sábado, 17 de junio de 2017

Domingo del Corpus



Lectura orante del Evangelio: Juan 6,51-58 
“El Pan de Vida: una maravilla que alimenta siempre la contemplación, la adoración, la memoria” (Papa Francisco).  
Yo soy el pan vivo. Cruzamos sin prisa este paisaje tan bello, entramos despacio en esta sorprendente experiencia del don de Jesús y confesamos nuestra fe en el sacramento del amor. “En la Eucaristía, la mirada del corazón reconoce a Jesús” (San Juan Pablo II). El pan partido y repartido de Jesús nos muestra su amor hasta el extremo, porque los dones son expresión del corazón que ama, y nos provoca a darnos y partirnos para los demás. El pan vivo es un misterio de vida, de fe, de luz, de entrega para nuestro camino. ¿Cómo de vivas tendrán que ser nuestras eucaristías para que no se debilite la fe débil y vacilante de tantos hermanos? Jesús, en torno a ti siempre hay vida. Danos tu vida para que demos vida.
El que coma de este pan vivirá para siempre. ¿Cómo viviremos la vida nueva si no comemos el pan de Jesús? ¿Cómo asimilaremos el pan de la vida si no prolongamos la celebración con la adoración y la acción de gracias? La Eucaristía, vivida como celebración gozosa, alimenta nuestra fe, nos hace crecer en fraternidad, reaviva nuestra esperanza en Jesucristo resucitado, vence nuestros miedos, dudas, falta de audacia. La Eucaristía es el sacramento del encuentro con Jesús. “Estando tan dentro de mí, si tenemos fe, nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa. Y no suele Su Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje” (Santa Teresa, Camino 34,8). Jesús, vida nuestra. Te adoramos. Te damos gracias.   
¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Las preguntas escépticas resecan nuestro corazón y dejan las orillas del mundo llenas de hambrientos de vida, de consuelo, de esperanza. La entrega de Jesús es el corazón de la vida. ¿Cuándo aprenderemos a recibir y a mirar confiadamente al que nos mira con tanto amor? ¿Cuándo aprenderemos a dar y a darnos como Jesús? Ven Espíritu Santo, acércanos con fe al misterio del amor entregado de Jesús. Abre nuestros ojos para que lo reconozcamos.   
Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros. La Eucaristía nos introduce en el misterio del amor, es la fiesta del encuentro y de la caridad, es el centro y cumbre de la vida cristiana. Jesús se hace presente en medio de la comunidad cuando parte el pan. Jesús sigue vivo cuando en medio del mundo la Iglesia parte el pan con los necesitados. Siempre estás disponible para el encuentro. Te alabamos y te bendecimos, Señor Jesús.  
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El amor de Jesús toca las raíces de nuestro ser y provoca, como respuesta, la entrega incondicional de la vida. Aquí radica la experiencia más bella de nuestra fe. Para conocer y amar a Jesús hay que estar con Él. La adoración es el ungüento precioso derramado, como signo de una sobreabundancia de gratuidad. La Eucaristía es la fuente de la caridad de toda la Iglesia. La solidaridad es la más bella expresión en nuestras calles del amor entregado de Jesús. Gracias por amarnos tanto.    
Feliz fiesta del Corpus – CIPE, junio de 2017