sábado, 25 de febrero de 2017

Domingo octavo del Tiempo Ordinario



Lectura orante del Evangelio: Mateo 6,24-34
“El diablo toma siempre este camino de tentaciones: la riqueza, para sentirte suficiente; la vanidad, para sentirte importante; y al final, el orgullo, la soberbia” (Papa Francisco).
No pueden servir a Dios y al dinero. Jesús es tajante en este tema: el dinero nos aleja de Dios, no nos salva. No se puede compaginar el amor a Dios con el amor al dinero. La idolatría del dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará la humanidad para progresar hacia una convivencia más humana. ¿Por qué no probamos a releer esta palabra fuerte de Jesús en primera persona? ¿A quién sirvo: al ídolo dinero o al Dios viviente? ¿Qué es lo que me importa en la vida? La calidad de la oración depende de nuestra respuesta. El dinero adorado es un dios falso e injusto, un amo implacable que ahoga la Palabra, un aguacero que abre abismos entre pueblos ricos y pobres, un ladrón que quita la vida a las/os excluidas/os del pan y del trabajo, de la dignidad y la justicia. ‘No a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata’ (Papa Francisco). La idolatría del dinero nos vuelve incapaces de llorar ante el drama de las/os demás. Ayúdanos, Señor, a cambiar de mentalidad.
No estén agobiados por la vida. El mensaje de Jesús no es ingenuo, pisa tierra, conoce las necesidades de la gente, sabe lo que nos hace falta. El agobio nos quita la vida, nos roba el tiempo. El arte de vivir es un camino de regreso a la simplicidad del corazón. Contra la angustia y el agobio, Jesús propone una medicina nueva: la confianza en la providencia de Dios. Llamar a Dios Padre tiene consecuencias en la vida. Es posible vivir la realidad humana de forma feliz, abierta, solidaria; esto alegra el corazón del Padre. ‘He observado con frecuencia que Jesús no quiere darme provisiones. Me sustenta a cada instante con un alimento enteramente nuevo, recién hecho; lo encuentro en mí sin saber cómo ni de dónde viene… Creo sencillamente que es Jesús mismo, escondido en el fondo de mi pobrecito corazón, el que me concede la gracia de obrar en mí, dándome a entender lo que quiere que yo haga en el momento presente’ (Santa Teresita).Bendito y alabado seas, Señor.   
Miren a los pájaros… Fíjense cómo crecen los lirios del campo. Dios no se olvida de nosotras/os, de cada una/o de nosotras/os, con nombre y apellido. No da marcha atrás en su proyecto de amor. Qué buen pensamiento. Jesús nos invita a mirar a los pájaros y a los lirios para crecer en el abandono confiado. La mirada contemplativa, el silencio, el sencillo no hacer nada, el aprender a respirar, el estar gratuitamente con las/os amigas/os… nos sanan el corazón, nos permiten encontrarnos a nosotras/os mismas/os, a Dios y a las/os demás. El tiempo para la creación es un tiempo para Dios y para las/os hermanas/os. El agobio no nos hace bien. Cuando contemplamos gratuitamente la vida, ésta se multiplica y surge, como una alegría inesperada del Evangelio, un mundo más humano y solidario. Todo es gracia. Confiamos en ti, Padre.   
Busquen el Reino de Dios y su justicia; y todo lo demás se les dará por añadidura. ¡Manos a la obra! Todo comienza luchando apasionadamente por el Reino y su justicia. Todo lo demás se da como añadido. Más claridad, imposible. Un culto sin compasión y justicia, ¿qué es? Una oración que no lleva a defender a las/os más pobres, ¿en qué se queda? Para que la maldad florezca, solo hace falta que la gente buena no haga nada. Para que amanezca el Reino se necesitan muchas manos. ‘Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles” (Bertolt Brecht). Amén, Señor, Jesús. Gracias. Amén.
CIPE – Febrero 2017

sábado, 18 de febrero de 2017

Domingo séptimo del Tiempo Ordinario



Lectura orante del Evangelio: Mateo 5,38-48
“En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo quiero ser el amor” (Santa Teresita).
No hagan frente al que les agravia. Nos acercamos a Jesús con la humildad de quien quiere aprender sus caminos, dispuestos a dejarnos sorprender por su palabra. Antes de pensar si es o no posible vivir lo que Jesús propone, dejamos que esta palabra atrevida, desconcertante, a contracorriente, nos recorra por dentro, como agua que empapa nuestra tierra, y nos sane. Jesús nos propone guardar en el corazón, frente a todo agravio, una sabiduría nueva, una actitud no violenta. No es fácil la aventura, pero es fascinante: la palabra de Jesús frente a nuestra mentalidad agresiva. En medio de un mundo violento, enfrentado en mil guerras, Jesús nos invita a abrir un camino nuevo, empezando por el propio corazón. Jesús, tu palabra crea vida. Nos fiamos de ella.
Amen a sus enemigos, hagan el bien a quienes les aborrecen y recen por quienes les persiguen y calumnian. Cruzamos muy despacio este paisaje de la palabra, tan desconcertante y hasta escandaloso para nosotras/os. Jesús nos transmite la experiencia que tiene del Padre, nos comunica lo que ha visto y oído en el corazón del Padre. Nuestra vocación es el amor. Somos hijos e hijas de Dios cuando ponemos amor donde no hay amor. ¿Cómo es posible amar a quienes nos odian?, ¿cómo hacer el bien a quienes no nos quieren?, ¿cómo rezar por quienes hablan mal de nosotras/os? Lo que para nosotras/os es imposible, es posible para Dios. Solo tú, Jesús, puedes hacer brotar en nosotras/os esta fascinante novedad del Evangelio del amor.   
Así serán hijos de su Padre que está en el cielo. La propuesta de Jesús nace de la experiencia que tiene del Padre. El Padre no es violento, es compasivo, ama, no sabe ni puede hacer otra cosa que amar. La venganza y el odio son ajenos a su proyecto creador. ¡Qué fuente tan cristalina para mirarnos en ella! ¡Qué proyecto tan fascinante! Mirar al Padre, que nos ha mostrado Jesús, el Hijo Amado, nos hace buenas/os. Amar de esta manera nos hace pobres como Jesús, audaces en la confianza como Jesús, centinelas de un mañana insospechado para la humanidad como Jesús. Espíritu Santo, despierta en nosotras/os la condición de hijos e hijas del Padre, que Jesús nos ha mostrado.
Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto. Hemos sido creados para vivir esta clase de amor. En esta perfección de amor está la novedad del Evangelio. No hemos sido llamados para ser jueces de las/os demás, esa no es la vocación cristiana. Hemos sido llamados para amar. E ir por caminos contrarios a la astucia de este mundo, o sea, amar a la manera de Jesús, que entrega su vida por amor, solo lo podemos hacer unidos a Él. Padre, tú eres fuente de santidad para nosotras/os. En las propuestas de Jesús, descubrimos hasta qué punto somos amados. Tú, Señor, no te contentas con poco, quieres sacar de nosotras/os lo mejor. Gracias por amarnos para poder amar como Tú amas.
CIPE – Febrero 2017

domingo, 12 de febrero de 2017

Domingo sexto del Tiempo Ordinario



Lectura orante del Evangelio: Mateo 5,17-37
“No a la guerra entre nosotros… A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente. Que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis… No os dejéis robar el ideal del amor fraterno” (Papa Francisco).
He venido a dar plenitud. Jesús se presenta como un canto de novedad y plenitud, como un proyecto ilusionante capaz de llenar la vida de sentido. Es el Señor. En Él ponemos los ojos. Jesús está en medio de nosotras/os para comunicarnos una experiencia única, una vida más justa y fraterna. El cristianismo, aun con sus dos mil años de vida, está por estrenar. El evangelio es un lujo de alegría para nuestra vida. Jesús, con su propuesta de vida plena, provoca a nuestro tiempo, la era del vacío de valores; provoca nuestra oración, tan anodina y rutinaria; provoca nuestra vida, buscadora de felicidades efímeras pero desconocedora de la alegría que llena el corazón. Ábrenos los ojos, Señor, para que descubramos y gocemos con tu gracia.
El que esté peleado con su hermano será procesado… Deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano. Jesús, Vida plena, nos invita a comunicar vida, no a quitarla; a hacer el bien y no el mal. Estar peleadas/os es un infierno. Vivir insultando y despreciando, instaladas/os en el mundo de la sospecha y de la condena a las/os otras/os, nace de un corazón malo en el que Dios no reina. Jesús nos propone una dinámica radicalmente opuesta. En el diálogo amistoso con Él nos anima a ser constructoras/es de paz. Las obras manifiestan que somos discípulas/os suyas/os. Frente al odio y la violencia, la agresividad y el desprecio al otra/o, el Espíritu de Jesús nos propone estrenar cada día el amor y la paz, la reconciliación y el encuentro. Dios reina en el corazón bueno, de quien sale, como de una fuente de agua limpia, la bondad y la ternura Jesús, haznos entender la ley del amor.
El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. ¡Qué propuesta tan novedosa de Jesús! ¡Qué amor el de Jesús por las/os pequeñas/os, por la mujer, por quienes no cuentan! Jesús no acepta ninguna ley de fuertes contra débiles, del varón contra la mujer, de ricos contra pobres, de sacerdotes contra laicas/. Su grito: Que nadie sea mercancía de un deseo, número sin nombre, rostro tapado por el desprecio y el ninguneo; que todas/os sean personas, con dignidad, libres, con palabra, sitio y tarea en medio, para trabajar por un mundo nuevo, de relaciones más justas entre personas, pueblos, culturas, religiones. Señor! Enséñanos, Señor, los caminos nuevos de tu reino.
A ustedes les basta decir sí o no. Transparencia, sencillez en los gestos, verdad en las palabras, tarea diaria por la paz. No a la mentira, sí a la autenticidad. No se puede apoyar en Dios nuestra mentira. Muchas personas solo tienen su palabra para proclamar su inocencia ante la sociedad y la ley y no les queda más que apoyarse en Dios para fundamentar su verdad. Solo Tú bastas, Señor. Tu verdad nos hace libres.
CIPE – Febrero 2017