domingo, 13 de agosto de 2017

Domingo XIX del tiempo ordinario






Lectura orante del Evangelio: Mateo 14,22-33
“En una noche oscura, / con ansias en amores inflamada, / ¡oh dichosa ventura!/ salí sin ser notada, / estando ya mi casa sosegada”  (San Juan de la Cruz).
La barca iba ya muy lejos de la tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. ¿Cómo vivir en una sociedad marcada por tantas y tan graves injusticias y sufrimientos? ¿Cómo reaccionar ante el egoísmo y la violencia que a menudo parecen prevalecer? ¿Cómo dar sentido pleno a la vida? Aturdidas/os por el oleaje del mal, desanimadas/os por los vientos contrarios, pero abiertas/os a la Palabra que vence la nada y crea el ser, las/os orantes esperamos que Jesús se haga presente, sosiegue nuestra casa y nos dé la alegría, la paz y el ánimo. Madre de los creyentes, danos tu confianza, danos tu fe.   
De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. A veces lo único real para nosotras/os es la fuerte tempestad. Nuestros ojos no ven nada más. Pero Jesús viene, está en medio de la crisis. Jesús nos sorprende; es cuestión de dejarnos sorprender. Jesús siempre habla, pero hay que dejarle hablar. Jesús viene con el amor misericordioso a manos llenas, pero hay que abrirle las puertas libremente. Jesús se sienta por encima de los aguaceros, apacigua las tormentas. Jesús se acerca, prepara encuentros. La oración nos despierta para percibir su llegada. Tú, Jesús, eres más fuerte que las olas. Tú, María, eres madrugada para nuestra vida.    
¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo! ¡Qué palabras tan hermosas de Jesús, el amigo verdadero, el amado! Dan ganas de oírlas una y otra vez, para que nos brote la confianza incondicional. Estas tres palabras son una llamada al encuentro con Jesús. Colman las aspiraciones más íntimas del corazón, eclipsan todos los eclipses de Dios. Vencen los miedos e Invitan a la confianza. Dejan paz y alegría en los adentros. Hablan de amor y cercanía, afianzan en la verdad. Aunque el momento presente tenga los matices de la tormenta, las palabras de Jesús nos afianzan en la confianza de que llegará la calma. Jesús, con qué ternura y delicadeza te acercas. Nos regalas a tu Madre: vida, dulzura y esperanza nuestra. Gracias.  
Señor, sálvame. Jesús nos invita a caminar sobre las aguas, aunque no sepamos todavía avanzar con la libertad y dominio que Él tiene. Jesús nos empuja a vivir el riesgo de la confianza, aunque nos entre miedo y nos hundamos. Cuando el agua nos cubra, no todo está perdido. Es posible volvernos a Jesús, gritar orando, encontrarnos personalmente con Él. Contigo, Jesús, todo vuelve a ser posible.  Contigo María, todo vuelve a ser posible.  
Los de la barca se postraron ante Él diciendo: ‘Realmente eres Hijo de Dios’. Del oleaje del mar y los miedos, llegamos a la calma y a la confesión de fe en el Señor Jesús. Esto es obra del Espíritu; con Él aparece la belleza de la fe. La ausencia deja paso a la presencia de Jesús. Se puede vivir de otra manera. De nuevo hay juventud e ideales, de nuevo hay primavera para entregar la vida. Él está actuando en medio de las crisis. Jesús nos está conduciendo hacia una Iglesia más evangélica. Reavivemos nuestra confianza en Jesús. No tengamos miedo. Con María, te adoramos, Señor, Jesús.  
Feliz fiesta de Nuestra Señora. CIPE – Agosto 2017