miércoles, 31 de diciembre de 2014

SALUDO DE NAVIDAD 2014 - MONS. GONZALO LÓPEZ


Para: Amig@s verdaderos y muy queridos
De: frei gonzalinho (aquél que decían mons. gonzalo lópez marañón con etcs., y se ha quedado en esa poca cosa, tan bonita...)

Compartimos esta felicitación de Navidad 2014 de Monseñor Gonzalo López Marañón, nuestro Obispo emérito de Sucumbíos, quien rompe así su silencio de casi cuatro años.

Agradecemos su alegre y permanente testimonio de fe, esperanza y compromiso misionero, en fidelidad al Espíritu y a la Iglesia.

Fecha: 25 de diciembre de 2014, 14:19
Asunto: Felicitación de Navidad a todos mis amig@s, Amig@s verdaderos y muy queridos:

Desde este mar fantástico de Portugal en Oporto, felicidades a ustedes para esta Navidad y Año Nuevo, con la alegría y bendición del Niño Dios de Belén, de sus buenos papás María y José, de los pastorcitos y "sus ovejas": tanta gente conocida y no conocida que ronda el pesebre o se escapó a los otros pastos que llenan el mundo. Sí, cuántas personas que ESE BENDITO NIÑO SIEMPRE ESPERADO puso a lo largo de mi camino y a quienes debo agradecimiento y amor.

He leído que "se puede devolver un préstamo de oro, pero quedas para siempre en deuda con aquéllos que te fueron generosos con su cariño". Por lo mismo desde mis límites y cortos brazos pero de verdad, sólo podré pagarles con mi oración y reconocimiento leal. Saben que hube de alejarme de Sucumbíos, mi verdadera patria, el treinta de octubre de 2010, pero nunca me fui de ustedes, pues les tengo siempre en el corazón del Niñito del pesebre o del Jesús mayor, mientras mi nave sigue enfilada hacia otras tierras y cielos nuevos, donde también hay hijitos de Dios que esperan.

Yo sigo en esta comunidad cálida con mis hermanos Carmelitas portugueses, con el morral preparado para el repecho último de mi vida y siempre bajo el gozoso apremio de la llamada misionera, allá donde Diosito disponga ponerme. Por de pronto, y para no dejarle a Él todo el trabajo, yo continuo mis gestiones para irme a Angola (en el sudeste de África), donde los Carmelitas sueñan con abrir de nuevo una misión. Y en tanto eso ocurre, vámonos a calentarnos juntos en el pesebre con el NIÑITO DIOS, que buena cuenta nos tiene seguir siempre de amigos con Él y su familia de seguidores, suceda lo que suceda.

Un abrazo grande, amig@s verdaderos y muy queridos.

Diciembre 25. 2014 / FIESTA DE NAVIDAD

frei Gonzalinho
(aquél que decían MONS. Gonzalo López Marañón con etcs., y se ha quedado en esa poca cosa, tan bonita ...)

lunes, 29 de diciembre de 2014

Domingo de la Sagrada Familia



Lectura orante del Evangelio en clave teresiana: Lucas 2,22-40

“Vos, Señor, venís a una posada tan ruin como la mía. Bendito seáis por siempre jamás” (Santa Teresa, Vida  22,16).  

Un hombre llamado Simeón… aguardaba el Consuelo de Israel y el Espíritu Santo moraba en él. La oración interior nos ayuda a descubrir en nosotros la presencia del Espíritu Santo. De una forma misteriosa, escondida, el Espíritu va haciendo nacer esperanzas de consuelo para la humanidad. Simeón vivía así: esperando una Presencia; su silencio estaba habitado por el deseo hondo que ponía el Espíritu. Lo más bello lo tenemos dentro y ahí hay que buscarlo para vivir en la verdad. Este fue, también, el gran descubrimiento que dejó asombrada a Teresa de Jesús: en la interioridad hay un deseo profundo, que nos regala gratuitamente el Espíritu. “¡Oh Señor mío!, qué bueno sois. Bendito seáis para siempre… Señor mío, dais como quien sois. ¡Oh largueza infinita, cuán magnificas son vuestras obras!” (V 18,3).

Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. La oración interior es la ocasión para que el Espíritu se comunique con nosotros. “Suyo (es) aquel recaudo o billete escrito con tanto amor, y de manera que sólo vos quiere entendáis aquella letra y lo que por ella os pide” (7M 3,9).Simeón sabía escuchar al Espíritu; su interioridad estaba abierta para recibir los dones de quien “nunca se cansa de dar” (V 19,15). De Simeón podemos hacer este elogio teresiano: “Bienaventurada el alma que trae el Señor a entender verdades” (V 21,1). La mayor verdad es ver a Jesús. Esta es la pretensión del Espíritu: que nuestros ojos vean a Jesús, que nos encontremos con Él.

Impulsado por el Espíritu Santo fue al templo. Miramos a Simeón, impulsado por el Espíritu. Miramos a la Iglesia, fortalecida por el aliento del Espíritu. ¡Qué fuerza tienen sus dones! Teresa de Jesús sintió su fuerza en su interior y proclamó asombrada: “¡Oh grandeza de Dios y cómo mostráis vuestro poder en dar osadía a una hormiga!” (F 2,7).  En la oración interior escuchamos la voz del Espíritu, sentimos cómo nos empuja para que vayamos a Jesús, enciende en nosotros el amor verdadero para amar al Amor. “Por qué de caminos, por qué de maneras, por qué de modos nos mostráis el amor” (Conceptos 3,14). En presencia de María y de José queremos vivir al aire del Espíritu, con los ojos fijos en Jesús: “De un alma que está ya determinada a amaros y dejada en vuestras manos, no queréis otra cosa que obedezca. Vos, Señor mío, tomáis ese cuidado de guiarla por donde más aproveche” (F 5,6).  

Cuando sus padres entraban con el Niño Jesús… lo tomó en brazos y bendijo a Dios: ‘Mis ojos han visto a tu Salvador’. Simeón tomó al Niño en brazos, ¡cuánta ternura!, dejó que la carne de Jesús tocara su esperanza, ¡cuánta alegría! Saltó de gozo ante José y María, los que aman a Jesús como Él merece, los que conocen la bondad que ha aparecido en la tierra, los que escuchan con asombro todo lo que se dice del Niño, los que cada vez son más de Jesús. El Espíritu le abrió los ojos para ver al Salvador. Jesús es nuestra luz. Oramos con Teresa de Jesús: “Pues mirad, Señor, que los míos están ciegos… Dadme Vos luz” (C 15,5), que “todo el daño nos viene de no tener los ojos en Vos” (C 16,11). Con Teresa de Jesús confesamos nuestra fe y nuestro amor: “En veros cabe mí, he visto todos los bienes” (V 22,6).

                                   ¡Feliz Navidad! - CIPE, diciembre 2014

domingo, 28 de diciembre de 2014

Pedro Casaldáliga - NAVIDAD




¡Feliz Navidad! Con admiración.
Porque creo en Jesús.
Porque vivo con emoción, muy sorprendido, el don de la vida.
Porque puedo amar y, así, me nacen dentro muchas presencias.
Porque me enamora tanto don, tanta belleza.  
Porque me parece una gozada recibir y entregar vida.
Porque hay mucha tarea para el que quiera pringarse.
Porque tanta belleza encontrada en la fuente del Evangelio.  
Por la gente limpia que nada contracorriente.
Por las pequeñas luces que iluminan las noches, dando esperanza. Porque esto de ser humanos es una aventura por descubrir.
Porque mi corazón lleva dentro a mucha gente.  
Porque me gusta alegrarme con los demás.
Porque la vida me sabe a nueva, ¡y ya tengo unos años!
Porque a pesar de todo, vivir me parece una fascinante aventura.
Por las cosas hechas juntos, corriendo todos a una.
Por los caminos de solidaridad, de la buena, que se abren cada día. Por Teresa de Jesús, una mujer fascinante.
Por el amor, siempre el amor. ¡Me siento amado!
Por el encuentro en mi interioridad con el Dios que me ama.
Por todo lo que nace cada día, riéndose de todo cansancio.  
Porque cantar y contar la vida es otra forma de caminar.
Porque cada día estoy aprendiendo.
Por la ternura.
Por los pequeñitos, que me dan lo que nunca había imaginado.
Por tus maneras de entender la vida, distintas a la mía.
Por cada persona, cada pueblo, cada cultura, cada manera de vivir.
Por los sonidos de cada uno/a, verdadera sinfonía en el universo.  
Por los pobres, que me dicen: ¡Cuánto te queda por descubrir y ser!
Por mis fallos. Me recuerdan: ‘No eres perfecto’ ¡Qué bueno!
Porque tantas posibilidades para comenzar de nuevo.  
Porque más allá de pequeños matices, todos somos la misma pasta.
Porque te necesito.
Por ti. Sí, por ti.   
Porque caminamos juntos, comiendo el pan y bebiendo el vino.
Porque creo en el gozo que dan las alegrías baratas. 
Por Jesús, lo mejor que he encontrado en el camino.
¡Feliz Navidad!
Pedro

sábado, 20 de diciembre de 2014

“¿Qué gozo no dará el verte? (Santa Teresa, Poesía 21)



Domingo cuarto de Adviento  
Lectura orante del Evangelio en clave teresiana: Lucas 1,26-38
“¿Qué gozo no dará el verte? (Santa Teresa, Poesía 21)    

Alégrate. Es la primera palabra que nos dice el Espíritu cuando vamos a orar. Lo que escuchó la Virgen María, nos lo dice a todos: ‘Alegraos’. Dios, que es gozo pleno, nos enamora con la alegría. Nuestra vocación más honda es la alegría. La Navidad, que es “alegrarse de que tengamos tal Señor” (Conc 1,2), es el mejor tiempo para “acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad… y alegrarse con Él en sus contentos” (Conc 12,2). Ante el Niño Dios, no se sabe cómo encubrir el gozo (cf F 27,20). Teresa de Jesús que, en medio de las dificultades, nunca le perdió el rastro a la alegría, nos invita a “andar con alegría y libertad” (V 13,1). “Cuando considero en cómo decís que son vuestros deleites con los hijos de los hombres, mucho se alegra mi alma” (E 7,1-2).
 
Llena de gracia. “Ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre. Jesús es el amor hecho carme” (Papa Francisco). En el lienzo de la pequeñez de María, el Espíritu pinta a Jesús, “la hermosura que excede a todas las hermosuras” (P 6), “de quien recibimos todo” (V 22,6). La Virgen, en su gratuidad, nos ofrece al que lleva dentro para que nos sepamos amados y lo adoremos. ¡Somos tan amados, que no nos lo podemos ni imaginar! Nuestra interioridad, morada de Jesús, como un río de belleza que nos nace dentro, ¡qué maravilla! ¿Cómo responderemos a tanto amor? ¿Cómo le alabaremos? “Aquí querría el alma que todos viesen y entendiesen su gloria para alabanza de Dios, y que la ayudasen a ella y darles parte de su gozo porque no puede tanto gozar” (V 16,3). 

El Señor está contigo. El Señor está con María, está con nosotros. “De tal manera ha querido juntarse con la criatura que, así como los que ya no se pueden apartar, no se quiere apartar Él de ella” (7M 2,3). La Navidad es el tiempo para “entender el particular cuidado que Dios tiene de comunicarse con nosotros y andarnos rogando que nos estemos con Él” (7M 3,9). “Aquel acuerdo de que tengo compañía dentro de mí es gran provecho… porque Su Majestad se dará a sentir cómo está allí” (C 29,5). El Señor nos junta con su grandeza. “Juntáis quien no tiene ser con el Ser que no se acaba; sin tener que amar amáis, engrandecéis nuestra nada” (P 6).  “¡Oh grandeza de Dios, y cuál sale una alma de aquí, de haber estado un poquito metida en la grandeza de Dios y tan junta con Él!” (5M 2,7).  

Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Lo más importante es dejarnos hacer por la Palabra, como María. Para eso es la oración. “Siempre oímos cuán buena es la oración, y no se nos declara más de lo que podemos nosotros; y de cosas que obra el Señor en un alma declárase poco” (1M 2,7). Decir ‘hágase’ es entrar en el silencio y la soledad, porque esta obra “pasa con tanta quietud y tan sin ruido todo, que me parece es como en la edificación del templo de Salomón, adonde no se había de oír ningún ruido… Solo Él y el alma se gozan con grandísimo silencio” (7M 3,11). “Bien es procurar más soledad para dar lugar a este Señor y dejar a Su Majestad que obre como en cosa suya; y cuanto más, una palabra de rato en rato, suave, como quien da un soplo en la vela” (C 31,7). “Vamos todos juntos a ver el Mesías, pues vemos cumplidas ya las profecías” (P 17).

Los que formamos el equipo del CIPE os deseamos: ¡Feliz Navidad!  - diciembre 2014

sábado, 13 de diciembre de 2014

Domingo tercero de Adviento



Lectura orante del Evangelio en clave teresiana: Juan 1,6-8.19-28

 “Cristo es mío y todo para mí” (San Juan de la Cruz, Oración de alma enamorada). 

Juan venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. Escuchamos más a gusto a los testigos que a los que enseñan. Juan da testimonio, se coloca como un signo en medio de las gentes. ¡Qué dignidad tan grande la de ser testigos de Dios! ¡Qué alegría vivir la vida como signo de Dios! La oración de mirada nos enseña a ser signos de Dios, a reflejar su ternura y su bondad. “¡Oh grandeza de Dios! ¡Y cómo mostráis vuestro poder en dar osadía a una hormiga!... Como nunca nos determinamos, sino llenos de temores y prudencias humanas, así, Dios mío, no obráis Vos vuestras maravillas y grandezas. ¿Quién más amigo de dar, si tuviese a quién?” (F 2,7).

¿Tú quién eres? Él confesó sin reservas: ‘Yo no soy el Mesías’. “El propio conocimiento es el pan con que todos los manjares se han de comer” (V 13,15). La alegría nace de la verdad. “¡Bienaventurada alma que la trae el Señor a entender verdades!” (V 21,1). Juan no es el Mesías, pero Jesús sí es para Juan. Jesús es para todos. “Mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado” (P 3), canta Teresa. Somos de Jesús. “Es alma suya. Es Él que la tiene ya a cargo, y así le luce” (V 21,10). “Acuérdense de sus palabras y miren lo que ha hecho conmigo, que primero me cansé de ofenderle, que Su Majestad de perdonarme. Nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir” (V 19,15). 

Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Allanad el camino del Señor’. Juan es una voz, solo dice lo que la Palabra dice. Para Teresa de Jesús también es vital “no engañar en las cosas de Dios” (F pro 3). Cuando se pregunta “¿qué tales habremos ser?” (C 4,1) responde proponiendo pistas de luz: “Andar en verdad… caminar con alegría y libertad… amar mucho y un ánimo animoso para ir hacia adelante pase lo que pase (cf C 4,4.21,2). Esta es nuestra tarea en el Adviento: Ser voz de Jesús, voz de los que no tienen voz, voz que denuncia los caminos torcidos que dejan sin sitio a los más pobres, voz enamorada. ¿Hay vocación más bella para el ser humano? ”¡Oh Señor! Si me dieras estado para decir a voces esto!” (V 21,2). 

En medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo. Juan no se cansa de hablar de Jesús. Cuando uno ama a Jesús, nunca se cansa de hablar de Él. “Yo nunca me cansaría de hablar de él; él es la luz, la verdad, más aún, el camino, la verdad y la vida; él es el pan y la fuente de agua viva, que satisface nuestra hambre y nuestra sed… ¡Jesucristo! Recordadlo: él es el objeto perenne de nuestra predicación; nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y por los siglos de los siglos” (Beato Pablo VI). Tampoco Teresa se cansa de hablar de Jesús, lo tiene en el corazón, de él habla su boca. “De hablar u oír de Él nunca me cansaba” (V 8,12). “¿De dónde me vinieron a mi todos bienes sino de Vos?” (V 22.4). Oramos: Ponte ante Cristo. Acostúmbrate a enamorarte de su humanidad. Tráele siempre contigo. Habla con Él. Pídele por tus necesidades. Alégrate con Él en tus alegrías. No hables con Él oraciones compuestas, sino palabras que te salgan del corazón... Quédate a solas con Él. Ámale. (cf V 12,2. 19,2). “¡Oh Jesús y Señor mío! ¡Qué nos vale aquí vuestro amor!” (V 14,2).  

                                               Maranatha, Ven, Señor, Jesús  CIPE – diciembre 2014