lunes, 6 de agosto de 2012

LOS SIGNOS DE JESÚS Y LAS CONSECUENCIAS DE LA SOLIDARIDAD


El evangelio de Juan es el evangelio de las “señales y los signos”. Para Juan,  Jesús actúa haciendo signos que revelan el querer de Dios en la historia. El signo de Caná convoca a la humanidad a la fiesta en alianza permanente con un Dios que es abundancia y gratuidad. La expulsión de los mercaderes es signo de la incompatibilidad de la dinámica del Templo con la Nueva Alianza que Jesús trae. La resurrección de Lázaro es signo del poder de la vida sobre las dinámicas de muerte. 

La multiplicación de los panes es también un signo. Pero la señal de justicia que trae no es evidente para nadie, ni para los discípulos ni para la gente. Tampoco para los jefes religiosos y políticos. 

  • En los discípulos, el signo ha provocado espanto y miedo: “habían remado como unos cinco kilómetros cuando vieron a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y se llenaron de espanto. Pero él les dijo: “Soy Yo, no tengan miedo”. (Jn 6,19-20)
Con una experiencia tan honda de haber visto cómo se multiplica el pan que se parte para los pobres, los discípulos podrían haber entendido y estar fortalecidos. Sin embargo, no es así. Suben a la barca, se sienten desvalidos, como si no hubiera pasado absolutamente nada, como si el signo que hizo Jesús no hubiera suficientemente explícito. Y el pavor se apodera de ellos. Ese miedo estalla cuando sienten la amenaza del mar hasta el punto de pensar que se hundirán. Y les paraliza por completo. La Palabra de Jesús tendrá que poner las cosas en claro y recordarles una experiencia de fe histórica, la del Éxodo: “Soy yo” y una experiencia de Buena Noticia: “no tengan miedo”. ¿Será suficiente? 

  • En la gente, el signo ha provocado una nueva búsqueda: en verdad les digo: ustedes me buscan, no porque han visto a través de los signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna. Este se lo dará el Hijo del hombre; él ha sido marcado con el sello del Padre”. (Jn 6,26-27)

Esta búsqueda está motivada por una necesidad que no es Jesús tal y como se presenta a la humanidad. Quieren a un Jesús inexistente porque niegan la posibilidad de la persecución y la muerte. La historia de salvación lleva por otro camino. No es suficiente la experiencia del desierto y el camino de liberación por el que atraviesa Israel.  Y Dios sale de nuevo liberando al pueblo, pero de una manera nunca vista: disolviendo todas las injusticias humanas. Todo, a través de los gestos de Jesús que un nuevo Maná, un Pan del cielo total. 

Esta iniciativa de Dios provoca la pregunta: ¿qué tenemos que hacer lo que Dios hace? Para Jesús la respuesta es Él mismo. Hay un camino que no se puede evitar si se quiere hacer lo que Dios hace, y es mirar a quien viene de Dios. Si no se puede percibir esta presencia en cuando se llega a este punto, se produce la controversia, la toma de postura y se desatan las fuerzas del mal contra el profeta. A partir de ahora, muchos discípulos dejarán el camino del seguimiento. No pueden con esa radicalidad.  Y es que la solidaridad tiene consecuencias.