Hay una relación estrecha
entre la defensa de cierta ortodoxia
religiosa y tapar las injusticias. La experiencia nos ha hecho comprender
esta relación. Quisiéramos que no fuera así, pero sin pretender hacer
afirmaciones gratuitas, sostenemos que esta relación se da y es peligrosa por
su inconsciencia acerca de los daños colaterales que trae consigo. Esto no
significa que quienes se agarran a lo “ortodoxo” tapen las injusticias más que
otros, sino que su obsesión por lo doctrinal, les incapacita para ver otras
dimensiones de la realidad y por lo tanto, su complicidad con la injusticia
puede ser más perniciosa. Pueden darse la mano con los opresores en cuanto que
éstos nunca cuestionan el statu quo
establecido, puesto que les interesa que las cosas estén como están. Cierta
ortodoxia religiosa puede unirse inconscientemente a ellos porque están
solidarizados con la misma inmovilidad.
Hay que hacer una
aclaración sobre el significado de la palabra ortodoxia: “recto camino, recta
doctrina”. El recto camino del cristiano es el evangelio. Por lo tanto, nuestra
ortodoxia viene de ahí y tiene esa identidad. Sin embargo, se ha popularizado la palabra
“ortodoxia” para referirse a fijar la mirada en un grupo de poder y no
cuestionar lo que este grupo en nombre de documentos o justificado por el peso
del ideario colectivo, afirma sobre la realidad. Esto evidentemente no es un
uso adecuado de lo ortodoxo. Al menos, en cuanto al cristianismo se refiere.
El modo de resolver la vida desde
esa pretendida ortodoxia es el que tiene fallas. La vida es movimiento, es
dinamismo, es complejidad, es contradicción. Nos puede entrar la prisa por
solucionar las cosas de distintas formas:
La primera, utilizar
lo normativo ortodoxo para todos los casos y en todas las circunstancias. Esto
evidentemente, da mucha tranquilidad, porque salva de tener que flexibilizar,
equivocarse, tener que pensar, volver a replantearse, etc. Pero cuando la
realidad es desbordante, y no cabe en lo normado, empezamos a distinguir y
excluir. En este caso, lo doctrina genera exclusión y lo que genera exclusión, da la mano a la
injusticia universal. En este caso, LA NORMA PRETENDE SOLUCIONAR TODOS LOS
PROBLEMAS ESTABLECIENDO FRONTERAS.
La segunda, utilizar
lo normativo ortodoxo para no vulnerar intereses de grupos de poder o personas de
poder, aunque tengan que vulnerarse ciertos derechos o se generen “pequeñas
injusticias”. En este caso, LA NORMA
DEFIENDE A LOS GRANDES Y.
La tercera, hacer
de la norma un poder en sí misma. En nombre de la defensa de la norma, cometer
atropellos a personas, callar la voz de grupos, ejercer violencia, etc. En este
caso, LA NORMA TAPA LA MALDAD.
La cuarta, utilizar
y flexibilizar lo normativo para generar consensos. En caso de no llegar a
acuerdos, la norma nacida de un consenso
o tradición anterior, puede ayudar a solucionar las cosas. En este caso, LA
NORMA FACILITA EL DIÁLOGO.
La quinta, utilizar y transformar lo normativo para defender a las
víctimas y para proteger los derechos humanos. En este caso, LA NORMA FAVORECE
LA JUSTICIA.
La pregunta es:
¿cómo podremos guiarnos para no caer en las trampas que lo normativo
ortodoxo tiene? Transformando cotidianamente
la mirada sobre la realidad, las personas y los acontecimientos, desposeerse de
ideas, recursos, fantasmas, prestigios, poderes y tomar conciencia de las
propias corrupciones. Todos y todas somos corruptibles: instituciones, personas
y grupos. Y por lo tanto, el uso o abuso que se haga de la ortodoxia va a
establecer la justicia o la injusticia y dará la mano o se alejará de los
opresores.
- El modo de actuar, morir y vivir de Jesús de Nazaret es nuestra ortodoxia. Ese modo no es corruptible porque se ha amasado en la oscuridad de la precariedad y la pobreza, porque está atento al palpitar de los pobres, porque se ha ejercitado en la compasión desde las entrañas. Ese modo de actuar es libre porque no tiene miedo a perder prestigio, poder o éxito o a quedarse sin norma y sin ortodoxia. Más bien entiende bien que cuando la norma tapa la injusticia o está a favor de los poderosos, esa norma no es válida ni puede regir la conducta de nadie.
- Ese modo de actuar está basado en la gratuidad de Dios porque no está atado a la devolución o al préstamo.
- Ese modo de actuar es verdadero porque no está sometido a las veleidades de la razón, el fanatismo, la mentira o el interés personal.
Este mundo nuestro,
necesitado de redención, necesita mucha gente que evidencie, encarne, proclame
y viva el modo de Jesús.