  
Cuando menos lo esperaban llegó el diluvio. Es verdad que, en un instante, nuestras seguridades pueden resquebrajarse dejándonos en el vacío. Pero es más verdad que somos infinitamente amadas/os por Dios; más allá de todo lo que pasa y se muda, estamos en sus manos amorosas. El Señor es fiel, nunca decepciona. Pensemos y sintamos esta belleza. En el adviento abramos el corazón a la confianza de ser amadas/os por Dios. Su amor nos precede siempre, nos acompaña y permanece junto a nosotros a pesar de nuestro pecado’ (Papa Francisco).
‘Estén en vela, porque no saben qué día vendrá su Señor’. El Señor, camino y meta de nuestra peregrinación, es la belleza de nuestra esperanza, siempre nos espera. Si sentimos la mano amorosa del Padre que acoge y abraza, el adviento será un tiempo nuevo que nos permitirá alcanzar nuestro ser más verdadero. El Espíritu, con su cercanía de amigo, nos empuja a ir más allá de nuestras incertidumbres. Jesús, que viene como aurora, ahuyenta nuestra noche y nos da el sentido de la vida. La oración nos permite estar en vela mirando que este mundo, tan lleno de contradicciones, sigue siendo el mundo que Dios ama. Es hora de despertar, de ir más allá de nuestros intereses y abrir bien los ojos para consolar a quienes sufren. ‘Volvamos los ojos a Jesús, rostro radiante de la misericordia de Dios” (Papa Francisco).
‘Estén preparados’. El Espíritu es experto en suscitar esperanzas en el aquí y ahora. El momento presente es digno recipiente de gracia gratuita y solidaria. La oración nos ayuda a desentrañar la presencia de Jesús que se acerca y trae la alegría. Un pequeño deseo de Dios que crece en el corazón, una pequeña llama de amor viva al Señor, un pan compartido con las/os pobres, mirar, escuchar, acompañar y curar las heridas de quienes sufren: todo eso y mucho más es oración. Dejémonos guiar por María en este tiempo de espera y vigilancia activa. ‘Querer acercarse a Jesús implica hacerse prójimo de las/os hermanas/os, porque nada es más agradable al Padre que un signo concreto de misericordia’ (Papa Francisco).                                                                                         
¡Feliz Adviento! Desde el CIPE – noviembre 2016

domingo, 20 de noviembre de 2016

Domingo de Jesucristo, Rey del Universo



Que yo sea para Cristo una humanidad, en la que Él pueda renovar todo su misterio”
(Isabel de la Trinidad)
Haciendo nuestras como intención, estas palabras de Sor Isabel de la lectura orante del Evangelio, que compartimos enseguida, ponemos en manos del Señor la gran Fiesta Diocesana en Sucumbíos, hoy domingo 20 de noviembre con cuatro motivos:
o   Fiesta de Cristo Rey
o   Clausura de Año de la Misericordia
o   Fiesta Diocesana del Compartir en comunión con Fiesta de la Iglesia Católica en Ecuador celebrando la campaña “Cinco panes y dos peces”,
o   Lanzamiento del Plan Pastoral Diocesano Quinquenal recién aprobado por la Asamblea Diocesana anual, culminando dos años de trabajo de elaboración colectiva, como instrumento de comunión y reconciliación.
 





Lectura orante del Evangelio: Lucas 23,35-43
¡Oh mi Cristo amado! Quisiera amarte hasta morir de amor” (Isabel de la Trinidad).
‘Las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: ‘A otros ha salvado; que se salve a sí mismo’. Jesús y su evangelio están crucificados. Un Rey está en la cruz sin poder aparente, pero es Señor de la creación. Lo han dejado desnudo, pero de su pecho abierto mana una fuente de vida. Su manera de vivir está crucificada, pero nosotras/os acogemos la centralidad de Jesucristo en los pensamientos, las palabras y las obras, para que sean palabras, pensamientos y obras de Cristo. Las/os pobres del mundo, las mujeres maltratadas, las/os niñas/os sin juegos ni risas, las/os refugiadas/os... están crucificadas/os, pero Jesús les abraza desde la cruz y en torno a Él se construye el pueblo nuevo. “¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor!” (Isabel de la Trinidad).   
“Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ‘Este es el Rey de los judíos’. Tenemos delante algo inaudito y desconcertante. Jesús está callado, habla la cruz, símbolo del amor crucificado. La cruz no es un adorno, es un aguijón que provoca. El reino de Jesús no es de gloria y poder, sino de servicio, amor y entrega. Tremenda paradoja en la que nuestra fe está llamada a madurar. Besar la cruz sin cargar con ella, besar la cruz sin besar a las/os crucificadas/os, ¿no será prolongar la burla de los que se mofaban de Jesús? ¿Entenderemos la manera de Jesús de amar hasta el extremo? ¿Se acercará hoy nuestra sociedad, herida, indignada y en lucha, a la cruz de Jesús? “¡Oh mi Cristo amado!, ven a mí como Salvador” (Isabel de la Trinidad).
‘Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino’. Impresionante icono para terminar el Año de la Misericordia. En medio de tantas burlas, se levanta una invocación distinta, un grito orante: ¡Jesús! La noche es rota por el grito de fe de un pobre. Un ladrón se atreve a mirar a Jesús. Cuando ya nada esperaba, se encuentra con Jesús y todo cambia. Hoy nos vendrá bien recordar nuestra historia y mirar a Jesús, y decirle: ‘Acuérdate de mí, Señor, tú que estás en el centro, tú que estás en tu Reino’. “¡Oh mi Cristo amado! Quiero vivir sin apartarme nunca de tu inmensa luz” (Isabel de la Trinidad).  
Jesús le respondió: ‘Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso’. Jesús crucificado promete salvación a uno que estaba perdido. Su último aliento de misericordia es para él. ¿Hay mejor signo de la salvación de Jesús? ¿Hay mejor propuesta para los que queremos ser sus amigas/os? ¿Hay promesa que nos dé más esperanza? La muerte de Jesús no es un fracaso, es el triunfo de la vida y de una manera de vivir amando hasta darlo todo. Ahora ni Jesús ni el buen ladrón están solos; los dos, como mendigos de amor, entran juntos a recibir el abrazo del Padre. A nosotras/os nos queda vivir de otra manera. La salvación se manifiesta en la imitación de las obras de misericordia mediante las cuales Jesús ha realizado el Reino. Quien las cumple demuestra que ha recibido la realeza de Jesús, porque ha hecho espacio en su corazón al amor de Dios. Que yo sea para Cristo una humanidad, en la que Él pueda renovar todo su misterio” (Isabel de la Trinidad).
¡Feliz Domingo en la fiesta de Cristo Rey! Desde el CIPE – noviembre 2016