sábado, 25 de julio de 2015

Domingo décimo séptimo del tiempo ordinario



Lectura orante del Evangelio en clave teresiana: Juan 6,1-15
“El aprovechamiento del alma no está en pensar mucho, sino en amar mucho”  (Fundaciones 5,2). “Lo que más os despertare a amar, eso haced” (4M 1,7).
Lo seguía mucha gente. Mirar a la gente con atención; mostrar cercanía a las personas. Como hacía Jesús. Dejar a un lado la conciencia aislada. El amor a la gente facilita el encuentro con Dios. No ver lo que queremos, sino lo que tenemos delante. Ver hambre en los hambrientos, sed de justicia en los maltratados, alegría en los que ríen, cansancio en los que buscan y no encuentran. La mirada limpia es una escuela de humanidad, una excelente manera de comenzar la oración. “Toda la gente (de Palencia) es de la mejor masa y nobleza que yo he visto” (Fundaciones 29,11).
¿Con qué compraremos panes para que coman éstos? Jesús piensa en las necesidades básicas del pueblo, se preocupa de alimentar a los hambrientos. El Espíritu nos recuerda esta actitud de Jesús. Dios nos mira con amor cuando estamos cerca de los pobres. ¿Cómo afrontar el hambre? ¿Con qué compraremos panes para tantos? Hay millones de seres humanos que están aguardando una respuesta. ¿De qué sirve la prisa por llegar, no se sabe a dónde, si no llegamos juntos? “Paréceme tengo más piedad de los pobres que solía. Entiendo yo una lástima grande y deseo de remediarlos, que, si mirase a mi voluntad, les daría lo que traigo vestido” (Rel 2,4).  
Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces. Jesús nos muestra un camino diferente para afrontar el problema del hambre. No es cuestión de dinero, sino de entrega. No hay oración sin entrega de la vida. No hay humanidad nueva si no compartimos. Un muchacho da un paso; tiene el Espíritu de Jesús. Comprar mucho no es el camino. Compartir lo poquito es el comienzo de la novedad; Jesús hará lo demás. Oración y compromiso van de la mano. El que está cerca de Dios, lo da todo. El amor es la clave para vencer el escepticismo del “¿qué es esto para tantos?” “Dios no imposibilita a ninguna para comprar sus riquezas; con que dé cada uno lo que tuviere, se contenta” (5 Moradas 1,2).   
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados. Ahora, nuestra mirada orante se centra en Jesús, nuestras manos se abren ante Él para recibir su amor. Jesús comparte toda su vida con nosotros, es el pan de vida entregado en abundancia para saciar nuestra hambre. Todo el que viene a Jesús es alimentado por su paz, encuentra respuesta a sus necesidades más profundas. “Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes… que amor saca amor… Procuremos ir mirando esto siempre y despertándonos para amar” (Vida 22,14).
Éste sí que es el profeta que tenía que venir al mundo. ¡Jesús! ¡Siempre Jesús! El que tanto anhelaba nuestro corazón. El Señor de nuestras vidas que libera. El sentido pleno de la vida. El amigo verdadero. El camino, la verdad y la vida. “Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí” (Vida 22,7).  
CIPE – julio 2015